Pasión por el oro

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René Alejandro Villela, trabajando en el laboratorio de computación del Colegio Español Padre Arrupe, en un programa de circuitos eléctricos. Foto por: Daniela Salgado.

La vida de un joven talento promete ser muy disciplinada, organizada y estricta. René Villela, campeón olímpico de ciencias físicas, organiza su rutina más allá de los salones de clase, las pizarras y los números.

Por Daniela Salgado

Su nombre es René Alejandro Villela Escalante y no hace más de un mes que se adjudicó entre sus logros una medalla de oro que comprueba su triunfo en las XX Olimpíadas de Ciencias Físicas a nivel Iberoamericano.

Tiene un semblante particular: sonriente, feliz y con buen sentido del humor, serio al principio, pero confianzudo al final. Unos ojos color menta, un cabello color tierra y una piel así, color luna, un metro 75 y unas 170 libras hacen que Villela destaque entre el salvadoreño promedio. Habla rápido, preciso, pero congruente. Intento que conversemos más despacio, pero él es así, va contratiempo, le gusta hablar hasta quedarse casi sin aire.

Hay muchas cosas que decir de René, empezando por su evidente modestia de joven talento y luego, por su aparentemente agotadora rutina entre los pupitres del colegio y los de la Universidad. De los apenas 18 años cumplidos, ha pasado dos y medio en el grupo olímpico de ciencias físicas en la Universidad de El Salvador (UES). Y, desde primer grado –hace unos 11 años atrás- hasta ahora, a punto de ser bachiller, su vida académica ha transcurrido en el Colegio Español Padre Arrupe.

Para empezar su rutina por la mañana, se levanta diez minutos para las cinco. Le cuesta despertarse, aún se toma esos minutos que lo separan de las en punto para acabar de ponerse en pie.

Vive en Soyapango, uno de los municipios más poblados de El Salvador, así que toma en cuenta que el camino de su casa al colegio (que queda en el límite de Soyapango con Ciudad Delgado) es bastante tedioso: tráfico vehicular desde que sale hasta que llega, desde el kilómetro cero hasta el 15. De todas maneras, por largo que parezca, sus pies están a las seis y quince de la mañana en su destino.

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Para darle la bienvenida a clases, siempre hay un gran edificio con fachada gris, de cemento. Con las paredes pintadas de un brillante verde pistacho abajo y un mate blanco hueso arriba. Los salones con puertas de madera, debidamente identificados: 1º Bachillerato Gnal. “A”, “B”, “C”.
3º año ECA (Electrónica) es el salón de Villela. A ese no le ponen ni “B” ni “C” porque solamente hay una sección. Ahí se juega la nota, un título de bachiller y casi la vida. Su pan de cada día está entre el alambre de estaño, el cautín, las tablas de dibujo y otros instrumentos que usan en su especialidad.

Sucede que de las 24 horas de su día, René pasa nueve en el Arrupe. Pero él está acostumbrado, no le pesa, no le importa, ni siquiera siente el tiempo. Ahora que trabaja en su proyecto de graduación mucho menos, dice, encogiendo los hombros.

Tantos años de exigencia le han dejado el cerebro entrenado y el horario hecho. En su tercer año de bachillerato opción electrónica, le han disminuido el número de materias: Informática, geografía española, literatura española, tecnología, taller, práctica profesional y trabajo de graduación, son las pocas materias, a comparación de los dos años anteriores (unas 14), que les absorbe el tiempo porque, a pesar que son pocas, son demandantes.

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No es que este ganador de la medalla de oro sea un robot, una calculadora o un androide, pero para él las ciencias físicas son como un chiste, son su pasatiempo. He ahí la razón por la cual le parece tan cotidiano, casi como tomar agua, comer o dormir.

-A mí me gusta mucho eso de la física, por eso no lo siento tan pesado, para mí no es una obligación, es como al que le gusta el fútbol, lo practica.

-¿Y a vos te gusta algún deporte?

Por un instante baja la mirada a la mesa, se sonríe, se sonroja y, como apenado, contesta entre risas:

-¡No, no me gusta! Solo (me gusta) el ajedrez. No me gusta andar corriendo ni nada, me gusta estar pensando.

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A la derecha, Guillermo Rivera con la camisa de la promoción 2015 del Arrupe. A la izquierda, un compañero de 2º año de bachillerato, también miembro del programa Jóvenes Talento. Foto por: Daniela Salgado.
A la derecha, Guillermo Rivera con la camisa de la promoción 2015 del Arrupe. A la izquierda, un compañero de 2º año de bachillerato, también miembro del programa Jóvenes Talento. Foto por: Daniela Salgado.

El fin de semana son los días más anhelados por cualquier salvadoreño. Es para quedarse dormido, para almorzar en familia, para salir. Pero, el sábado de Villela ya está agendado con otras actividades. A pesar de tener tareas del colegio y del sueño acumulado, no hace mucha protesta. Más bien, lo espera ansioso, como cuando un niño espera un viaje familiar a un balneario.

El sábado de este medallero comienza a las siete de la mañana. Despierta, se baña, se cambia, desayuna y directo a la UES. En unos salones de unos 5m. por 5m., con aire acondicionado, paredes blancas y pupitres de madera, ahí se le transforma la mente. Desde las nueve de la mañana, separado por un receso de una hora (que también sirve como almuerzo) hasta las cuatro de la tarde, las pupilas se le inundan de fórmulas, integrales, conversiones, decimales y todo tipo de expresión numérica simbólica que tenga que ver con ciencias físicas, con el deporte que mejor juega.

René tiene un talento súper especial, casi único. Un día en la vida de él no es que no sea difícil, no es que no sea complicado o pesado. Simplemente tiene una capacidad distinta, que le permite ver la física y la electrónica como pan comido. Según dice, se duerme lo más temprano posible, juega playstation gran parte de su tiempo, se pone al día con las redes sociales y hasta tiene novia. Sí, René se ríe mientras acepta que puede con todo.

-Si pudieras definir tu vida con una palabra, ¿cuál sería?

Levanta las cejas, señal evidente de su sorpresa. Se ríe, lo piensa y se lleva los puños a la boca. Hay silencio un par de segundos y contesta:

-¡Apasionada! No puede ser disciplinada porque algunas tareas este año no las entregué (entre risas, alardeando), pero apasionada sí, dejémoslo en eso.

Para poder entrar al grupo olímpico de física, en el 2013, René tuvo que someterse a un examen de admisión, el cual reprobó con un nada gratificante 4.0, pero lo aceptaron porque, a pesar de todo, era de las mayores notas. Le dolió, le hizo un choque entre su moral y su IQ. Desde entonces, aunque lo niegue, estudia hasta entre clases para aprender más.

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Así como él dice no llevar una vida disciplinada a pesar de sus responsabilidades, Guillermo Rivera, compañero de clases de René tanto en el colegio como en el grupo olímpico de física y ganador de una medalla de plata en esta pasada olimpiada, acepta que su rutina diaria está estrictamente delimitada entre sus clases de ECA y de física.

El hecho de representar a un país es una responsabilidad, algo que pesa y que es motivo de compromiso, explica Guillermo, con una mirada tranquila y una voz clara. No hay nada que lo ponga más ansioso que tratar de salir a tiempo con sus tareas de ambos lugares.

Corre, se mueve rápido entre semana y fin de esta. Le cuesta, o al menos lo admite, pero le gusta. Un estudiante con iguales responsabilidades que René, pero que, a diferencia de él, cuenta que es pesado, que hay desvelos en ocasiones, que la medalla se suda.

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El salón de clases de los jóvenes talento, ahí donde se siguen formando los cerebros de René y Guillermo, en algún momento del día se transforma en un salón de té: murmullos, risas, comentarios y chistes de física y matemática.

El último sábado de octubre, justo cuando se hace el examen mensual se escucha: “Que la masa por la derivada de la velocidad respecto al tiempo los acompañe”. Muchas risas. ¿Un compañero deseando suerte, una especie de frase motivacional? ¡Ja! Es su forma de divertirse.

Sentado, al frente, como en expectativa de que alguien le pregunte algo sobre el mensual, Bryan Escalante, uno de los instructores del grupo olímpico, se sonríe al intercambiarse una mirada de complicidad con otro instructor, como cuando saben que está algo difícil, pero para ellos es un reto.

-Las clases las preparan ustedes cada sábado, ¿qué nivel de dificultad considerás que representa para los alumnos?

Bryan levanta la ceja, ríe y mueve la cabeza hacia los lados, se encoge de hombros.

-¡Es un grupo olímpico, les exigimos más de lo que pueden dar! Sabemos de lo que son capaces. No por nada trajeron esas medallas.

Ningún alma estaba en silencio mientras hacía el examen: que si viste la película de no sé qué, que este animalito se parece a vos, que me vestí de mariposa cuando tenía 6 años…risas, risas y risas. Pero una clase común consta de un día entero del desarrollo de un tema. Se da un último ejemplo, ¿hay preguntas? Para el próximo sábado la guía resuelta y no se habla más.

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El día de René no está hecho si no lee un libro de física o de matemática, no lo confiesa él, pero lo confiesa su amigo. Carlos Lozano conoce a Villela desde hace 13 años, pero no empezó a hablarle sino hasta hace 4. Al fin y al cabo, este medallero no es un súper humano, no se puede todo de memoria y de seguro se desvela estudiando. ¿Cómo si no así se llevó el oro absoluto? Lo confirmó Rivera: la medalla se suda.

Bryan Escalante, instructor de René y Guillermo en el grupo olímpico de ciencias físicas del programa Jóvenes Talento. Foto por: Daniela Salgado.
Bryan Escalante, instructor de René y Guillermo en el grupo olímpico de ciencias físicas del programa Jóvenes Talento. Foto por: Daniela Salgado.

Carlos cuenta que es cierto, que a René le gusta dormir, le gusta bromear y también jugar Pokemon. Pero además, parte hay una parte que quizá el físico-matemático en potencia no le gusta revelar: nunca suelta sus libros. A veces le gusta hacer pensar a los demás que no se sobre esfuerza, cuando en realidad, en algunos de sus tiempos libres, toma como pasatiempos hacer ejercicios, siempre se ha llevado el primer lugar en el colegio, es un tanto perfeccionista aunque trate de ocultarlo con su personalidad.

¿A quién no le gustaría decir que se ganó una medalla de oro tan fácil, sin tanto esfuerzo, sin mucho desvelo, jugando PlayStation y Pokemon, saliendo con la novia?

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Lo cierto es que, como René y Guillermo, siendo más o menos organizados, siendo o no modestos, según el informe anual del Programa de Jóvenes Talento del 2015, proporcionado por el Ministerio de Educación (MINED) hay 204 jóvenes en San Salvador hasta la fecha que están inscritos en el programa. Estos 204 jóvenes a quienes mueve la misma pasión por el oro que a René o igual motivación por la plata que a Guillermo, están buscando la medalla, están dando lo mejor de sí y buscando sudar para ganarla.

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