“Muérdeme suavemente”, el amor después de la muerte

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“Muérdeme suavemente”, el amor después de la muerte

Gómez explora el género del zombi, ahora en terreno colombiano. Además, revisa una nueva faceta y concepto del muerto viviente.

Por: Alonso Martínez y Ximena Carpio

En las inhóspitas calles de Bogotá, la muerte y el mero silencio de la vida humana son la monarquía que reina en esta realidad. Esta es la premisa de “Muérdeme suavemente” del escritor colombiano Fernando Gómez. Él nos da una visión de la invasión zombi, ya como estamos acostumbrados en la cultura popular; pero esta vez, Gómez lleva al ejército de muertos vivientes a Latinoamérica.

Una perspectiva nueva ante un contexto gravemente explotado. Gómez no solo trae el fenómeno del zombi al contexto colombiano o latino, también decide darle un giro de tuerca a la concepción misma de este. El autor decide enfatizar en el lado humano del espécimen de muerto viviente. No solo dándole el protagonismo que no se le ha dado en otras obras, sino que le otorga una carga trágica. Para Gómez, el zombi no es un monstruo más, ahora ellos son las víctimas, gente enferma, quienes en su interior siguen siendo las mismas personas antes de sucumbir ante el virus. En cierta forma, “muérdeme suavemente” nos hace empatizar con la amenaza a la humanidad.

Gómez decide explorar aún más el lado humano del monstruo. En una entrevista realizada por el equipo de COMUNICA, él expresó que en el fondo consideraba a “muérdeme suavemente” como una historia de amor. En resumen, la obra indaga en el sentir de las personas infectadas por el virus y a las afectadas indirectamente. La historia de la novela gira en torno al reencuentro de dos amantes, cada uno en distinto bandos, uno en la vida y otro en la muerte; sin comentar el final, la resolución es la unión de ambos mundos a través del amor. “El título lo dice todo”, comentó Gómez en la entrevista, “más que una historia de terror, es un romance”.

“Muérdeme suavemente” entrega al lector una innovadora forma de contar la historia. La obra decide mezclar el formato literario en prosa clásica con el estilo de novela gráfica o cómic. La obra se caracteriza por tener un lenguaje accesible a toda clase de lectores, los modismos colombianos son utilizados frecuentemente; la lectura en este aspecto es un total deleite para el hablante colombiano, como para el extranjero que explora su cultura. Por otro lado, se destaca mucho el estilo visual de la parte gráfica. Las viñetas buscan imitar el estilo urbano del graffiti colombiano, tal como explica Gómez. “No sólo trabajé como artistas urbanos; también utilizamos y replicamos estilos de grafitis reales para el diseño del cómic”, declaró el autor. En síntesis, la cultura urbana bogotana no solo se expresa en la forma de hablar de los personajes, el estilo artístico se interpreta magistralmente a través de sus grafitis. Estos elementos hacen que el lector se embarque más en la Bogotá que nos pinta Gómez en su obra. Se podría decir que es una ciudad viva habitada por muertos.

Gómez explicó en la entrevista el largo esfuerzo que fue hacer la obra. Para él, el trabajo de redacción literaria como de guión utilizado para las viñetas fue una gran labor. No obstante, el grafiti de la novela gráfica fue más complicado; no solo representar sus ideas, sino plasmar el estilo artístico en cada hoja. “Teníamos que hacer el arte manualmente en grandes pliegos, y luego digitarlos y adaptarlos a las páginas”. 

El autor, en la entrevista, contó que se siente muy feliz, a pesar de que su obra no haya sido un éxito de ventas y no poder haber superado la producción de más de una edición. “El mero hecho de que una persona haya leído mi historia y le haya gustado es un logro”, declaró. Gómez aprovechó la ocasión para invitar a todos los escritores jóvenes a explorar nuevas lecturas, a darle la vuelta a conceptos ya establecidos y a jugar con los formatos, no estancarse en uno solo. 

“Muérdeme suavemente” a través de su formato nos muestra una realidad mezclada, una sociedad loca, una ciudad movida y viva. Su historia nos lleva a cuestionarnos lo que creíamos que era un monstruo, a simpatizar con el mal y a creer en el amor después de la muerte.