En la búsqueda de un pleno abastecimiento

A lo largo de varias décadas, las comunidades que residen en la zona del Bajo Lempa han recurrido a diferentes alternativas y recursos que les permitan un servicio regular de agua potable. Pese a los avances obtenidos hasta el momento, aún hay trabajo por hacer e incógnitas que resolver  con el fin de establecer un sistema de agua permanente que abastezca a las mil ochocientas familias de la zona.

Alex Trejo conduce una lancha con garrafones de agua hacia la comunidad Montecristo, en el Bajo Lempa. Foto por Lucas Martínez.

Por Ariel López y Lucas Martínez

 

Amanece en la desembocadura del Bajo Lempa. Los tenues rayos matinales se escabullen a través de las casas de los habitantes de Montecristo. Uno de ellos, Christian, es alcanzado por la luminosidad y se despierta. Se levanta de su cama, revisa el calendario de su sala y observa que es lunes. En consecuencia, recuerda que a su comunidad, Montecristo, le corresponde garantizar el servicio de agua potable ese día.

Christian Adonay es un joven de 21 años, mediana estatura, cabello rizado y su amplia sonrisa es el rasgo más distintivo de su rostro. Ha vivido en Montecristo desde su infancia y sueña que un día se convertirá en ingeniero en sistemas. Ha tenido una buena formación académica, por lo que en ese sentido no ve impedimentos. Sin embargo, la falta de agua representa un dilema con el cual diariamente deben lidiar él y el resto de sus vecinos.

Montecristo está ubicada cerca de la desembocadura del Río Lempa, al sur del departamento de San Vicente. Es conocida coloquialmente como “La Isla”, por la necesidad de utilizar  una embarcación para llegar hasta ahí. La tarea de conseguir agua potable para todos sus habitantes se dificulta aún más para Montecristo, en comparación con el resto de comunidades del área del Bajo Lempa. Esto, debido a que el agua debe ser trasladada en “pichingas” sobre una lancha a través del río. 

Además, existen otras complicaciones con las cuales ellos tienen que lidiar. “La situación del agua en la Isla es escasa, se han hecho proyectos para obtener agua. El proyecto más grande fue un filtro en el centro comunal, pero por el estado del agua (salada), el filtro dejó de funcionar y hace dos años que no se está usando”, comentó Christian Adonay.

La situación de Christian y su comunidad se suma a las estadísticas globales presentadas por la Organización Mundial de la Salud, en su estudio denominado “Agua”, publicado en el 2019 y que precisamente  aborda el acceso a un servicio básico de suministro de agua potable. Según ese estudio, el número de personas que a nivel mundial no cuentan con  acceso directo a un suministro de agua es de 844 millones, tomando en cuenta 159 millones de personas que dependen de aguas superficiales. 

Además, los estudios realizados por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), establecen que la zona del Bajo Lempa pertenece al 10% de la población en el área rural de El Salvador, que solo recibe agua menos de dos horas al día, por cuatro días a la semana.

Etapa primaria

Con el fin de solventar la problemática, en 2017, la junta directiva de la comunidad Montecristo logró acordar un convenio con la Asociación de Desarrollo Comunal Lempa Abajo (ADCLA), la cual se encarga de administrar un sistema de agua ubicado a unos 20 kilómetros de distancia, en la comunidad San Carlos Lempa. 

El sistema de agua en San Carlos Lempa nació en el año 1995, con la urgente necesidad de abastecer de agua potable a las 15 comunidades que la constituían. En aquel entonces, entre 30 a 40 familias conformaban dicha comunidad. Luego de transcurridos más de 20 años, ha crecido la demanda de usuarios a un aproximado de 1,500 familias y también las comunidades aumentaron de 15 a 27, sin tomar en cuenta aquellas familias que dependen de otras para subsistir y obtener el vital líquido. 

Patrocinio Dubón, presidente la ADCLA, lamenta que, en 24 años, los administradores del sistema no quisieron tomar en cuenta que las familias iban a crecer y, por lo tanto, esto no fue una prioridad de inversión. “El sistema fue creado en el 95 para aliviar la necesidad de ese momento, no para el futuro”, dijo Dubón.

El sistema fue donado por la cooperación internacional, quien realizó los estudios correspondientes y puso en marcha el proyecto. Este consistió en la instalación de un tanque de almacenamiento de 22 metros cúbicos, un sistema de rebombeo y una tubería principal que alimentaría al resto de las comunidades.

Infografía elaborada propia por Lucas Martínez.

Hoy en día, la principal preocupación de la gran mayoría de las comunidades es que la vida útil de la tubería principal, terminó en el 2014. Desde entonces, el equipo administrativo se ha visto obligado a adaptar el funcionamiento del sistema a la demanda. “Estamos forzados a racionar el agua para poder brindarle el servicio a todos”, aseguró Dubón. El racionamiento del sistema se realiza de la siguiente manera: en las válvulas de todo el sistema de abastecimiento de las comunidades se cierran durante los días lunes, miércoles y viernes. Esto, con el fin de darle agua a las cinco comunidades del sur, entre las cuales se encuentra Montecristo. 

Posteriormente, los días martes, jueves, sábado y domingo, se abastece al resto de las comunidades, las cuales constituyen el 90% de los residentes en el Bajo Lempa. Sin embargo, el principal problema no reside en la racionalización del agua potable, sino en la deficiencia del sistema de abastecimiento. 

El tanque de almacenamiento es demasiado pequeño, y sólo permite abastecer a los usuarios durante tres horas al día, cinco como máximo. Es entonces cuando los habitantes de toda el área del Bajo Lempa se ven forzados a buscar diferentes alternativas para evitar que el agua potable les haga falta. 

La escasez de agua vuelve a las comunidades susceptibles a enfermedades y también frena su propio desarrollo. El estudio “El Agua como Catalizador de Desarrollo” del Global Water Partnership (GWP, por sus siglas en inglés) en Centroamérica, demostró que anualmente fallecen cerca de mil niños menores de cinco años por la falta de una fuente segura de agua potable. Así mismo, el acceso al agua potable, no solamente previene deficiencias en la salud, sino que también crea oportunidades económicas, ambientales y educacionales para el desarrollo de comunidades.

En lo que respecta al caso de Montecristo, el convenio establecido con ADCLA abrió una puerta de abastecimiento de agua potable para dicha comunidad. Juntamente con el convenio, se creó un tanque de almacenamiento exclusivo para esa comunidad. 

Transportando el vital líquido

Cada cuatro días, antes de que la luz solar toque, irradie y avive las aguas del Lempa, y  mientras el canto de los gallos vocifera la llegada del amanecer, Alex Trejo se levanta de su cama y cruza el Río Lempa en una embarcación de aproximadamente seis metros de largo y 2 de ancho. Él y dos jóvenes más, se toman la tarea de llenar 100 garrafones de agua, de 5 litros de capacidad cada uno, y trasladarla hasta la Isla en un viaje largo y extenuante, para proveer con el vital líquido a las cerca de 40 familias que habitan Montecristo.

Christian suele sumarse a la pequeña tripulación de Alex y lo acompaña a realizar la tarea. Describe esta experiencia como “matadora”: sin importar que el sol aún no realice su entrada desde el horizonte, su frente y espalda escurren de sudor debido al duro y cansado trabajo que implica llenar cada uno de los 100 garrafones, cargarlos en la lancha, trasladarlos hasta la comunidad y repartirlos a cada una de las casas.

El trabajo que desempeña Alex Trejo consiste en destapar cada pichinga, lavarla por fuera y por dentro, secarlas para asegurarse que estén listas para la próxima vez que necesiten ir a llenarlas. 

Sin embargo, Alex no es el único que se encarga de llevar a cabo este trabajo. Recientemente, Pedro Murcia, actual presidente de la directiva comunal de Montecristo, se ha sumado a compartir la responsabilidad de acarrear el agua.

Una vez el agua está en la comunidad, cada habitante debe pagar 50 centavos de dólar por garrafón, un precio accesible para la gente de Montecristo. “Estas botellas se venden, porque se tiene que cubrir pagos de gasolina, tanque, mantenimiento de motor; lancha, y el salario de Alex”, comenta Christian.  

Sin embargo, también añade que el principal problema radica en que el agua del tanque es insuficiente. En palabras de Christian: “Regularmente se reparten dos o tres pinchingas por casa. Si no hay suficiente agua en el tanque, toca una por familia y Alex regresa al siguiente día para revisar si hay agua; si hay, llena y reparte lo que faltó. Si no, hay que esperar a que se llene el tanque de nuevo”, afirma.

Las amenazas al agua del Lempa

Actualmente, cuando las comunidades del sur se quedan sin agua, el único uso debe ser para cocinar y beber, para cualquier otra tarea los habitantes se ven obligados a ir al Río Lempa. No así las otras comunidades del norte, que resuelven con agua de puntera. Sin embargo, no todas las familias tienen punteras, o alguna otra fuente de agua potable disponible. 

Cabe mencionar además, que existe otro dilema con respecto al abastecimiento: el cultivo de caña. La principal consecuencia que dicho cultivo acarrea es que, a futuro, las aguas del Bajo Lempa corren el riesgo de volverse saladas. Además, factores como los agrotóxicos y la deforestación masiva representan una amenaza latente para este ecosistema.

Don Patrocinio asegura que, por su parte, en absoluto se opone al cultivo de caña. Sin embargo, le gustaría que esta se realizara con las debidas regulaciones. “Lo que quisiéramos es que el Gobierno, las municipalidades, como autoridades locales, crearan una ordenanza donde no se permita la quema ni la fumigación aérea. Que sigan cultivando caña, pero que ya no nos hagan daño”, comenta.

Añade también que, a la fecha, se han hecho esfuerzos con diferentes instituciones con el fin de estipular una ordenanza que regule el cultivo de caña, pero que estos nunca han logrado concretar un acuerdo. Por otro lado, también mencionó que la existe una directriz del Ministerio de Medio Ambiente, la cual establece que a 300 mts. de un asentamiento no pueden haber cañales, pero no se cumple.

Cabe hacer hincapié en el hecho de que en El Salvador no existe aún una Ley General de Aguas. Así mismo, de los anteproyectos de ley presentados a la Asamblea Legislativa, únicamente dos contemplan un Plan Nacional Hídrico, el cual plantea priorizar el consumo humano y el uso agropecuario y agroindustrial, apartados referentes a la protección y conservación de los recursos hídricos nacionales y también toma en consideración programas que velen por la prevención y el control de la contaminación y, además, los permisos de aprovechamiento del recurso.

Por otro lado, también hay que mencionar que en 2016 la ONU instó al país a declarar, dentro de su constitución, al agua como un derecho humano y prevenir cualquier vacío legal mediante la aprobación de la ley del agua.

Mejoras al sistema y mecanismo de abastecimiento

De vuelta a la situación en el Bajo Lempa, no todo lo relacionado al abastecimiento de agua potable ha sido negativo. En los últimos tres años, la ADCLA gestionó una serie de cambios que resultaron en un mejor servicio para todos los usuarios del sistema que gozan de conexión domiciliar.

“Al nacer el sistema, todos tenían una cuota fija, pero con el tiempo se adquirieron medidores. Ahora, cada quien paga lo que consume,” dijo Patrocinio.

El sistema de pago es de la siguiente manera: el precio que deben pagar los usuarios está sujeta a los metros cúbicos que consumen. De cero a 15 metros cúbicos el precio varía hasta los $6.65 dólares, de 15 a 20 metros cúbicos son $0.50 centavos de dólar adicionales por metro; finalmente, de 20 metros cúbicos en adelante, el precio incrementa a $1.13 dólares más por metro adicional. 

Dubón explica que las tarifas las deciden en asamblea de socios, mientras que la junta directiva se encarga de dar cumplimiento a los acuerdos establecidos. También, añadió que cada una de las casas de la comunidad cuenta con sus respectivos contadores, con el fin de llevar el debido registro y consumo que estas hacen del servicio de agua y así poder determinar de manera más equitativa las tarifas que les serán asignadas.

Así mismo, otra de las gestiones más significativas fue el cambio de 1,750 metros de la tubería primaria del sistema de abastecimiento. Esta mejora se hizo desde la comunidad Santa Bárbara en San Vicente, donde se encuentra la fuente principal del sistema, hasta la carretera el Litoral. El precio de esta obra fue de 59 mil dólares, que fueron obtenidos a través de un préstamo, el cual aún se encuentra en proceso de pago. Sin embargo, aún restan 13 kilómetros de tubería que necesitan ser reemplazados.

Con la mira en el futuro

Las proyecciones a largo plazo respecto al sistema son, en primer lugar, reemplazar el tanque por otro que sea más de diez veces mayor, con capacidad de 250 metros cúbicos, cuyo costo aproximado ronda los $52 mil.

Teniendo en cuenta dicha inversión, Patrocinio Dubón expresa, “Con los recursos en la mano, el tanque bien lo hacemos con $45 mil. Como asociación, ponemos una contrapartida de 10 mil dólares, no en efectivo, sino más bien, como mano de obra”.

Cabe agregar además que otras mejoras que se tienen contempladas son el cambio de toda la red primaria de entrada a las bombas ubicadas en San Carlos Lempa, luego de que estas ya tienen muchos años de haber sido instaladas y, en consecuencia, presentan anomalías.

Tanque de almacenamiento de agua ubicado en La Pita, San Vicente. Foto por Lucas Martínez.

El sueño de la ADCLA es tener un servicio de agua potable que permita el abastecimiento a los usuarios las 24 horas del día, los siete días de la semana, pero según Patrocinio, el obstáculo más grande, es el dinero. Ya que, según los estudios y cálculos realizados, para hacer todas las mejoras que necesita el sistema, se necesitan en total 1.5 millones de dólares. “Nosotros no tenemos ese dinero. pero el Señor los tiene”, afirma con fe.

Mientras tanto, comunidades como la de Christian continúan buscando formas de obtener una fuente segura de agua potable. Una burbuja de agua dulce, ubicada a dos kilómetros al oeste de la comunidad en una plantación de marañones, fue encontrada y estudiada con el propósito de convertirla en una fuente estable y saludable para la comunidad. 

La fuente alimenta de agua a una marañonera de más de diez manzanas de extensión, la cual representa la mayor fuente de ingresos para la comunidad. Aquí aparece una disyuntiva, ya que al usar el agua para el consumo humano, se estaría consumiendo el agua que necesita la marañonera.

Giovanni Díaz, gestor comunal y habitante de la Comunidad Montecristo, afirmó que en el mes de abril de 2020, los habitantes de La Isla decidieron habilitar el uso de esta fuente durante la cuarentena decretada por el gobierno de El Salvador por la pandemia del COVID-19. “Logramos bombear agua de la marañonera para el valle, aquí hemos llenado un tanque en el que se está abasteciendo la comunidad como parte de las medidas preventivas y evitar la salida a La Pita”, sostiene.

No obstante, el invierno y el daño ocasionado por la tormenta Amanda a finales del mes de mayo, no solo hizo imposible transitar el camino hacia la marañonera, sino también dejó una vez más a la comunidad a la deriva con respecto a la obtención de agua limpia para el consumo. 

También hizo más difícil para Alex Trejo y don Pedro, la tarea de acarrear agua hasta la comunidad, debido a los desechos y restos de árboles que acarrea en invierno la corriente del Río Lempa.

 

El Bajo Lempa se mantiene en la búsqueda de un servicio de agua estable, Christian nuevamente ha tenido que despertarse con los primeros destellos del amanecer para embarcarse en una nueva cruzada, esta vez su propósito es diferente. Hoy reside en San Salvador porque debe cumplir con una beca de estudios. “Es difícil salir de la isla todos los días para estudiar, pues se necesita bastante ingreso económico para salir. Estoy en San Salvador porque es más fácil conseguirlo”, afirma. Sin embargo, realizar ese viaje no es su principal preocupación, a Christian lo que más lo inquieta es que su padre, su madrastra y su abuelo no tengan todavía una fuente de agua segura.

Christian Adonay en su comunidad Montecristo, Bajo Lempa. - Foto por Lucas Martínez.