Masacre en las gradas de Catedral, 1979
“Nosotros estábamos simplemente esperando a que entraran a Catedral y llegaran a matarnos”, relato por primera vez Moisés Quintanilla González, ante el XI Tribunal Internacional para la Aplicación de la Justicia Restaurativa, 40 años después de ocurrida la masacre.
Por Rebeca Abrego y Natalia Gómez
Es el 8 de mayo de 1979. Se acerca el mediodía, y nadie sabe lo que está a punto de ocurrir en plena luz del día en los graderíos de 1, está junto a sus compañeros pidiendo la liberación de otros revolucionarios capturados por el gobierno. El templo está tomado por miembros de organizaciones populares.
Decenas de manifestantes llegan en marcha para concentrarse frente a la entrada principal de Catedral y se quedan ahí. Los dirigentes del BPR inician sus discursos denunciando la captura de sus miembros, días atrás.
De repente… sin esperarlo, empieza una lluvia de balas. El ruido de los cuerpos cayendo hace eco por todo el lugar. Agentes de la Policía Nacional y de la Guardia Nacional están disparando a todos los que se encuentran frente a la iglesia. Hay francotiradores en los edificios cercanos a la Plaza Gerardo Barrios. Los disparos son muchos, y las muertes también.
La gente que puede sale corriendo, pero las balas terminan de alcanzarlos. El caos aumenta. Algunos intentan desesperadamente entrar al recinto sagrado, pero caen muertos. Después de unos minutos hay cuerpos amontonados por todo el graderío del templo. Moisés Quintanilla González está entre los sobrevivientes e intenta llegar a la puerta, pero una bala lo alcanza. Y, si no fuera por el bolígrafo metálico que lleva en la bolsa de la camisa, el resultado de ese tiro hubiera sido diferente.
La bala que ha sido desviada por el metal del lapicero, por suerte entra y sale del cuerpo de González. El impacto lo tiró al suelo; está herido, cerca de las gradas. “Yo no sabía si estaba herido o si ya estaba muerto”, rememora 40 años despues. Ahí, sin estar completamente consciente, González sabe que debe entrar a la casa de Dios. Como puede, decide arrastrarse por las gradas. Los cuerpos de sus compañeros caen sobre él al ritmo del tiroteo. Se abre paso entre los heridos y los muertos para llegar a la puerta, a esa pequeña esperanza. Quintanilla se va acercando, poco a poco. Inesperadamente, llega esa mano que lo soluciona todo (o casi todo), y alguien, desde dentro, lo hala.
Ya es pasada la una de la tarde. La masacre continúa. Los cuerpos de seguridad siguen disparando. Hay muchos muertos en la calle y en el graderío. Adentro, Moisés respira un poco más y se da cuenta de la magnitud del caso. Sin embargo, los sobrevivientes nadie se imagina que la pesadilla continuará hasta el siguiente día. Y así es. Los disparos persisten toda la tarde y toda la noche hasta el 9 de mayo de 1979.
Los heridos están acorralados dentro del templo. Pasa la noche, y, en la madrugada, la Cruz Roja llega finalmente. Algunos de los cuerpos son recogidos, y algunos heridos son llevados al hospital. No obstante, la angustia continúa, y ninguno de los sobrevivientes es capaz de salir durante todo el día 9. Sin comer, sin dormir en toda la noche, los miembros del BPR siguen adentro, mientras la policía y la guardia aún acechan afuera.
Finalmente, a eso de las cuatro de la tarde hay una posibilidad para que Moisés y sus compañeros salgan. Grupos de salvadoreños han formado un cordón alrededor de la iglesia. Poco a poco, la Policía Nacional y la Guardia Nacional se alejan. Moisés y los demás miembros son avisados y, aún con temor, se preparan para salir en grupos.
Al final del día 9 de mayo Quintanilla sale acompañado de otros, para evitar ser identificado. Después de una larga noche y del sufrimiento vivido, Moisés Quintanilla está finalmente fuera y, aunque aún expresa el temor de ser perseguido y atacado, sobrevive luego de cuarenta años de la masacre.
El sueño de justicia
Cada año se celebra el Tribunal Internacional para la Aplicación de la Justicia Restaurativa (TIAJR) en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, con el propósito de revisar los casos de distintas violaciones a los derechos humanos, ocurridas en el contexto del conflicto armado, frente a jueces internacionales, expertos en derechos humanos. Entre los casos revisados este año está el de la masacre de Catedral.
Los jueces que dieron seguimiento a este caso el 25 de abril, son: José Ramón Juaniz (presidente del TIAJR), Antonio Maldonado (juez del TIAJR) y Aronette Díaz (jueza del TIAJR). Mientras que Moisés Quintanilla González es la víctima que testificó sobre aquella masacre de 1979. Por primera vez, gracias al espacio del Tribunal, Moisés tuvo la oportunidad de contar y denunciar ante la sociedad, la experiencia que afectó su vida.
“En 1982, mi padre muere, pero yo no puedo ir a la velación porque andaba siendo perseguido. […] Pasando una serie de situaciones con mi esposa, mi hijo y mi hija, nos amenazaron. Nos volvieron a amenazar por llamadas telefónicas. Lo único que decía la llamada era ‘muerte, muerte, muerte’. Es una persecusión exagerada. Es difícil entender que la gente no lo anda siguiendo a uno”, relató Quintanilla.
Debido a las amenazas, como consecuencia de haber participado en la manifestación, él y toda su familia salieron del país hacia México. Salieron de El Salvador para quedarse ahí por dos meses, gracias a familiares. Tiempo después, a través de las Naciones Unidas, llegaron hasta Australia, por medio de un programa humanitario. Aunque ya no vive en el país, asegura que aún siente temor.
En el desarrollo del proceso oral, también se mencionaron a las víctimas sobrevivientes y a los fallecidos en la masacre:
El siguiente video tomado de la cuenta de Youtube de Eduardo Rodríguez, sobre la masacre de estudiantes y campesinos salvadoreños cometida por la Policía Nacional, el 8 de mayo de 1979 en las gradas de la Catedral de San Salvador, muestra la crudeza de la masacre y otras ejecuciones cometidas por la Policía Nacional a finales de los 70’s. El video contiene tomas de la BBC, PBS y otros medios, y fue editado para la conmemoración del 32 aniversario de la masacre…
Nota: Se advierte que hay imágenes fuertes