La religión como herramienta de manipulación política

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Mario Bramnick junto al presidente Nayib Bukele y el pastor evangélico de la diáspora salvadoreña Franklin Cerrato. Imagen tomada de la página de Facebook de Bramnick.

El 80% de la población salvadoreña es creyente católica o evangélica.

Por Katherinne Trinidad.

 

Hace dos años el pastor Mario Vega, de la iglesia Elim, declaró en un programa de radio que «existe un interés en capitalizar a la iglesia evangélica en las campañas políticas». Tenía razón, y ese mismo interés se mantiene vigente en la actualidad. 

En El Salvador aproximadamente el 80% de la población es creyente, un dato que los políticos no se toman a la ligera. Según la última encuesta sobre religión de LPG Datos, publicada en abril de 2019, el 40.5% de la población salvadoreña dice practicar la religión católica, mientras que el 39.5 % profesa la religión evangélica. Los datos recogidos por esa misma encuestadora en el año 2004 señalaban que el 55.1 % de los salvadoreños eran católicos, el 28.7 % evangélicos, y el 14.2 % no profesaba ninguna religión. El alza en el porcentaje de la población creyente durante los últimos 15 años es clave para explicar el creciente uso de la religión por parte de los políticos.

Varios gobernantes salvadoreños utilizaron la misma estrategia en distintos momentos: El ex presidente Elías Antonio Saca 2004-2009 inició contactos en busca del apoyo de líderes evangélicos salvadoreños, le siguió el ex presidente Mauricio Funes 2009-2014, quien declaró a Monseñor Romero como su guía espiritual y siguió cultivando acercamientos con un sector de iglesias evangélicas, los diputados de la Asamblea Legislativa sesionaron ante la presencia de la imagen de la Virgen de Fátima, y a la toma de posesión del presidente Bukele asistieron un pastor evangélico y un sacerdote católico,  además de hacer un acto de oración rodeado de militares armados dentro de la Asamblea Legislativa el 9 de febrero, cuando intentó desconocer el Parlamento. La estrategia de los políticos tiene el mismo propósito: hacerle creer a los ciudadanos que están con Dios y que por lo tanto son los buenos e incuestionables.

Nayib Bukele maneja a su conveniencia la creencia religiosa de la mayor parte de la población salvadoreña.

No son fortuitas sus frecuentes alusiones a Dios. En sus mensajes de redes sociales es común encontrar frases que apelan a lo religioso como “si Dios lo permite”, “que Dios bendiga a El Salvador”, o de reproche como “que Dios nos perdone”, “no nos merecemos a Dios”, explotando de esta forma el temor religioso de los creyentes.

 

Esta estrategia es más que obvia, él quiere que «el pueblo» salvadoreño piense en él como alguien cercano a Dios, como alguien que confía a Dios sus decisiones, con el objetivo de ganarse sus corazones, y que no se cuestionen sus órdenes. De acuerdo a la Constitución de la República, El Salvador es un Estado laico; entonces, ¿Por qué nuestros funcionarios recurren a involucrar a Dios en la política una y otra vez?

 

Cuando el presidente decretó el Día Nacional de la Oración, en medio de la pandemia que sufre nuestro país, gran parte de la población recibió la noticia con emoción, varios pastores evangélicos subieron a los carro patrullas para ir a predicar a las colonias y comunidades utilizando el miedo para hacer cumplir la cuarentena domiciliar. Aunque dichos pastores tenían buenas intenciones, no se puede pasar por alto el hecho de que el gobierno tomó un papel que no le correspondía al impulsar dicha actividad. 

 

Muchos somos plenamente conscientes de que una vez más Dios es utilizado como una herramienta política, para generar un ambiente de obediencia ciega. No obstante, un hecho que los funcionarios parecen ignorar es que el ser creyentes no nos impide a muchos pensar y que defendamos la democracia y las leyes de nuestro propio país. 

 

Nayib Bukele debe entender que él gobierna una nación fundamentada en la democracia, no en la teocracia, y por tanto en el respeto a la ley, y la ley primaria establece que el Estado laico debe ser respetado a pesar de las circunstancias; además, es necesario recordar que inclusive la Biblia misma establece que el nombre de Dios no debe ser usado en vano.