Los juguetes son más de lo que creemos

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Los juguetes son más de lo que creemos

Por Antoni Pérez

 

El 20 de este mes se estrenó la cuarta entrega de Toy Story, catalogada como una de las más esperadas del año, aprovechando su recorrido de calidad y nostalgia, pero también un poco señalada como “innecesaria” debido al desenlace de la tercera que llegó hace 9 años, que sugería un cierre definitivo. Muy diferente como con “Los Increíbles 2”, también de la casa Pixar.

 

Pero como pasa con muchas películas y sagas importantes, que cierran todos sus arcos y unen todos lo hilos de forma épica, ya nadie pide otra entrega a menos que sea por el universo y no por los personajes, aún así, cuesta imaginarse una nueva película de una gran saga sin los personajes que la hicieron tan amada. Por eso regresa Woody y sus amigos. 

 

Las películas de Toy Story son grandes porque en parte nos cuentan acerca de la magia de la niñez y de los objetos importantes que nos recuerdan a ella, los objetos que mejor interpretaban estos momentos especiales son nuestros viejos juguetes. Por ello, las películas de Toy Story son bastante emocionales.

 

Esta cuarta entrega no está exenta de esa característica importante. Pero, no siempre generar emociones viene de la mano de una historia muy elaborada, a veces solo es cuestión de hacer contacto con el público a través de acciones de los protagonistas con las que se pueda identificar, o incluso preguntas que apuntan más a lo existencial. ¿Cuando acaba en verdad nuestro propósito? ¿Cuándo sabré realmente que lo he cumplido? O ¿qué sigue después? Estas son dudas que se hacen muy evidentes en esta película; podría decirse que “Toy Story 4” es la más madura de todas. Y aunque la cinta sea para toda las edades, no trata de cambiar su esencia con tal de atraer a nuevo público, es una película claramente dirigida a los que crecieron con la saga.

 

La historia no está llena de sorpresas o giros inesperados, su punto de partida ya no es original, también se hace de lado a muchos personajes, y no hay un villano tan marcado como en las anteriores. En su lugar tenemos una historia con nuevos personajes encantadores. Uno de ellos es Forky que solo es un tenedor desechable, pero que nos recuerda que quienes hacen a los juguetes son los niños y no las fábricas, esto es como imaginar a dos niños jugando con ramas de un árbol en lugar de sus figuras de acción. Claro, también Forky lleva su duda al público para hacernos reflexionar. Hay personajes que entendemos sus motivaciones, que se enfrentan a un desafío que nace desde su interior. 

 

Si se siente más como un spin off que como una secuela, porque ahora se centra más en Woody, pero es una buena película con la que se puede pasar grandes momentos, con la que se puede disfrutar, y también reflexionar, no porque trate de decirnos con qué valores vivir, sino, porque simplemente nos recuerda que los cambios en nuestras vidas no tienen porqué ser siempre algo malo.