Texto de Ivana Rivas
Luke se había preparado durante toda su vida para este momento. Sus padres lo entrenaron en las vacaciones de verano cada año. Sentía la presión de sus padres, pues ellos habían sido los ganadores de la competencia en sus tiempos. No podía defraudarlos, tenía que ganar.
Su entrenamiento consistía en ver películas románticas, infantiles, de animales y basados en hechos reales. Entre ellas se encontraban: “El Diario de una Pasión”, “12 Años de Esclavitud”, “La milla verde”, “La vida es bella”, “Forrest Gump”, “Bambi”, “Criadas y señoras”, “Siempre a tu lado”, “En busca de la felicidad”, entre otras.
En las calles se escuchaba que Luke tenía una contendiente inesperada. Era nueva en el pueblo, pero podría robarle su tan deseado premio. Su nombre era Summer Mckeen. De piel blanca y tersa, cabellos rojizos y pecas. De mediana estatura, delgada. Usaba grandes gafas.
El gran día llegó. Luke se puso sus mejores ropajes. Estaba tan nervioso que no pudo dormir bien. Sus padres lo llevaron a la competencia. Ellos tomaron asiento en las graderías. A él le correspondía pararse en la tarima. Summer ya se encontraba ahí junto con 13 jóvenes más.
Se dio por iniciada la competencia. A medida pasaban los minutos, los contendientes se iban reduciendo. Solo quedaban Luke y Summer. Ambos lloraban a mares. A lo lejos un niño se tropezó con una rama. Summer no pudo contener una carcajada. Luke resultó campeón de la septuagésima competencia de lágrimas.