Por Antoni G. Regalado

Conoció la primera lámpara,
De mis frágiles ojos.
Presenció el primer aliento de mi sonrisa,
El primer llanto enérgico,
Los primeros pasos desafiando el equilibrio,
Del mundo, de la vida.
Ella, la que fortaleció su cuerpo
Por el nacimiento de un doloroso amor.


No hay quien, entre el océano y la tierra,
Que merezca más el glorioso perfume
De los infinitos campos de rosas.


La que escuchó mi primer llamado
Recitando su precioso nombre,
La que desveló durante mis miedos
Cuando descubrí el frío de la lluvia,
La que gritó más fuerte mis victorias
En la niñez, en la juventud.
Ella, que fervientemente ha luchado
Por quien desprendió de su alma y corazón.


Mujer que prometió desde sus brazos
Cargar con el peso de mi felicidad,
Y aun cuando se aproxime el momento,
En el que los ojos ya no sean frágiles,
Ni los llantos tan enérgicos,
Cuando las alas se cosechen
Y mi vuelo se extienda a un nuevo horizonte,
Aún llevará en sus suaves brazos
El primer aliento de mi sonrisa.