LAS DUDAS QUE NOS DEJA EL PRESIDENTE BUKELE

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LAS DUDAS QUE NOS DEJA EL PRESIDENTE BUKELE

Muchos abucheos y demandas, como recibimiento a los diputados, marcaron el inicio de la sesión solemne de traspaso de mando presidencial. En las redes sociales, circularon diferentes comentarios sobre la justificación o reproche de este acto.

Foto por Alonso Martínez

OPINIÓN

 

Por Mario Rogel

Los gritos e insultos están cargados con un poco de justificación y reproche. Por un lado, es totalmente razonable el descontento y enojo con los políticos tradicionales (llámese diputados) de parte de las personas que día a día sufren la violencia, la crisis económica, la falta de empleos y oportunidades. Sería totalmente hipócrita si la gente aplaudiera y no reclamara nada por la condición vulneraria de sus derechos. 

Por otro lado, se debe comprender que la educación y la imagen que proyectamos puede muchas veces considerarse una falta de respeto, sobre todo cuando estamos en presencia de un acto solemne. La unidad que necesita el país requiere respeto, y sin educación no se logrará un verdadero avance.

Pero no se le puede echar toda la culpa al pueblo de esta “mala educación”, también los dirigentes a los que les reclaman son responsables de las desgracias y los bajos estándares de cultura e ideología que han impuesto por años con sus políticas y malas gestiones, que tienen a la sociedad sufriendo día a día. La cultura es del pueblo y se ve condicionada por la realidad reprochable de cada barrio o comunidad.

La sesión siguió con el recibimiento de personalidades internacionales y el acto de toma de protesta de los más altos cargos del ejecutivo. Después de esto, fue el momento para que Nayib Bukele dirigiera su primer discurso como jefe de Estado.

El presidente Bukele se ha caracterizado por su retórica y su capacidad de conectar con la gente, esta vez, no fue la excepción. Los símiles, las anécdotas y la apelación a los sentimientos fue parte central de su discurso, jugando con la capacidad de que las personas se apropien del sentimiento nacionalista. Incluso utilizó el lenguaje de señas para integrar a sectores marginados.

La narrativa y oralidad, sin embargo, no fue respaldada por datos concretos, estadísticas y propuestas de acción dentro de su futura gestión. El presidente apostó más por los sentimientos que por la presentación de sus planes de acción, mostrando un discurso carente de realidad y maquillado por palabras. Hay que recordar que Roque Dalton, un magnate del de la narrativa, decía que incluso la poesía no estaba hecha sólo de palabras.

Todo esto fue respaldado por una frase del presidente: “Ahora a todos nos tocará tomar un poco de medicina amarga, sentir un poco de dolor. Tomaré decisiones con valentía y espero que me acompañen en esas decisiones”. Las decisiones no las mencionó, y las palabras dejaron más incertidumbres que certezas.

Cinco nuevos años iniciaron este sábado. Una incertidumbre representada en “darle el beneficio de la duda” de unos y la esperanza completa de otros, se deposita en el gobierno de Nayib Bukele. Esperemos que la “medicina amarga” no implique despidos injustos y marginalidad para los de siempre, la clase trabajadora y pobre de nuestro país.