La influencia del machismo en la educación de las mujeres

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La influencia del machismo en la educación de las mujeres

La discriminación, la falta de apoyo y la situación económica de la familia, son los retos más difíciles a los que las mujeres se enfrentan para poder continuar con sus estudios.

Tres mujeres hacen tortillas en Armenia, Sonsonate, entre ellas una menor de edad sin estudios. Foto por Diego Rosales.

 

Por Andrea Escobar, Carlos Iraheta y Diego Rosales.

En el marco del Día Internacional de la Mujer, el 08 de marzo, la Organización de Naciones Unidas ONU mencionó que todas las mujeres del mundo desean y merecen un futuro igualitario sin estigma, estereotipos ni violencia; un futuro que sea sostenible, pacífico, con igualdad de derechos y oportunidades para todas las personas. Pero esta, es una aspiración todavía lejana para muchas mujeres.

Margarita Castellanos se dedica al oficio de la costura, y lamentó que en su niñez su madre no se preocupó por su educación. “Yo no fui a la escuela, mi mamá pensaba que la mujer debía estar en la casa moliendo y que solo los hombres tenían derecho de estudiar, ese fue un dolor tan grande porque a mí me gustaba, quería aprender y ella no me quiso dar la oportunidad”.

Castellanos recordó que ella y todas sus hermanas aprendieron a leer y a escribir por medio de otras personas. “A mi hermano, que fue el único varón, si le dieron el estudio hasta sexto grado, en cambio a todas mis hermanas y a mí, no”, se lamentó.

La cultura de marginar a las mujeres desde el hogar no ha cambiado. “De pequeña no veía futuro en mí”, expresó Lisseth Figueroa, una estudiante universitaria. Mencionó que no tuvo el apoyo de sus padres para continuar con sus estudios por el hecho de ser mujer. Creció con la idea de aprender a hacer las cosas del hogar para cocinarle a su futuro esposo e hijos.

Actualmente estudia en la Universidad de El Salvador, luego de dos años de buscar la manera de poder continuar con su formación académica. “Mis papás me dieron la oportunidad de sacar el bachillerato pero hasta ahí, luego entendí que solo yo podía mejorar mi futuro y decidí hacerlo justo ahora”, dice.

Verónica Alvarado es otra mujer que ahora se dedica a la venta de tortillas y a ser ama de casa, en el poblado de Armenia, departamento de Sonsonate. Ella apenas finalizó el octavo grado, pero tuvo la oportunidad de estudiar corte y confección por dos años, aunque eso significó dejar de ir a la escuela.

Verónica Alvarado vende tortillas y es ama de casa en Armenia, Sonsonate. Su nivel académico finalizó en octavo grado. Foto por Diego Rosales.

Desde su niñez Castellanos también anhelaba ser costurera como su tía, aunque su madre se oponía a que practicara ese oficio, pero a raíz de su constancia y esfuerzo, pudo graduarse de esta ocupación, incluso logró impartir clases a otras jóvenes. Lo que frenó a Alvarado de estudiar para ser secretaria, fue haber procreado y criar sola a sus tres hijos.

“Abrí los ojos, tomé la decisión de seguir estudiando, me armé de valor y le dije a mi familia: yo tengo que seguir, yo voy a hacer el examen de admisión de la universidad y conseguiré una beca (…) ahí se dieron cuenta que aunque me apoyaran o no, me interesaba seguir”, recuerda Figueroa. Inicialmente pagó la universidad rebuscándose por sus propios medios. “Comprendí que a veces hay que pausar un tiempo los proyectos para que se puedan dar bien. Aunque me frustré, me sirvió para madurar y saber por qué luchar”.

Figueroa cree que la gente que vive en el campo es de mente más cerrada y que las mujeres que trabajan son criticadas y se considera que no es normal. “Recuerdo que cuando estudiaba en bachillerato yo tenía mucha tarea, pasé desde la mañana hasta la noche haciéndolas y mi mamá necesitaba que fuera a hacer masa. Querían que fuera yo, sí o sí, aunque estuviera ocupada, esperaron a que terminara porque nadie, ni siquiera mis hermanos, podían ir”.

El acceso laboral que tienen las mujeres no es igual al que tienen los hombres. Figueroa explicó que ciertos puestos de trabajo son negados a las mujeres porque son madres de familia y saben que sus prioridades son sus hijos, no su empleo. La estudiante añadió que a las mujeres, en la mayoría de trabajos les pagan menos, que a veces son víctimas de acoso por sus jefes y que por necesidad se quedan y aguantan esos abusos.

Margarita Castellanos es una costurera de 69 años, no concluyó sus estudios por falta de apoyo de sus padres. Foto por Diego Rosales.

La calle, el transporte y el acoso


Figueroa opinó que toda mujer ha sufrido acoso desde niña.  Recordó que “Una vez, afuera de una oficina de abogados, estaba con una amiga y teníamos a una menor de edad entre nosotras. Luego un hombre se metió en donde estábamos y no entendíamos qué pasaba. Pasó detrás de mí y me tocó las nalgas, no supe qué hacer porque teníamos ahí a una niña y me quedé estancada. Cerca de nosotras habían dos personas y una de ellas se metió a defenderme y comenzó a decirle que se fuera y que no nos estuviera tocando. Si esa persona no se hubiera metido, no sé qué habría pasado”, relató.

Margarita Castellanos destacó que el acoso que se vive en la calle o en el transporte público es un hecho muy duro y que muchas jóvenes y mujeres lo viven diariamente. “A mí me ha pasado varias veces, en una ocasión bajándome del bus en Ateos, embarazada de mi último hijo, un hombre me quiso manosear, yo no me dejé y me aventó. Entonces un señor me sostuvo”. De igual forma, embarazada, Alvarado manifestó haber sido acosada por hombres en el transporte público y en las calles. “Pienso que entre los hombres hay mucho machismo y falta de respeto”.

Catellanos piensa que las autoridades deberían ser más rígidas y castigar ese tipo de conductas. “A veces uno no lo denuncia por temor, eso es duro, no es justo que a cualquier persona quieren manosear”.

A raíz de todo lo que Castellanos vivió en su niñez y adolescencia, ella decidió darle educación a todos sus hijos sin importar su género, aunque su madre nunca estuvo de acuerdo con que sus hijos fueran a la escuela. “ Yo le dije: mamá primero Dios mis hijos tendrán lo que yo no tuve. Me propuse a que siguieran adelante y que se formaran”.

A lo largo de su vida, Castellanos se ha dado cuenta que las mujeres deben de ser valientes para salir adelante ante las adversidades. “Ponerse a llorar de nada sirve, uno debe de echarle ganas, espero que hayan personas que les den oportunidades a todas las mujeres”.

Por su parte Figueroa instó a las mujeres a que nunca dejen de soñar y pensar en grande. “Organícense, ahorren si es posible. No importa el tiempo que lleve, pero no dejen de superarse. No es fácil, pero con tal de lograr los sueños, hay que dejar de lado las cosas malas. Para mí fue difícil tomar la decisión, pero me organicé, hice un plan y lo estoy cumpliendo ahora. Todas merecemos vernos realizadas en el futuro. Luchen”, finalizó.