Los salvadoreños somos testigos del deterioro de nuestra vida en todos los órdenes. Quisiera referirme a esa visión que se va arraigando tanto en nosotros: “vivimos en el país donde todo se puede”.
El domingo de Resurrección, en la carretera que conduce a la ciudad de Chalatenango un grupo de personas pertenecientes a un colectivo religioso se tomaron la calle. Para ello colocaron conos y así obligaron a los conductores a avanzar zigzagueando. De esta manera forzaban a los automovilistas a leer sus mensajes. No había ningún policía que garantizara la legalidad de esa acción ni la seguridad de los miembros del grupo. En sí mismo el hecho de manifestar sus creencias no parece negativo. Pero, cualquier ciudadano que no quisiera saber de esos mensajes podía cometer un abuso, y lo que a ojos de todos pareciera bueno, podría tornarse negativo porque estamos en el país donde todo se puede.
Escuchamos que en San Salvador y en el país entero se está mejorando el servicio de transporte de pasajeros. El SITRAMSS sería la mejor muestra de respeto y seguridad hacia el usuario. Contrario a este modelo estaría la forma tradicional que se caracteriza por tener unidades viejas, altamente contaminantes, conducidas por choferes, en el mayor de los casos, irrespetuosos, violentos, fatigados por largas jornadas de trabajo, etc.
En ningún momento la sociedad ha discutido lo acertado o no de subir el pasaje, sin embargo, volvemos a la vieja historia de intercambiar espejitos por oro. Pagas más caro y te dan aire acondicionado. Esto no supone un mejor servicio, no supone el fin de los apretujes, ni el fin del maltrato por parte de los motoristas. Y a eso añadámosle el subsidio. Estamos pagando dos y tres veces más. Los únicos beneficiados son los empresarios. Esto sólo es posible en el país donde todo se puede.
Acaba de terminar el período para presentar la declaración de renta. Muchas personas que antes no pagaban una cantidad extra, este año sí lo hicieron. Nadie da explicación de por qué los ciudadanos a quienes las empresas les hacen las deducciones este año tuvieron que pagar más. Preguntemos por qué las telefónicas no pagan tanto (proporcionalmente), ni las ventas de los bancos y otras muchas empresas transnacionales. El que más gana, simplemente paga muy poco. El pobre explotado también por el Estado paga más. Esto sólo es posible en el país donde todo se puede.
Todo mundo habla de los derechos de los niños. Hay una violación a estos derechos que ya se nos hizo natural: los niños viajando en buses, se tienen que arrastrar por el suelo y así evitar que la máquina los contabilice y que sus padres paguen el pasaje. Obligar a que nuestros niños se arrastren, se ensucien para evitar pagar es una característica del país donde todo se puede.
En los últimos años los medios de comunicación han dado cuenta de investigaciones y acusaciones contra presidentes, ministros, alcaldes, diputados y otros funcionarios públicos por actos de corrupción, apropiación del dinero público, malversación y otras faltas. Incluso algunos guardan prisión. Sin embargo, ni los medios ni los funcionarios del Órgano Judicial hablan de restituir a la sociedad lo apropiado, lo robado. Al fin de cuentas, el país donde todo se puede.
El señor alcalde de Santa Tecla fue invitado por un canal de televisión para conversar sobre los dos años de gestión edilicia. Se dijeron muchas cosas: se cobran impuestos por las cámaras instaladas en la ciudad, por la seguridad y otras mejoras, pero poco se dijo del ruido. Las discotecas, restaurantes y demás antros pareciera que tienen permiso para no dejar dormir y descansar a la población. Aunque todos los ciudadanos pagan impuestos, eso no vale, sólo el dinero de dichos negocios. Promesas de campaña electoral. Incumplimiento de su palabra. Así es la vida en el país donde todo se puede.