El futbol femenino se juega en cancha desigual

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El futbol femenino se juega en cancha desigual

Alejandra Reyes es jugadora del Alianza Women y una de las pocas futbolistas asalariadas en El Salvador. Sin embargo, reconoce que la paga que recibe es insuficiente para sobrevivir de la profesión. A diferencia de Reyes, el futbolista masculino mejor pagado en el país gana 9,000 dólares al mes.

Foto del sitio web del C.D Fas/ La Liga de Fútbol Femenino inició en 2016 con 12 equipos de fútbol.

 

Por Redacción Comunica

La realidad a la que se enfrentan las mujeres que deciden ser jugadoras de fútbol sigue siendo dura. La historia de Alejandra Reyes no es única, pero es representativa del escenario del fútbol femenino en El Salvador: la desigualdad salarial hace que gran parte de las futbolistas abandonen su carrera para «trabajar».

La Dirección General de Estadísticas y Censos (Digestyc), reveló que en 2019 los hombres percibieron un salario promedio mensual de $373.40 frente a $306.11 que recibió la mujer salvadoreña. Es decir, los hombres ganan $67.29 más que las mujeres, lo que representa un 18% más para ellos. Si bien esta cifra no es tan alarmante comparada con la de otros países, donde el rango del salario entre géneros es mayor, en el fútbol hay un abismo que muestra la marcada desigualdad que existe en la sociedad.  A pesar que la brecha salarial entre hombres y mujeres en el mercado laboral actual sigue siendo alta, esta aumenta cuando hablamos de futbolistas.

En El Salvador, de acuerdo con un sondeo realizado en el 2018 por el Diario de Hoy se conoció que el futbolista mejor pagado gana 9,000 dólares al mes. En el caso de las futbolistas, son pocas las que reciben un salario, apenas Alianza Women, Fas y Limeño les pagan a algunas de sus jugadoras más experimentadas, sin embargo, el sueldo no pasa de los 300 dólares; una cantidad que refleja la diferencia salarial que existe entre ambos géneros.

Esto evidencia que el salario de la futbolista mejor pagada es 30 veces inferior al del mejor futbolista, una disparidad que se intensifica cuando nos percatamos que en el fútbol femenino no existe una remuneración justa ya que en esta modalidad se trabaja por viáticos, es decir, se les destina un valor económico por partido que no pasa de los 15 dólares.

Hasta el 2016 El Salvador no contaba con una liga de fútbol femenino. Con la creación de esta, integrantes de 12 equipos formaron parte del primer torneo con la esperanza de profesionalizar esta modalidad y tener mejores condiciones.

Desde su nacimiento, la Liga Mayor de Fútbol Femenino (LMF) se ha enfrentado a varios cambios que les han restado estabilidad a las jugadoras. Inició como categoría sub-20, pero en 2017 se cambió a sub-23, se agregó la sub-17 y se estableció que cada equipo inscrito debía contar con ambas modalidades, lo que abrió más posibilidades para la participación y preparación de las futbolistas, sin embargo, el mismo año se pasó a categoría mayor quedando solamente la sub-23, sin restricción de edad.

En 2019 la Federación Salvadoreña de Fútbol (FESFUT) agregó entre los requisitos para la inscripción de equipos masculinos, la inscripción de un equipo femenino de categoría mayor. Esta medida se dio bajo la petición de la Confederación de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe de Fútbol (CONCACAF) para otorgarle la licencia a los clubes. Esto es algo favorable pues abre oportunidades a las mujeres, pero a la vez refleja que la modalidad femenina lejos de ser vista como importante, por su desempeño, se convierte en una obligación para los clubes, lo que luego se evidencia en condiciones precarias y disparidades. 

Un campo de juego desigual

Ser mujer siempre ha sido un desafío. El deporte es una de las áreas que más luchas ha tenido que enfrentar la mujer para lograr cierta visibilidad. Históricamente, los deportes, especialmente aquellos con fuerte contacto físico, comenzaron a ser practicados solo por hombres. Un hecho siempre basado en la creencia de que las mujeres no estaban en buena forma física para practicarlos y que estos deportes “masculinizaban” sus cuerpos. Aunque estos conceptos provienen de la Antigua Grecia, no es necesario remontarse a través de una «máquina del tiempo» para encontrar las consecuencias causadas por tales pensamientos.

Uno de los deportes que más ha sido marcado por esta lucha de condiciones es el fútbol. Pese a que en los últimos años se han logrado avances en cuanto a la participación femenina, esta sigue siendo aún poco representativa y valorada, traducida en la desigualdad salarial que persiste entre ambos géneros.

La coordinadora de Proyectos Juveniles del Movimiento de Mujeres Mélida Anaya Montes (Las Mélidas), Edith de Lizondo, manifiesta que la función de las organizaciones feministas es denunciar este tipo  vulneraciones a los derechos de las mujeres y en el ámbito de la desigualdad salarial; en el área de los deportes es más difícil, porque aún son espacios masculinizados: “Los hombres aún se creen dueños de esos espacios, entonces nuestra labor es denunciar esas situaciones a las que se enfrentan las mujeres, exigimos el real cumplimiento de la leyes”,comenta.

Diana Sigüenza, psicóloga y cofundadora de la empresa See Woman Latan, organización que promueve la equidad de género con enfoque de sostenibilidad, comenta que “no solo en el mundo del fútbol las mujeres están luchando por la igualdad de género e igualdad de salarios, en el mundo corporativo hay muchas mujeres que logran cargos de liderazgos, pero, aunque llegan a ser gerentes o directoras, el pago siempre sigue inequitativo, no es el pago que debería ser”. Es decir, la brecha salarial es una limitante que enfrentan las mujeres para poder trabajar.

Reyes, delantera del Alianza Women, es una de las pocas futbolistas que recibe un salario en El Salvador. Sin embargo, reconoce que es insuficiente para sobrevivir de la profesión: “Tenemos un salario mensual, sí tenemos fecha fija de pago y todo eso, pero no es un salario digno de una profesión, digamos”, afirma.

Foto cortesía/ Alejandra Reyes, jugadora de Alianza Women, consiguió el título argentino en el 2017, un hito histórico al ser la primera salvadoreña en lograrlo.

El caso de Reyes es significativo, ya que viene de una familia futbolera, por lo que su carrera inició a los 5 años de edad, lo que le ha permitido tener una gran trayectoria, por ejemplo, jugó por 3 años en el River Plate, uno de los principales equipos argentinos. En su paso por el cuadro millonario llegó a ser campeona goleadora, otorgándole el campeonato al club. Además, se convirtió en la primera salvadoreña en ser campeona en un equipo extranjero.  La experiencia de esta futbolista es amplia. Sin embargo, en El Salvador su palmar deportivo no ha sido reconocido como debería, pues como ella menciona, no recibe un salario justo acorde con su capacidad.

Raquel Ramírez, quien juega en el mismo equipo que Alejandra, expresa su descontento ante la situación. Según ella, la desigualdad salarial no solo es vista en los equipos, sino también es una práctica recurrente en la selección: “Dos meses de una eliminatoria para preclasificación mundial, y esos dos meses no crea que son pagados si no que son dos meses de solo viáticos y lo más que sacas de viático son 15 dólares, ni para la gasolina sale”, afirma.

Esta problemática de la desigualdad salarial entre mujeres y hombres futbolistas que afecta el desarrollo del fútbol es una situación estructural, propiciada desde la inequitativa repartición del presupuesto. De acuerdo con la página de la FESFUT, el presupuesto para el fútbol masculino es de 205,000 dólares, mientras que el de las mujeres es de 105,000 dólares, es decir un poco más de la mitad. Esto muestra una clara atención al fútbol masculino, pero lo más alarmante de todo es que los 105.000 dólares destinados a la modalidad femenina no son fondos propios, sino un apoyo de la FIFA, conocido como “fondos forward”, dinero que busca promover proyectos alternativos del fútbol.

Tal situación revela falta de apoyo económico al el fútbol femenino por parte de las autoridades salvadoreñas, que se traduce en la invisibilidad de las mujeres que durante años han buscado fallidamente oportunidades equitativas.

Disparidad que atraviesa fronteras

Pero esta desigualdad salarial no solo es notoria a nivel nacional. En la élite del deporte mundial estos números son impresionantes. La mejor jugadora del mundo en 2018 y mejor pagada del fútbol femenino, Ada Hegerberg, gana 208 veces menos que el jugador Messi, el mejor pagado del fútbol masculino. De hecho, la situación es mucho peor al contabilizar los salarios de las cinco jugadoras mejor pagadas. Quienes juntas ganan menos que el salario de un solo jugador del top 10 de futbolistas del planeta.

Cuando se trata de los ingresos anuales de los atletas (la suma de los salarios brutos, las bonificaciones, los patrocinadores), la situación se torna más desigual. La brasileña Marta Vieria da Silva, que ha sido nombrada seis veces como la mejor jugadora del mundo, obtuvo 267 veces menos ingresos que Neymar; da Silva no percibe ni el 1% de los ingresos anuales del jugador.

Esta no es una situación que ocurre sólo en El Salvador y menos exclusiva de países subdesarrollados, sino que es una situación globalizada. De acuerdo con Nehemías Ayala, trabajador social, la desigualdad salarial presente en el fútbol, agudiza la brecha de género que repercute en un deporte que tradicionalmente ha sido construido y dominado por hombres, dejando sin espacio y voto a la lucha de las mujeres: “Es como desvalorizar el proceso de la mujer. Aquí lo podemos ver en remuneración, la mujer siempre gana menos.  Entonces vemos que hay una brecha de género y de desigualdad”, comenta.

La desigualdad en los salarios es una violación a los derechos humanos y contraría a lo dispuesto en el artículo 23, inciso I, de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, donde se puede leer que: “Toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por trabajo igual”. Y, el inciso II del mismo artículo refuerza que: “Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de protección social”.

Aunque existe este marco jurídico internacional que busca garantizar el acceso a un salario justo para desempeñar la misma profesión, esto no determina que se regulen las condiciones laborales en el fútbol, principalmente porque en El Salvador el fútbol femenino no es profesional. En ese sentido, los equipos se justifican bajo esos parámetros, violentando cualquier tipo de derecho hacia la mujer.

“Acá si hablamos de profesionalismo no hay, si es muy bonito jugar y quizá uno dice puya está representando a Alianza, pero ya profesional del todo, un 100 por ciento, no. Ni siquiera llega al 50 por ciento”, reitera Ramírez.

Al no ser tomado como un deporte profesional, las condiciones en que una mujer se desenvuelve en el fútbol en lugar de favorecer su desarrollo, entorpecen y terminan por limitar su práctica, aumentando la brecha de género.  Frente a esa baja o nula remuneración económica que reciben las mujeres, estas optan por realizar otro tipo de actividades que les proporcione un soporte económico, pues del fútbol no se vive.

La jugadora Raquel Ramírez es crítica ante esta situación y lanza un cuestionamiento que exhibe al fútbol femenino más como un deporte amateur que como una profesión: “¿Cómo me voy a dedicar totalmente al fútbol? si no obtengo nada prácticamente en el sentido que quizá solo cumplir mi sueño que es jugar, pero no me están pagando lo suficiente para dedicarme solo al fútbol”, afirma.

Foto cortesía de Raquel Ramírez. En El Salvador las futbolistas tienen que acudir a otras actividades para obtener ingresos económicos

En el caso de Ramírez ella es egresada de la licenciatura en Educación Física y es entrenadora de fútbol en un colegio bilingüe, donde obtiene su mayor ingreso económico. Así como el ejemplo de esta futbolista, la mayoría de jugadoras estudian y se dedican a otro trabajo para poder subsistir.  

Además de desempeñar otras ocupaciones, la situación de las futbolistas se agrava cuando no solo trabajan, estudian y practican el fútbol, en muchos casos ellas asumen otros roles que terminan dificultando que una mujer se dedique por completo a un deporte.

Zulia Menjívar, capitana del FAS, además de ser futbolista es madre, destaca la dificultad que enfrentan al tener otras obligaciones, ya que el fútbol no le garantiza un estilo de vida sostenible: “No podemos vivir del fútbol tenemos que hacer otras cosas como estudiar, trabajar, y a veces la verdad que el tiempo libre es muy mínimo el de nosotras. Es un gran sacrificio”, expresa.

Ayala enfatiza que a las mujeres se les priva de muchos espacios públicos, asignándoles otro tipo de actividades como el cuido de un familiar o el hecho de ser madre, situaciones vinculadas al quehacer doméstico, pero que son exentas para los hombres: “se le facilita más a un hombre que a una mujer y eso que abonando que tal vez tiene que cuidar hijos o hijas y también cuidar a su mamá, es decir, todas esas cuestiones que se le asignan para no poder realizar un deporte. Se le dan las condiciones de lo privado y al hombre no. Las oportunidades para los hombres son más factibles”, argumenta.

Es evidente, por lo tanto, que las desigualdades salariales entre mujeres y hombres son una tarea pendiente en el campo de juego donde está acentuada la brecha salarial que se vuelve una problemática cada vez más alarmante, sobre todo, porque apaga el sueño y talento de muchas mujeres que buscan emprender una carrera en el fútbol.

“Lo único igual es que ambos jugamos 90 minutos y en el mismo tamaño de cancha”

Si la desigualdad salarial está bien marcada entre el fútbol masculino y femenino, las condiciones de trabajo entre mujeres y hombres futbolistas confirman aún más que están lejos de una igualdad sin discriminación.

La Ley de Igualdad, Equidad y Erradicación de la discriminación contra las Mujeres en su artículo 25, inciso A y B expresa que en los lugares de trabajo debe existir igualdad de oportunidades y trato entre hombres y mujeres. Sin embargo, en el fútbol se quebranta ese marco legal, ya que las condiciones entre hombres y mujeres futbolistas están más marcadas por diferencias que por equidad.

Generalmente los juegos del fútbol femenino se programan entre 11 de la mañana y 1 de la tarde, horarios en que las condiciones del clima desgastan el rendimiento de las futbolistas.

Algunas jugadoras reflexionan sobre sus condiciones laborales comparadas a las de los hombres que realizan el mismo trabajo y concluyen que hay una diferencia abismal. Zulia Menjívar, del Club Deportivo FAS, expresa que todo es diferente para las mujeres “entrenos, uniformes, apoyo, etc. Lo único que es igual es que ambos jugamos 90 minutos y en el mismo tamaño de cancha”, asegura.

La justificación que brindan algunos directivos de la Federación Salvadoreña de Fútbol (FESFUT) es que el fútbol femenino no es profesional, sino, aunque hay una Liga Mayor, este pertenece a la categoría de fútbol aficionado, por lo cual, no “requieren” los mismos beneficios que tienen los equipos de fútbol profesionales conformados por hombres.

Elmer Guidos, encargado del área de desarrollo del fútbol femenino en la FESFUT, explica que existen dos categorías: “el fútbol aficionado y el profesional; en el fútbol aficionado van todas las categorías menores de fútbol femenino, fútbol playa y el fútbol sala porque no tienen carácter de fútbol profesional, al no estar regulados jurídicamente.

Sin embargo, a pesar de la distinción de fútbol profesional versus fútbol aficionado a las mujeres futbolistas no se les brindan las condiciones necesarias para desarrollarse en el deporte de manera física y mental, para que puedan dar un mejor rendimiento en los partidos.

El entrenador principal de Alianza Women, Luis Sosa, detalla que el equipo Alianza Women entrena de martes a viernes, en una cancha sintética, ubicada en el municipio de San Marcos de 10 a 12 del mediodía; los días miércoles y viernes entrenan en la cancha y los martes y jueves entrenan la preparación física en un gimnasio ubicado en la colonia Escalón. Es decir, que las jugadoras no cuentan con una cancha propia para sus entrenos, ni un gimnasio cerca de las instalaciones en donde se preparan para sus partidos.

Por su parte, Jackeline Velázquez, delantera del Alianza Women, manifiesta que el apoyo que reciben de la afición es poco, “No son ni 100 personas las que nos llegan a ver al partido, a veces solo son 25 a 50, que están en el estadio viendo, entonces no se pueden generar recursos económicos para nosotras”.

A la derecha, Jackeline Velasquez, jugadora de Alianza Women. Velásquez participa desde el inicio de la liga 2016 de fútbol femenino.

En ese sentido, la deportista considera que los equipos femeninos deben estar mucho más preparados y para eso las federaciones tienen que equipar a las jugadoras, con médicos, nutricionistas, “personas que estén compenetradas para que nosotras demos esos resultados y las personas digan que atractivo es el juego de las mujeres, falta mucho por caminar, apenas está empezando a caminar la liga, y se le está empezando a pagar a las mujeres, no lo mismo, pero se está empezando por algo”, recalca.

A diferencia de los equipos de la Primera División de Fútbol masculino, que cuentan con gran cobertura de expertos en salud y nutricionistas deportivos, las mujeres futbolistas cuentan únicamente con un médico que las atiende en los partidos.

“Nosotras, apenas tenemos un médico que es oficial del Alianza, tenemos algunos patrocinios, pero no tenemos un reglamento fijo en ese sentido y yo siempre lo he dicho: entre mejor estemos alimentadas, mejores resultados vamos a tener”, agrega.

A la ausencia de personal médico que enfrentan las jugadoras de fútbol se le agrega que ellas encaran los partidos en horarios no recomendados para la práctica deportiva. Ingrid Cuellar, defensa del Santa Tecla, sostiene una postura crítica ante las condiciones desiguales a las que son sometidas: “A nosotras nos programan un juego al mediodía en Santa Rosa de Lima, imagínese ese clima, mientras a los varones que se suponen andan en mejor condición física, a ellos nunca les han programado a esa hora”, explica.

Al contraste de condiciones se suma la poca cobertura de medios de comunicación a la Liga Femenina de Fútbol, la cual tiene escasa trascendencia en la publicidad; puesto que no es transmitida por canales de televisión como lo hacen con la Primera División de Fútbol Masculino. Incluso la trasmisión de los partidos de fútbol masculino es disputada por los diferentes espacios televisivos. En muchas ocasiones sucede que dos canales transmiten un mismo partido, acción que refleja el alto protagonismo mediático que tiene el fútbol masculino.

En general, los equipos de fútbol femenino no venden sus derechos de transmisión de partidos a las emisoras, porque esta modalidad aún no es reconocida profesionalmente. Como resultado, no tienen suficiente audiencia para atraer patrocinadores, ni pueden captar al público con la venta de boletos. El fútbol masculino tiene altos ingresos por temporada y gasta lo que se recauda de los jugadores. Mientras que el femenino solo tiene costos. Por tal razón, las jugadoras de fútbol coinciden que la falta de cobertura de medios de comunicación a los partidos de fútbol y patrocinios, influye en que la afición no las llegue a ver.

De acuerdo con Graciela Aguilar, periodista deportiva de El Gráfico, la poca cobertura que recibe el fútbol femenino se debe principalmente a un criterio editorial que responde al marketing, en el cual se vende a la rama masculina como un deporte más interesante y consolidado para las audiencias: “A nivel editorial la razón es que este no es tan atractivo como el masculino y porque hay poco personal para la cobertura”, sostiene.

Esta dinámica que marca una preferencia mediática hacia el fútbol masculino exhibe una lógica de mercado que prioriza el fútbol de hombres en cuestión de números, ya que esta modalidad genera más rating, por tratarse de una construcción social que vincula el fútbol masculino como algo normalizado y atractivo, frente a la inusual práctica del fútbol femenino.

Foto del sitio web del C.D FAS/ Jugadoras del C.D Fas portando camisas por patrocinio de Bayer Dorival.

Fútbol femenino: Una agenda mediática en contra

En El Salvador la agenda mediática del fútbol ha sido construida históricamente para los hombres, situación que persiste en la actualidad y que reproduce actitudes que refuerzan la práctica del fútbol asociada únicamente al fútbol masculino, por ello la sociedad está habituada a relacionar el fútbol con el hombre, esto propicia que los medios de comunicación no ofrezcan espacios que visibilicen a la mujer en el fútbol.

En este sentido, la jugadora del FAS, Zulia Menjívar, asegura que como futbolistas perciben el desinterés de la sociedad hacia el fútbol femenino. “Aunque ellos nos apoyen, obviamente la cantidad de aficionados en nuestros partidos es mucho menos que la del masculino. Aún percibimos como la sociedad ve de menos al deporte femenino”.

Menjívar recalca que el fútbol masculino es grande en el país y todavía los directivos del fútbol lo ven como gasto, “imagínate cómo nos ven a nosotras. Nunca creceremos en sí, sólo te ven como gasto y obligación. La liga no solo es inaugurarla y dejarla ahí al lado. Nosotras hacemos exactamente lo mismo que los hombres, entonces creo que el machismo es muy grande en nuestro país y en el deporte”, reitera.

Para Elmer Guidos, encargado del área de desarrollo del fútbol femenino en la FESFUT, la dificultad más grande del fútbol femenino es su estructura, “cuando me refiero a esto es que no tenemos profesionalizado el fútbol femenino, a los equipos les cuesta conseguir patrocinios y el mantenimiento de los mismos, algunas canchas no reúnen las condiciones para un buen desempeño de sus equipos”, declara.

Guido enmarca que esa desigualdad de condiciones entre el fútbol masculino y femenino es porque el fútbol femenino no está constituido legalmente y no tienen una personería jurídica y por ende no son profesionales. En esta área aparecen las organizaciones feministas que respaldan a las mujeres en condiciones de desigualdad salarial.

Las canchas: Territorios del patriarcado 

Actualmente existen organizaciones feministas que buscan velar por el cumplimiento de derechos humanos de las mujeres, la coordinadora de Proyectos Juveniles de Las Melidas, Edith de Lizondo, manifiesta que existen avances sustanciales, en el cumplimiento de la Ley de Igualdad, pero no suficientes para erradicar la violencia y la desigualdad que existe en materia de derechos entre hombres y mujeres. 

En relación al tema del fútbol reconoce que es un tema polémico y asegura que en todo el mundo las canchas son los bastiones del patriarcado, es decir, lugares masculinizados que le pertenecen históricamente a los hombres, por lo cual, a las mujeres les toca luchar por un espacio y por tener condiciones dignas. 

Ante ello, las organizaciones feministas acompañan a las mujeres que se enfrentan a una situación de desigualdad salarial por razón de género. El apoyo por parte de estas instancias viene dado a las mujeres por medio de asesorías legales y acompañamiento en casos de denuncias, pero además ofrecen capacitaciones sobre Derechos Humanos para fortalecer los conocimientos de las salvadoreñas. “Como organizaciones feministas, también le apostamos a la organización, formación y sensibilización, creemos que la organización es la base fundamental para la conquista de los derechos que aún nos hacen falta”, enfatiza.

En este contexto, de acuerdo con Nehemias Ayala, trabajador social, asegura que existen otras organizaciones como ORMUSA, Las Dignas, etc. que buscan respaldar los derechos laborales de las mujeres. Estas instituciones realizan en su mayoría una labor de investigación y orientación, sin embargo, de acuerdo con la psicóloga Diana Sigüenza muchas mujeres no acuden a buscar ayuda ante las desigualdades, debido a que desconocen sus derechos o las instancias que les pueden ayudar a garantizarlos; además, el temor a las represalias es otro de los factores que impide que luchen por la remuneración que les corresponde. 

A pesar de ello, en los últimos años se han intensificado los discursos empoderados y las protestas de las mujeres que luchan, incluso en los tribunales, no solo por dinero, sino también por mejores condiciones de formación e igualdad en el reconocimiento entre las ligas de ambos géneros. Algunos dicen que han visto avances en los estímulos de la FIFA. Ejemplo de estas acciones en El Salvador es la existencia obligatoria de equipos femeninos para que los clubes puedan competir en campeonatos nacionales, equipos que han sido creados más por un mandato de la FIFA, que por un verdadero deseo de incentivar la práctica femenina.

Sin embargo, pese a los lineamientos de la FIFA a través de los ocho proyectos que buscan incentivar la práctica del fútbol femenino en el país, apenas se están ejecutando tres, de acuerdo con Guidos. Hecho que demuestra la poca promoción que existe por parte de la FESFUT, limitando la planeación y ejecución del fútbol femenino desde la niñez.

En ese sentido, de acuerdo con la abogada y especialista en Derechos Humanos, Fátima Najarro, la creación de estos proyectos en El Salvador responde más a una imposición que a una conciencia real de incentivar el fútbol femenino. «Puede ser de que no haya una conciencia de querer involucrar la mujer o el desarrollo de la mujer, sino de la imposición del agente de uno de los proyectos. Entonces no nace de que hay una conciencia real de querer incorporar a la mujer, sino que nace de la imposición», expresa.

En Europa, la última campaña de la UEFA, #TimeforAction, invertirá en el desarrollo del fútbol femenino durante los próximos cinco años. El premio de la Copa del Mundo Femenina en 2023, en Australia y Nueva Zelanda, duplicará su valor respecto a la edición anterior, en 2019 en Francia, donde se pagaron 30 millones. Pero en realidad la disparidad solo aumenta, porque, aunque la FIFA ya anunció un aumento para el Mundial de Qatar, de 400 millones a 440 millones, el aumento otorgado al torneo masculino es mayor que el premio total obtenido por los ganadores del año pasado. Entonces, esto se traduce en una contradicción, ya que persiste la falta de equidad en la asignación de fondos.

Otra discrepancia entre los equipos de fútbol masculino y femenino son los premios que reciben; mientras que el equipo ganador de la Primera División de Fútbol masculino recibe un reconocimiento económico que es entregado como bono a los jugadores de fútbol, aparte de recibir trofeos y medallas. A las mujeres en los torneos únicamente se les entregan reconocimientos.

A diferencia de los hombres, las mujeres han tenido que luchar por un puesto en la política, en el deporte y en la educación superior, pero la población femenina no debe conformarse únicamente con cumplir “con una cuota de participación”, sino disputar para que se le garanticen las mismas oportunidades y beneficios y eso incluye la igualdad salarial y de condiciones laborales, sin importar la profesión.

Una luz al progreso 

A pesar de las evidentes disparidades basadas en género, no todo está perdido en el fútbol femenino, si bien es cierto las condiciones de las jugadoras son precarias, algunas de ellas expresan que han visto avances respecto a años anteriores. Para garantizar que estos avances se sigan desarrollando y que las nuevas generaciones, que por ahora trabajan en su carrera deportiva, obtengan mejores oportunidades en un futuro, consideran necesario que la Liga Mayor Femenina no solo maneje la modalidad como una imposición o como proyecto alternativo, si no que tenga un marco regulador apropiado, que permita proteger a sus jugadoras y garantizar su bienestar, como si de cualquier campo laboral se tratase.

Esta no es una opinión dispersa o ajena a autoridades internacionales, de hecho, en 2020 la FIFA en sus intentos por ofrecer mejores condiciones a las jugadoras y reducir la desigualdad salarial en el fútbol, emitió un documento denominado “Fútbol femenino: condiciones laborales mínimas para las futbolistas” donde se estipulan nuevos artículos que buscan respaldar la implementación de mejores condiciones laborales para las jugadoras. El artículo número 18 de ese documento obliga a las federaciones a proporcionar un salario justo.

Es evidente, por lo tanto, la necesidad de incrementar la visibilidad de la mujer en esta profesión. Bajo esta perspectiva, la psicóloga Diana Sigüenza asegura que es necesaria una concientización social: “Considero que debe haber campañas de sensibilización a la población general, porque todos deben participar, no se va a lograr la igualdad o equidad de género solo con lo que las mujeres hagan, sino que se necesita la participación de los hombres, porque si hay hombres sensibilizados con estos temas van a dar más apertura. Debe realizarse un trabajo en conjunto”, afirma, sobre todo porque en su mayoría los miembros de las juntas directivas de los equipos son hombres. 

Ante ello, la ausencia de mecanismos que regulen las condiciones necesarias para que los equipos de fútbol femenino del país sean considerados como profesionales es una preocupación que ha frenado el despunte del fútbol femenino salvadoreño a una escala internacional. 

Son pocas las futbolistas que han podido trascender a otras fronteras, como el caso de Alejandra Reyes en su paso por tierras argentinas. La última futbolista salvadoreña en disparar internacionalmente es Linda Frías, que a finales del 2020 fue contratada para jugar con el club Santos de la Primera División Mexicana de Fútbol.

No obstante, el reciente éxito de Frías ha sido un caso circunstancial y no producto de una estrategia de la Liga Mayor Femenina, ya que su contratación se concretó más por la visibilidad que generan las redes sociales y no por coberturas televisivas o apoyo local. En este sentido, la jugadora fue observada por los técnicos mexicanos a través del único medio disponible: las transmisiones en Facebook que realiza Alianza Women.

Bajo estas circunstancias, el gerente del equipo capitalino, Gerardo Guillen, tuiteó en su cuenta personal asegurando que “es la única ventanita que tienen, es lo que realmente ayuda a las chicas”, refiriéndose a las redes sociales. Esta situación deja entreabierto las pequeñas oportunidades que reciben las futbolistas en busca de mejores condiciones en el extranjero, por lo que estos medios digitales se convierten en su única plataforma para mostrarse ante la falta de apoyo por parte de los medios de comunicación tradicionales. 

Por tanto, el 2020 ha representado un año un tanto esperanzador para las jugadoras, primero por la disposición mostrada por la FIFA para generar condiciones más igualitarias y luego por el triunfo de Linda Frías. Sin embargo, su éxito tiene un sabor agridulce para las futbolistas salvadoreñas, ya que se dio a conocer que la única razón por la que fue aceptada es por ser hija de padre mexicano, es decir la puerta que se le abrió a Frías está cerrada para cualquier otra salvadoreña, puesto que la Primera División Femenil de México, como otras ligas internacionales, no acepta jugadoras extranjeras pues les brindan oportunidades a las futbolistas locales. 

Ante esto, las mismas jugadoras salvadoreñas reflexionan en que sí el país ofreciera las condiciones que ellas requieren no sería necesario buscar oportunidades en el exterior y ser rechazadas por su nacionalidad. 

Fotos cortesía del Equipo de Alianza Women F.C

Alianza Women F.C al ser el equipo que más inversión ha hecho ya consiguió 4 títulos nacionales. Actualmente es el campeón.
Alianza Women F.C es el equipo que cuenta con mejores condiciones económicas para remunerar a sus jugadoras, algunas de ellas ganan 300 dólares.