El trabajo doméstico impactado por la pandemia

0

IMPACTOS DE LA PANDEMIA EN EL TRABAJO DOMÉSTICO

El trabajo doméstico en El Salvador involucra una población de 125,00 personas, de las cuales el 11.7% son mujeres económicamente activas. La pandemia impactó directamente a este rubro del empleo informal que no ha sido reconocido legalmente dentro del Código de Trabajo, pese ser una de las actividades que contribuyen a sostener la economía del país.

La OIT estima que el 70,4 % de trabajadoras domésticas se vieron afectadas de forma directa debido a la pérdida de empleos durante la pandemia en 2020. Foto Comunica.

La Redacción

La crisis sanitaria provocada por el COVID-19 impactó la economía a nivel mundial. La cuarentena obligatoria decretada en todo el mundo provocó una mayor precarización de los empleos informales, entre estos el del trabajo remunerado del hogar, conocido como empleo doméstico. La Organización Internacional de Trabajo (OIT) estima que el 70,4 % de trabajadoras domésticas se vieron afectadas de forma directa debido a la pérdida de empleos en las actividades económicas en los empleadores, reducción de horas laborales o pérdida definitiva de salarios.

Al igual que en los otros países de la región, el trabajo doméstico en El Salvador estuvo inicialmente ligado a la esclavitud y a la servidumbre, específicamente de las mujeres. En la época de la colonia, fueron las mujeres indígenas las encargadas de las labores relacionadas con aseo, cocina, cuidado, entre otras tareas. En los albores de la República se deroga la esclavitud en la Constitución de 1841, sin embargo, una de las causas de suspensión de los derechos de ciudadanía era “el estado de sirviente doméstico”, como se consigna en esa primera Constitución.

Las trabajadoras del área siguen cargando a sus espaldas aquella herencia, ya que con el pasar de los años su situación sigue siendo desventajosa al no lograr acceder a un salario mínimo que garantice la canasta básica para su hogar, no contar con jornadas laborales fijas, no poseer seguridad social ante enfermedades, no tener en sus manos contrato que les permita hacer valer sus derechos como parte del sector laboral del país, dejar a sus hijos por criar los de otras familias, etc.

Para el año 2013, según la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM), 9,180 personas que laboraban como parte del sector de servicios domésticos se encontraban entre los 60 – 70 años o más. La Política Nacional del Adulto Mayor categoriza dentro de este grupo etario a toda persona mayor de 60 años, quienes de acuerdo con la Organización Mundial para la Salud OMS son más vulnerables a contraer el virus.
Estela tiene 60 años de edad, perdió su trabajo en marzo de 2020 debido al cerco sanitario y a la prohibición de ingresar a un municipio ajeno al lugar de residencia, ya que ella es originaria de Santo Tomás y las casas en las que ella trabajaba de lavar, planchar, hacer limpieza y cocinar están ubicadas en otros municipios.

Ella cuenta que desde la cuarentena hasta la reactivación económica en agosto, su forma de vida fue inestable. Su hijo, quien vive en Estados Unidos, también dejó de trabajar, por lo que solo podía enviarle 50 dólares al mes para ayudarle con los gastos. Estela y su familia fueron beneficiarias de las canastas alimenticias entregadas por el gobierno, pero estas no fueron suficientes para hacer frente a la situación en la que se encontraba, debido a la falta de ingresos.

Marta Saldaña, del Sindicato de Trabajadoras del Hogar Remuneradas Salvadoreñas (SIMUTHRES), explicó que la mayoría de las agremiadas al sindicato trabajan por días y sus ingresos se han visto muy reducidos, a partir de que sus empleadores están en casa y debido a que, por el aislamiento social, a muchas les han dicho que no lleguen a trabajar, hasta que se levante la cuarentena domiciliar.

Claire Hobden, de la Oficina Técnica de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), dedicada a velar por los derechos de los trabajadores vulnerables explicó que “La crisis de COVID-19 ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad particular de los trabajadores y las trabajadoras domésticas informales, y la necesidad acuciante de que se les incluya efectivamente en el ámbito de protección laboral y social”.

La edad de la mayoría de las mujeres dedicadas al trabajo doméstico oscila entre los 20 y los 40 años. Imagen tomada de freepik.es

Un empleo con rostro de mujer

La OIT también menciona que las trabajadoras del hogar, quienes se quedan a dormir en su lugar de trabajo, durante el confinamiento tuvieron que quedarse en sus sitios de labores, con sus empleadores, lo cual provocó que trabajaran más horas a causa del cierre de las escuelas (cuando hay menores en casa) y han estado realizando tareas de limpieza más exigentes para evitar los contagios.

El trabajo doméstico reproduce los roles de género y la forma de crianza en el país, siendo las mujeres las principales trabajadoras del servicio doméstico remunerado. La Encuesta de Propósitos Múltiples del año 2019 (EHPM) reveló que el 11.7 % de mujeres económicamente activas realizan ‘’servicios domésticos’’, frente al 1.1 % de participación de los hombres en esta rama económico.

Entre los años 2007 y 2017, «las mujeres representaron el 89.7 % de las personas dedicadas al trabajo doméstico, encargadas mayormente de actividades propias del hogar. Mientras que los hombres se desempeñaron como jardineros, choferes o mayordomos». Además, según esta misma encuesta, las mujeres dedicadas a este oficio en su mayoría oscilan entre los 20 y los 40 años de edad. A partir de los 45 años la cantidad de mujeres que se dedican a este oficio comienza a reducirse.

Estela comenzó a trabajar en casas ajenas a los 15 años, cuando aprendió el oficio con su mamá. Sin embargo, debido a sus padecimientos de salud desde los 45 años, se quedó trabajando algunos días sí y otros no. Este contexto hizo que su situación fuera más complicada, pues al no percibir un ingreso diario, se dificulta el pago de servicios y compra de alimentos para ella y su familia.

Por su parte, Aída Flores, secretaria general de Sindicato de trabajadoras del hogar remuneradas salvadoreñas (SIMUTHRES) menciona que esta situación es común en este rubro. ‘’Día que uno trabaja se lo pagan y sino trabaja, pues no se lo pagan, aunque el Gobierno diga que lo paguen si los empleadores no quieren no lo hacen. Muchas de ellas son jefas de hogar, tienen hijos a su cargo y a veces a la mamá, y no tienen otro ingreso para sobrevivir, hay muchas compañeras que están en una situación bien deplorable”, señala.

El artículo 192 del Código de Trabajo dice lo siguiente: “Los trabajadores que de común acuerdo con su patrono trabajen en día de asueto, devengaran un salario extraordinario integrado por el salario ordinario más un recargo del ciento por ciento de este. Si trabajan en horas extraordinarias, el cálculo para el pago de los recargos respectivos se hará en base al salario extraordinario establecido en el inciso anterior”.
Pese a estar regulado en la ley, esto no lo cumplen todos los empleadores de las trabajadoras, asegura Glenda López, quien durante 5 años laboró como trabajadora del hogar y nunca recibió un pago por horas extras o por los días de asueto.

La situación se agudizó durante la pandemia, pues los empleadores les pidieron a las empleadas no llegar hasta que se reanudaran las actividades económicas, pero también les suspendieron el pago de su salario. Esto precarizó más la vida de estas mujeres y sus familias.

Las trabajadoras del hogar en El Salvador no gozan de un seguro de salud adecuado, poniendo en riesgo mayor su integridad física y al de su familia. Imagen tomada de freepik.es.

La reinvención

La pandemia y la falta de oportunidades ha llevado a las mujeres a buscar nuevas formas de obtener ingresos. ‘’La crisis que enfrentan es tal que están desempeñándose como vendedoras informales, vendiendo incluso mascarillas y guantes por la demanda de estos productos ante el COVID-19, arriesgándose a sanciones de la Policía’’, apuntó la dirigente sindical Aída Flores.

La pérdida de empleo durante la pandemia y la necesidad llevaron a emprender a Margarita Martínez, de 45 años. Ella menciona que ‘’desde cipota’’ aprendió a trabajar ‘’ajeno’’ y que debido a la cuarentena obligatoria, ahora se dedica a vender pupusas.

Margarita comenta que casi toda su vida la ha dedicado al trabajo del hogar remunerado. “Poco a poco, me fueron llamando de algunas casas, que fuera a lavar y planchar y a veces, ya estando allí, una no solo lava y plancha, si no que la ponen a hacer limpieza o a veces la comida; de manera que se pasa todo el día allí”, comenta.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) estima que las mujeres que continuaron el desarrollo de sus actividades domésticas, se vieron presionadas a pernoctar en sus lugares de trabajo, manteniéndose alejadas de sus familias, aumentando sus horas laborales y sin el descanso adecuado. Tras la reactivación económica, las mujeres que regresaron al trabajo del hogar remunerado continúan exponiéndose a contraer el virus en el transporte público, convirtiéndose en potenciales transmisoras del mismo en sus hogares.

De acuerdo con el informe ‘’ Trabajadoras remuneradas del hogar en América Latina y el Caribe frente a la crisis del COVID’, publicado por la CEPAL en diciembre de 2020, las trabajadoras del hogar remunerado en El Salvador no gozan de un seguro de salud adecuado, poniendo en riesgo mayor su integridad física y al de su familia.

Cabe destacar que en el sector informal, el Instituto Salvadoreño del Seguro Social registra 3,361 inscripciones en distintas actividades económicas, desde su puesta en marcha. Mientras que en el sector doméstico entre 2010 y 2019 se inscribieron más de 1,900 trabajadores.

Consecuentemente, ni Estela ni Margarita han cotizado al Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS) o a las administradoras de pensiones. Estela, a pesar de que tiene 60 años y de que cumple el requisito de edad para jubilarse y recibir una pensión (55 años), no está jubilada ni recibe una pensión porque nunca ha cotizado, ya que para el trabajo del hogar remunerado no se obliga a los patronos a pagar las prestaciones de seguridad social.

Los salarios promedios mensuales más bajos por actividad económica son los de «Hogares con servicio doméstico», con una media de $186.80. En este tipo de empleo también existe una brecha económica cuando hablamos de hombres y mujeres: ellos ganan $305.45 mensuales versus los $170.58 que perciben sus pares mujeres por realizar las mismas tareas del hogar remuneradas, según EHPM, 2019.

En la práctica, muchas trabajadoras del hogar remuneradas no llegan ni a esta suma. En el caso de Margarita, su paga oscilaba entre los $7.00 u $8.00 por día. Si lograba trabajar de lunes a sábado, sumaba $42.00. Es decir que al mes, su salario era $168,00 lo que equivale al 56 % del salario mínimo establecido para comercio y servicios.

En otra posición de esta realidad está Ana Ávalos de 45 años, una extrabajadora del hogar, quién aseguró que durante la pandemia no tuvo crisis económica ya que al contar con un empleo formal en una empresa, estuvo recibiendo su salario, sin embargo, ella se solidarizó con las mujeres que pasaron por un mal momento por la falta de recursos económicos.

El trabajo del hogar también provoca enfermedades profesionales. Margarita padece de artritis y dolores de espalda, producto de las extenuantes jornadas de lavado de ropa a mano y planchar.

Además de trabajar de manera remunerada para otros hogares, estas mujeres también hacen el trabajo doméstico para sus propias familias de manera no remunerada, pasando la mayor parte de su vida realizando labores domésticas de manera inequitativa, pese a que en su casa cuenten con un compañero de vida.

La primera Encuesta Nacional De Uso Del Tiempo, El Salvador 2017 proporciona información sobre la distribución del tiempo en las actividades remuneradas y no remuneradas (autoconsumo, trabajo doméstico y de cuidados), de la población de mujeres y hombres de 12 años y más, muestra que las mujeres dedican cinco horas diarias al trabajo doméstico, mientras que los hombres solamente dos.

Los avances para reconocer el trabajo del hogar en El Salvador han sido pocos, pese a que este oficio satisface necesidades que permiten la reproducción social. Imagen tomada de freepik. es.

La deuda del Estado con las trabajadoras del hogar

La protección social al trabajo doméstico es uno de los principales desafíos no solo para el Estado salvadoreño. El trabajo doméstico es uno de los sectores laborales con más bajas o exiguas coberturas de los seguros sociales en el mundo.

Se estima que las trabajadoras y los trabajadores domésticos representan entre el 4 y el 10 por ciento de la fuerza laborar en los países en vías de desarrollo y cerca del 2 por ciento en los países industrializados. Detrás de esas cifras existen personas, en la mayoría de los casos una mujer o una niña que trabaja infatigablemente para que otros puedan desempeñarse en el empleo remunerado, aumentar el bienestar material y emocional, y llevar una vida con relativo nivel de confort. Allí donde la prestación estatal de servicios de cuidado y otros de carácter social es insuficiente, el trabajo del hogar remunerado viene a cubrir ese vacío, permitiendo un mayor equilibrio entre la vida laboral y familiar para muchas familias.

Casos como el de Estela y Margarita reflejan la deuda pendiente del Estado Salvadoreño ante la falta de regulación y protección a las mujeres que trabajan en los hogares, para poder garantizarles condiciones de trabajos dignos, según como lo estipula el Convenio 189 y la recomendación 201 de la Organización Internacional de Trabajo (OIT).

En el año 2011, los estados miembros de la (OIT) adoptaron en la 100ª Conferencia Internacional del Trabajo (CIT) el Convenio 189 sobre las trabajadoras y los trabajadores domésticos. Este instrumento representa en la práctica el consenso entre los gobiernos, los empleadores y los trabajadores sobre brindar a las y los trabajadores domésticos los mismos derechos que al resto de los trabajadores asalariados.

La adopción del convenio y de su Recomendación número 201 representa un salto relevante en el campo jurídico internacional para garantizar derechos laborales –incluyendo el derecho a la seguridad social– a una categoría ocupacional que, además de estar en gran medida subvalorada, ha permanecido al margen en las legislaciones nacionales.

El Convenio 189 busca garantizar que las trabajadoras domésticas cuenten con condiciones no menos favorables que las aplicables normalmente a otras categorías de trabajo y brechas de género, y reconoce que para alcanzar este y otros objetivos es necesario considerar el contexto de cada país y las características específicas del trabajo doméstico.

La Recomendación 201 complementa y define medidas concretas para hacer efectivo lo establecido en el Convenio No. 189. En este se establecen las garantías básicas para ofrecer a los empleados las condiciones óptimas para asegurar su calidad de vida y sus derechos laborales, como la libre asociación, salario mínimo, seguridad y salud; establecido todo lo anterior acorde a la «OIT- Protección social al trabajo doméstico en El Salvador. Desafíos de la OIT para América Central, Haití, Panamá y República Dominicana 2020».

Aunque informes técnicos de la OIT muestran que El Salvador tiene un espacio favorable para armonizar la legislación nacional con los instrumentos jurídicos internacionales, en particular, con el Convenio No. 189 y la correspondiente recomendación No. 201, El Salvador no ha ratificado tal convenio para generar mecanismos de protección para las y los trabajadores domésticos y especificar términos que se encuentran en la normativa internacional y que estas brechas no se aborden de distinta manera, esto acorde a lo publicado en el informe del «Sistema de información sobre las normas internacionales del trabajo NORMLEX».

Según datos proporcionados por la dirección general del ISSS, en el 2019 solo se registraron 211 trabajadores como nuevos cotizantes.

Los avances para reconocer el trabajo del hogar en El Salvador han sido pocos, pese a que este oficio satisface necesidades que permiten la reproducción social, aumenta la disponibilidad de bienes y servicios de la economía nacional en beneficio de los individuos y el trabajo del hogar es una de las dimensiones menos reconocidas de la contribución de las mujeres al desarrollo y a la supervivencia económica de los hogares.

Aún se espera la resolución de la petición ante la Sala de lo Constitucional para regular el pago de las trabajadoras del hogar remuneradas al salario mínimo nacional de $300, y de esta forma asegurar una retribución económica digna como se menciona el acuerdo 189 de la OIT, además de reivindicar sus derechos laborales y reducir el índice de acoso laboral en las empleadas, según el convenio 190 de la OIT.

Con la pérdida de empleos a raíz de la pandemia y de la inestabilidad laboral de las mujeres que laboran en el «servicio doméstico», se espera que la Asamblea Legislativa inicie un proceso de revisión de la Ley Especial para las Trabajadoras del Hogar, para que casos como el de Estela, Margarita y Glenda, no se sigan repitiendo en futuras generaciones de mujeres que se dediquen a esta actividad económica.