Vivir de los muertos
El oficio de ser sepulturero es una aventura para aquellos que disfrutan el misterio, lo extraño y lo interesante.
Ser sepulturero es una de esas ocupaciones en las que muy pocas personas se imaginan trabajar, un oficio en donde la necesidad de sacar adelante a la familia tiene que ser más grande que el miedo, los sentimientos, el asco y las ganas de salir corriendo del cementerio, su lugar de trabajo.
Jeremías Guardado y Miguel García son dos sepultureros del cementerio Jardín de Antiguo Cuscatlán. Ellos, como los demás trabajadores de ese lugar, suelen hacer y ver cosas que otras personas no tienen el valor de realizar. Jeremías, entre risas exclamó que a veces «uno piensa que los muertos lo van a tocar y jalar, si usted camina por la grama en la noche, uno piensa cualquier cosa».
Miguel lleva 17 años trabajando en ese lugar, cuando inició no tuvo valor de comentarle a su familia a qué se dedicaba, por temor a que no lo apoyaran. Luego de unas semanas, decidió decirles. Al principio no se lo tomaron muy bien, creían que habían otros trabajos mejores donde se podía desempeñar, pero al conocer el verdadero sacrificio y honor con el que se desarrolla en su labor, fue comprendido por sus familiares.
Jeremías trabaja desde el año 2008 en el cementerio, se le ve muy atento y con energías cuando ejerce su labor. En enero del próximo año estará cumpliendo 12 años desde que inició su trabajo, labor que para muchos suele ser un misterio. El proceso de adaptación es más sencillo con el pasar del tiempo, pero no deja, según él, de ser misterioso, ni mucho menos se deja de aprender.
«Los cementerios son misteriosos. Pasan cosas raras que uno no se explica», mencionó Jeremías mientras se tapa la cara con la mano para librarse del sol. «Aquí hay gente de todo, gente que se muere de cáncer, gente que se suicida, gente que la asesinan. Aquí vienen (a enterrar) recién nacidos, ancianos, personas que sufren algún accidente de tránsito», comenta.
Estos hombres ven de todo en su lugar de trabajo, desde personas que lloran desconsoladamente a sus seres queridos, hasta gente que no le interesa estar ahí mucho tiempo. Miguel cuenta que una de las experiencias más fuertes que ha vivido como sepulturero es el caso de un bebé sin nombre, al cual ellos adoptaron y le pusieron un nombre y apellido para poder enterrarlo.
Otro caso inusual fue el de un joven que llegó a pedir que desenterraran un cuerpo, porque era el de su padre. Cuando lo hicieron, la reacción del chico fue abrazar los trozos de la piel suelta de su padre; hasta llegó, por la emoción, a besar los huesos en repetidas ocasiones.
Miguel asegura que un sepulturero cuando se ha acostumbrado a enterrar difuntos, comienza a retraer sus sentimientos de incomodidad o de lástima. Ellos están obligados a hacer el trabajo de sepultar, son parte del dolor de las personas, no es que no sientan pesar por las familias del fallecido, pero lo logran llevar.
Se necesita dedicación, estar preparados para encontrarse con cualquier tipo de objetos, ser capaces de mantener todo en orden y limpio para que las personas que visiten a sus seres queridos se sientan cómodos y puedan pasar un buen rato junto a su tumba. Porque el trabajo de sepulturero no sólo implica enterrar cadáveres, también se encargan de podar el césped, de pintar y de limpiar toda la basura del cementerio.
El administrador del cementerio Jardín, Nelson Samayoa, menciona que en épocas especiales, como el 2 de noviembre: Día de los Muertos, se preparan desde dos semanas antes. Procuran mantener todo limpio para que las personas sientan un ambiente más cómodo, puesto que suele ser un día que se llena más que cualquier otro en el año.
Nelson comenta que el proceso de contratación de un sepulturero para trabajar en el cementerio Jardín, lo hace la Alcaldía Municipal de Antiguo Cuscatlán. Los sepultureros llegan al lugar de trabajo luego de que han sido seleccionados por la alcaldía, pero por otra parte, la administración del cementerio les enseña cómo tienen que hacer sus labores y asignarles un horario que deben de cumplir.
“En realidad lo disfruto todo, a mí me gustan los desafíos, siempre voy a ellos. Desde que empecé mi trabajo he podido dominar todas las áreas. Estuve incluso encargado 15 días que no estuvo el jefe, vengo de lo más bajo hasta llegar arriba. Para mí todas las áreas de mi trabajo son buenas y lo mejor de todo, es que lo disfruto”, fueron las palabras de Miguel mientras se limpiaba el sudor de la cara.
Jeremías y Miguel disfrutan su trabajo de una forma única, aseguran que es un oficio inigualable. Desde las experiencias vividas en los primeros días en el cementerio, los trabajos de guardia por la noche, comidas en lugares extraños, jardinería, limpieza y la paz que sienten en varios momentos del día al encontrar su lugar de trabajo en total silencio.