El poder de la relación entre humanos y animales

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El poder curativo de la relación entre humanos y animales

Con el rescate de dos caballos criollos, Sirena y Capitán, surge el proyecto de una Granja Pedagógica, para concientizar a la población sobre el respeto entre humanos y animales a través de actividades formativas y educativas especializadas en áreas cognitivas, emocionales y sensoriales.

Fotografía por Alejandro Martínez

Por Natalia Gómez

 

La Granja Pedagógica Sirena y Capitán es un centro interactivo humano-animal, en donde se promueve la relación de bienestar entre humanos y animales, a través de talleres, visitas y terapias. Naara Salomón dirige el proyecto en conjunto con el veterinario Francisco Espinoza. Ella en sus 15 años de experiencia, colaboró trabajando en terapias asistidas con perros en la Fundación 4 Patas y asistida con equinos en la Granja Pedagógica. Como miembro de la Asociación Suiza de Zooterapia, ha brindado conferencias en Suiza en el Hospital de Ginebra HUG y el hospital de la ciudad de Monthey, sobre la aplicación de su profesión como terapista en El Salvador.

Todas las actividades en la granja son asistidas por los animales. “La presencia de los animales nos recuerda nuestro animal profundo porque somos seres humanos, pero también somos animales. Esa animalidad nuestra que se relaciona con otras especies nos recuerda nuestros orígenes, lo que todos compartimos”, relata Naara Salomón. En esta base se fundamentan las terapias y talleres que brinda la terapista, manejando conceptos claves para hacer que cada una de estas visitas sean experienciales, a través de las distintas dinámicas que realiza. 

La razón por la que se trabajan con dinámicas en las terapias y los talleres tiene una base pedagógica. Naara Salomón explica que “si las dinámicas se trabajan dentro de nuestro cuerpo, y no solamente hablando intelectualmente, las incorporamos y las hacemos propias. De esa forma nuestra memoria sensorial graba esas experiencias positivas para que estas superen las negativas que también afectaron en cuerpo”. En estas actividades, los animales son los principales asistentes para que la práctica se desarrolle y los visitantes asimilen la teoría de forma inolvidable.

Naara Salomón, terapista de la Granja Pedagógica Humano-Animal; foto por Alejandro Martínez

Maritza Verónica Amaya es psicóloga del Hospital Nacional San Rafael y se encarga de los grupos de sobrevivientes de abuso sexual: niños, niñas, adolescentes y adultos. Durante 6 meses ha sido testigo del trabajo que se realiza en la Granja Pedagógica acompañando ahí al grupo de sobrevivientes que visitan el lugar mensualmente. 

“Siempre he considerado que la parte farmacéutica y terapéutica no es suficiente, entonces trabajamos con granjas terapéuticas y otros métodos. La interacción que los niños han tenido con los animales ha sido fantástica. Al principio venían un poco más alterados y temerosos. Ahora ya se ven más tranquilos, menos ansiosos y obviamente llevando en sí la mentalidad de ser unos niños valientes. Y, pues, les da miedo porque no están acostumbrados a interactuar de esta forma con animalitos. Si tenemos un gatito o un perrito, casi que no le prestamos ni atención y tampoco lo consideramos como un ser importante para el cuido”,  expresa Maritza Amaya. 

“Aprovechamos ese miedo que tienen de la presencia de los animales, para ayudar a los pacientes a afrontar los traumas que han vivido. Si aprenden a superar ese primer miedo, ellos también son capaces de sobrepasar los demás. Así los encaminamos a su resiliencia”, añade Naara Salomón. 

La terapista comparte que mayormente la Granja Pedagógica es entendida como un espacio en el que solo niños pueden visitar. Sin embargo, también trabajan con empresas, instituciones, enfermeras o personas que deseen desarrollar habilidades de liderazgo y gestionar su estrés. “Nos dirigimos también a formar terapistas”, añade Naara Salomón. En las terapias emocionales como la del grupo del Hospital San Rafael, la Granja acompaña a los cuidadores o familiares de los pacientes, para que puedan revalorar su autoestima y la protección de los seres de los cuales son responsables. 

Francisco Javier Portillo Trigueros es un Ingeniero de 52 años que visita regularmente para montar el caballo que lo acompaña. En 1987 le diagnosticaron distrofia muscular y, el mismo año, comenzó a realizar fisioterapias convencionales. Intentó por primera vez las terapias con equinos en el 2008, sin embargo, dejó de montar durante dos años. “Perdí bastante condición en el sentido de equilibrio, manejo y autonomía al andar, hasta que empecé las terapias con Naara y ahora con Don Paco en una silla especial, volví a recuperar condición”, contó Javier Portillo.

Francisco Javier Portillo Trigueros, paciente de fisioterapia de la Granja Pedagógica; foto por Alejandro Martínez

“Don Paco Espinoza” es quien acompaña ahora al ingeniero Portillo. Don Paco explica que más que ser una fisioterapia, esta es una terapia emocional que lo hace olvidar que no es capaz de movilizarse con facilidad al andar. “Su autoestima se eleva y es capaz de relajarse”, dijo. 

Diariamente, el caballo realiza trotes que le demandan esfuerzo físico a Javier Portillo. “Para que una persona como yo, que tiene una discapacidad, el esfuerzo es mayor y por eso nos tienen que gustar bastante los caballos. La afición que tiene uno por lo caballos es nos motiva a hacer el esfuerzo para poderse mantener. Es importante encontrar el caballo adecuado para cada persona”, aclara Portillo. 

“Europa, Norteamérica, Sudamérica, Cuba y Costa Rica están apostándole mucho a este tipo de terapias alternativas asistidas por los animales”, compartió Naara Salomón, quien es originaria de Suiza. Desde su infancia ella siempre tuvo una conexión especial con ellos, y se relacionó por años con los caballos. Este camino la llevó a desarrollar, en El Salvador, uno de los escasos lugares en donde se comparte esta nueva forma de convivencia entre seres vivos.