Papá, soy gay
“Hay cosas que guardo, porque no puedo hablar libremente de mi identidad de género, mis creencias, ni de mis ideologías”, afirma Gabriela, refiriéndose al ambiente que vive en su hogar por el hecho de ser lesbiana.
Por Mezti Cornejo, Melissa Rosa y Gerson Cerén
Moisés Carballo tiene de 26 años y hace una década decidió revelarle a su padre que era gay, cuando apenas tenía 16 años. “Su reacción fue más de susto que otra cosa, porque era algo que no se visualizaba y, por ende, nunca se preparó para el escenario. No sabía cómo actuar, qué decir o qué hacer, no parecía enojado, triste o decepcionado, sólo asustado”, recuerda Moisés.
Fue por iniciativa propia que decidió confesarle a su padre lo de sus preferencias sexuales. Una noche mientras cenaban, sintió que el momento había llegado, para entonces su madre ya lo sabía, pero él creía que su padre también debía saberlo. Dentro de su interior sentía la necesidad de externarlo, no le gustaba ocultarse, “Yo quería ser yo y no tener que fingir ser alguien más”, declara con entereza.
La diversidad de género es una realidad que poco a poco va siendo aceptada por la sociedad. En El Salvador se han hecho algunas reformas en cuanto a derechos civiles y laborales para evitar la discriminación a personas pertenecientes al grupo LGTBIQ+. Sin embargo, aún queda un largo camino que recorrer.
Muchos padres todavía se niegan a aceptar la identidad de género y las preferencias sexuales de sus hijos e hijas. Hablar del tema inquieta, y en la mayoría de casos ni siquiera llega a ser tema de conversación entre padres e hijos.
Mauricio (nombre ficticio) es padre de familia, y afirma que si su hijo o hija fuese gay, lesbiana, bisexual o tuviera algún tipo de preferencias sexuales no tradicionales, se preocuparía por el bienestar del joven, ya que reconoce que este tipo de situaciones suelen ser muy complicadas.
Al mismo tiempo reconoce que debería hacer un gran esfuerzo por cambiar muchas actitudes personales para poder apoyar a su hija/o y ayudarle a que su vida sea más fácil. Él afirma que estaría dispuesto a hablar con él o ella sobre el tema y en ningún momento trataría de cambiarle, ya que si su hijo/a ha tomado la decisión de decirle la verdad es porque es algo que ya ha aceptado como parte de sí mismo/a.
Una noche Moisés preguntó a su padre que si venía enojado o estresado y al escucharlo decir que “no”, tomó el valor para contarle. “Le dije: papá soy gay, me gustan los chicos y ese es el estilo de vida que voy a llevar, todavía no sé cómo, pero ese es el estilo de vida que quiero llevar”, le dijo a secas.
Luego de aquella revelación, Moisés comprendió que su padre no estaba listo para tener un hijo gay, ni él estaba preparado para enseñarle cómo sobrellevar la situación. “Él estaba asustado” después de escucharlo, recuerda.
“No teníamos conversaciones muy seguido, pero tratábamos de mantener la relación papá e hijo. Aunque al principio fue muy difícil, luego sí logramos llegar a un acuerdo de actitudes y, sobre todo, normas de vida dentro de la casa que nos ayudaron a que las cosas marcharan bien y que hasta el momento sigan así”, concluye Moisés.
Gabriela Villacorta estudia Comunicación Social en la UCA, su caso fue distinto al de Moisés. Cuando su padre se enteró de que era lesbiana, reaccionó bastante mal. “Fue doloroso, horrible y no se lo deseo a nadie”, relata.
“Algunas personas le contaron que me habían visto con una mujer, entonces, así se dio cuenta. Y cuando me preguntó que si me gustaban las mujeres yo le dije que sí, y que me sentía cómoda con eso. Obviamente se lo dije llorando y él también estaba llorando, parecía como si un hijo se le hubiera muerto”, recuerda Gabriela.
Aquella reacción de su padre influyó negativamente en Gabriela, “porque al ser parte del grupo LGTBIQ+, lo que vos elegís ser es importante porque te identifica como ser, entonces, que mi papá lo rechazara fue feo, me hizo sentirme mal y me deprimí”.
Villacorta cuenta que “La relación con mi papá se había quebrado desde mucho antes que él supiera que yo era lesbiana y cuando lo supo se destruyó totalmente. Sí hablamos, vivimos en la misma casa, pero no me mantiene él y eso hace que sea más fácil”.
La joven dice no poder hablar abiertamente de muchas cosas con su padre porque él no lo permite, por ejemplo, no puede ir y decir “mirá tengo novia o me gusta tal persona”, porque sabe que la va a juzgar; por ello, dice que al final la decisión que tomó fue alejarse de él por el bien de su propia salud mental.
“Es difícil que te juzguen sólo por amar a alguien” reflexiona Villacorta; para ella un padre debería reaccionar diferente y decirle a su hijo o hija que está allí para apoyarlo/a, al mismo tiempo que debería mostrar interés por informarse más sobre el tema para poder ayudarle.
“Que tu hijo o hija sea de la comunidad LGBTIQ+ no te hace un mal papá, lo que te hace mal papá es que vos excluyas a tu propio hijo, lo juzgués y lo llevés a terapia para intentar “curarlo”, porque la sexualidad no es una enfermedad”, afirma.
El psicólogo y docente de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas UCA, Fernando Chacón, explica que el problema del rechazo hacia las personas de la diversidad sexual se debe a que en nuestra sociedad lo que impera es la ideología heteronormativa, es decir que la orientación heterosexual es la norma y lo que se considera “natural”.
Según el psicólogo, el hecho de que los padres rechacen, discriminen y se sientan traicionados al enterarse que sus hijos/as tienen preferencias no tradicionales, es el resultado de la socialización que han experimentado en el contexto salvadoreño, que es sumamente homofóbico.
Una pequeña encuesta por correo electrónico que Comunica realizó entre 29 personas, para esta nota, reveló que los padres entre más mayores son, tienden a rechazar la diversidad de género y sexual, mientras que los jóvenes muestran una mente más abierta.
Ante la pregunta ¿Cómo reaccionaría si se enterara que su hijo/a es gay, lesbiana, bisexual o tiene inclinaciones hacia otro tipo de preferencias no tradicionales? el 41.4% de hombres entre 31 y 60 años respondieron: “me molestaría, pero lo/la aceptaría”.
No obstante, la respuesta que obtuvo mayor porcentaje fue la de los hombres entre 15 y 30 años, de quienes el 51.7% dijo que “Lo/la aceptaría con gusto”, lo que podría apoyar que las nuevas generaciones de jóvenes se están volviendo más tolerantes ante este tipo de situaciones.
Según Chacón, los padres deberían informarse más para comprender mejor a sus hijos/as, escucharles más y sobre todo, estar en función de ellos/as, dejando de lado aquella posición de poder donde sienten que sus hijos son como objetos que les pertenecen y que por lo tanto pueden hacer lo que quieran con ellos.