El cráter de Ilopango es una amenaza silenciosa

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La caldera de Ilopango es considerada una de las más peligrosas de la región. Sin embargo, a los ojos de turistas y locales en el lugar predomina la calma. /Foto de Elizabeth Pinto.

El lago de Ilopango es un volcán activo, un volcán tipo caldera. En El Salvador es el que tiene mayor índice de explosividad, lo que a su vez lo convierte en uno de los más peligrosos a nivel mundial. A pesar de esto, el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN) no le da el monitoreo ideal, y quienes habitan a las orillas del lago no cuentan con medidas preventivas o protocolos de evacuación.

Por Fátima Morán y Elizabeth Pinto

En náhuatl, Apulo significa “lugar que se hunde en el agua”. Esto, más que una ingeniosa elección de nombre, parece una poética descripción del cantón Dolores Apulo, uno de los 45 cantones que se encuentran en los alrededores del lago de Ilopango. Los negocios, restaurantes y las casas construidas a la orilla del lago dan la noción de que no existe límite entre dónde termina la tierra y dónde inicia el agua.

La calma del lugar hace que resulte difícil imaginar que este cuerpo de agua grande y tranquilo es en realidad un volcán activo, resultado de una erupción cataclísmica (que causa destrucción) y cuyo cráter se encuentra en el centro del lago. Con una longitud de 11 kilómetros, una anchura de ocho kilómetros, y una profundidad media de 230 metros, el de Ilopango es considerado el lago natural más grande de El Salvador, según datos del MARN.

Osmín “Mincho” Hernández afirma que todos en Apulo están conscientes de que viven a las orillas de un volcán activo. Mincho tiene 40 años, es originario de Apulo y vive a cuadra y media del lago. Bucea desde los 18 años cuando era rescatista de la Cruz Roja y actualmente trabaja como instructor en la escuela Pacific Paradise Divers, ubicada en San Salvador. 

Mincho bucea en el lago de Ilopango con frecuencia. Hasta hace poco, solía ir una vez al mes a practicar buceo deportivo como parte de su trabajo en la escuela. Sin embargo, el 10 de marzo de este año, en la página de Facebook de Pacific Paradise Divers, Mincho publicó un video en el cual puede apreciarse el agua caliente que sale de las fumarolas ubicadas al fondo del lago. El video fue grabado el 1 de marzo. A partir de esto, el buzo comenta que ha comenzado a ir dos veces al mes.

Por su parte, Roberto Gallardo, especialista en arqueología subacuática y coordinador del área de Investigaciones y Curaduría del Museo Nacional de Antropología Dr. David J. Guzmán (MUNA), explica que las fumarolas son en realidad fuentes de agua caliente con sulfuro, que están en un sector del lago de Ilopango. El sulfuro que emana es amarillo claro, pero a veces bajo el agua se ve blanco.

Gallardo también ha buceado en el lago de Ilopango, pero explica que la última vez que lo hizo fue hace 2 años y en esa ocasión pudo observar las fumarolas. “Hay una plataforma en el extremo suroeste del lago, bajo el agua, donde se encuentran estos nacimientos de agua caliente”, comenta Gallardo.

Al hablar de las fumarolas, Mincho las describe como grietas. De hecho, habla de ellas con bastante familiaridad. Explica que la mayoría se encuentran ubicadas a 50 o 60 pies de profundidad, sin embargo, hace poco ha identificado que a 22 pies también existen. En todos los años que lleva buceando, dice haber visto cambios en el comportamiento de las fumarolas: han aumentado en cantidad, y mientras unas se apagan, otras se encienden.

Detalla que, por lo general, si se coloca la mano sobre una fumarola, el agua caliente que sale de ella quema. Pero también suele haber fumarolas más pequeñas en las que el agua no quema. Cuando bucea, no utiliza equipo más allá del necesario, ni siquiera al acercarse a las fuentes de agua caliente, pues afirma que el agua fría del lago se encarga de bajar la temperatura.

Hoy por hoy, Mincho es una de las pocas personas que posee un registro fotográfico y de video de las fumarolas que se encuentran al fondo del lago. De no ser por él, la idea de la actividad del volcán sería otro mito entre la comunidad de Apulo. Tal como lo afirma Maribel Guevara, quien también es habitante de Apulo y además de ser vecina de Mincho, es su amiga. “Aquí no se habla mucho del volcán, uno nunca se entera de eso. Si a veces escuchamos algo es porque los buzos platican mucho de esas cosas”.

Maribel tiene 38 años de vivir en Apulo, toda su vida. Desde hace cinco años es dueña de uno de los merenderos ubicados a la orilla del lago y el cual fue herencia de su madre. Cuando Maribel habla de Apulo es notorio que lo considera su hogar, sin embargo, no tendría miedo a dejarlo si Ilopango hiciera erupción. “Primero es la vida de uno, lo material se hace”, expresa.

Vivir junto a un volcán activo no intranquiliza a Maribel. “Esto de que hay fuego en el lago viene desde que yo tengo conciencia y nunca, gracias a Dios, hemos visto nada raro, hasta ahora que están sacando videos”, dice. Luego añade que solo le preocupa no saber cuándo podría hacer erupción.

Maribel asegura que el personal del MARN no llega con frecuencia a realizar monitoreos o estudios. Incluso, cuenta que la ministra Lina Pohl llegó al lago, según recuerda, hace unos 6 meses, junto a unos buzos que para ella parecían ser americanos. La ministra y el resto del equipo encontraron todo con normalidad, pero Maribel afirma que en esa ocasión no hablaron con los habitantes de Apulo, solo con pescadores y buzos de la zona.

De acuerdo a las noticias publicadas por el MARN, en diciembre de 2017 una comitiva de tres científicos visitó el lago de Ilopango. Dos de los ciElizabeth Pintoentíficos eran alemanes y uno, mexicano. El objetivo de esta visita fue recolectar muestras de depósitos de erupciones volcánicas. Estas muestras ayudan a reconstruir el número de erupciones que ha tenido la caldera y su magnitud. A pesar de esto, en el sitio web de la Dirección General del Observatorio Ambiental, el último informe mensual de Ilopango disponible es de marzo del 2017.

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El Observatorio Ambiental del MARN está lleno de computadoras, monitores y pantallas. En él se monitorean las condiciones meteorológicas, hidrológicas y geológicas de El Salvador. En esta última categoría, se estudia el comportamiento de los volcanes y la detección de sismos. El vulcanólogo Demetrio Escobar trabaja en este observatorio. Según afirma, en El Salvador existen seis volcanes activos y que en la actualidad son monitoreados por el MARN: San Miguel, Santa Ana, San Salvador, Izalco, San Vicente e Ilopango.

Demetrio Escobar, vulcanólogo del MARN, muestra los índices de sismología de los volcanes que son monitoreados en el observatorio ambiental. /Foto de Elizabeth Pinto.
Demetrio Escobar, vulcanólogo del MARN, muestra los índices de sismología de los volcanes que son monitoreados en el observatorio ambiental. /Foto de Elizabeth Pinto.

Como explica Escobar, para realizar el monitoreo de los volcanes activos, existen diferentes técnicas que son usadas en el ministerio. La primera es la técnica de sismología, en la cual se instalan estaciones sísmicas a lo largo del cráter del volcán para detectar cualquier tipo de movimiento ocasionado por la actividad volcánica. Asimismo, está la técnica de colocar equipos de GPS en la corteza para reportar si existen cambios o inflaciones en los volcanes.

Otra técnica son los equipos multigas, que miden los niveles de gases como el dióxido de azufre (SO2). También se hace uso de cámaras infrarrojas que calculan la temperatura a distancia. Y además, existe la técnica visual, es decir, lo que los vulcanólogos puedan percibir, como deformaciones a simple vista, olores o sonidos.

El portal digital del Servicio Nacional de Estudios Territoriales (SNET), que está a cargo del MARN, incluye una técnica más en la lista: la hidreogeoquímica, con la cual se mide la temperatura, el grado de acidez y la composición de las aguas asociadas a volcanes.

Aunque existen seis técnicas distintas para el monitoreo de volcanes, en el caso del volcán de Ilopango solo se utiliza la primera: la sismología. Escobar explica que esto se debe a que Ilopango es un volcán cuya actividad está en niveles bajos en comparación con los volcanes de San Miguel, Santa Ana y San Salvador que son los que hoy en día presentan más actividad, respectivamente. Ilopango no representa peligro de erupción inminente, es decir, que pueda suceder dentro de un período corto, por lo tanto no amerita el mismo monitoreo que el volcán de San Miguel, que según Escobar, es el que presenta mayor índice de sismicidad.

En las cercanías del lago hay cinco estaciones sísmicas ubicadas en Ilopango, San Martín, San Juan Tepezontes, Santiago Texacuangos y Cojutepeque. Escobar califica que este monitoreo sísmico es diario y sistemático. “Cuando vienen investigadores de Europa, de Estados Unidos o de otros países, vienen estudiantes para maestrías o doctorados, entonces ellos desarrollan una investigación más profunda y en base a eso se han hecho estudios más detallados del sistema Ilopango”, expresa el vulcanólogo, y añade que en esas ocasiones, el equipo del MARN se une a los investigadores.

La actividad sísmica que se reporta en el lago de Ilopango está dentro de los umbrales estadísticamente conocidos, según explica Escobar. En ocasiones se reportan cinco sismos al día, de los cuales una pequeña cantidad suelen ser sentidos y el resto son solo registrados. En cuanto a las fumarolas mostradas en el video de Mincho, Escobar afirma que son parte de la actividad del volcán, sin representar ningún peligro, y una vez más confirma que son señal de que Ilopango es un volcán activo.

Por su parte, Alexander Sánchez, doctor en ingeniería geológica de la Unidad Ambiental de la Oficina de Planificación del Área Metropolitana de San Salvador (OPAMSS), explica que, además de ser un índice de la actividad del volcán, la presencia de las fumarolas debería dar lugar a un monitoreo de gases en la caldera, es decir, a otra técnica de monitoreo.

Asimismo, manifiesta que la cámara magmática de los volcanes  podría ser otro elemento de monitoreo, pues estas, en el caso de las calderas, se caracterizan por ser de gran tamaño. “En Ilopango, también podría usarse técnicas de geofísica para monitorear y así conocer cómo la cámara magmática va variando con el tiempo”. Se estima que las dimensiones de la cámara de Ilopango rondan los tres a cinco kilómetros de diámetro.

El lago de Ilopango cuenta con una superficie de 72 km2, por lo que es considerado el lago natural más grande de El Salvador./ Foto de Elizabeth Pinto.
El lago de Ilopango cuenta con una superficie de 72 km2, por lo que es considerado el lago natural más grande de El Salvador./ Foto de Elizabeth Pinto.

A pesar de la tranquilidad que presenta Ilopango, Escobar es claro al hablar de la peligrosidad que este volcán representa. Al ser una caldera, es considerado uno de los volcanes más peligrosos a nivel mundial. De hecho, el Índice de Explosividad Volcánica de su erupción más grande históricamente registrada es de seis, cuando el valor máximo en esta escala es de ocho. “Por las megaerupciones que presentan este tipo de volcanes, deberíamos de tener otros tipos de monitoreos”, dice Escobar al referirse a las otras cinco técnicas de monitoreo existentes y que no se utilizan en Ilopango.

De acuerdo al Programa de Vulcanismo Mundial del Museo Smithsonian, para Ilopango, se han confirmado dos erupciones: una calculada en el 450 d.C., con un margen de error de más o menos 30 años, y una ocurrida entre diciembre de 1879 y marzo de 1880. En el caso de la primera, el arqueólogo de la Universidad de Texas, Robert Dull, ha visitado El Salvador en distintas ocasiones para estudiar esta erupción, y según sus últimas investigaciones, Dull la ha fechado en el 535 d.C., que ha sido el cálculo mayormente aceptado. Esta erupción de gran magnitud cubrió gran parte de El Salvador con ceniza la cual puede encontrarse hasta el día hoy en el área metropolitana de San Salvador– y destruyó asentamientos mayas.  

Sánchez afirma que estudiar la datación de las erupciones ayuda a conocer la recurrencia de estas. “A veces estas calderas hacen erupción casi cada 10 mil años, afortunadamente las erupciones no son tan recurrentes, pero sí es necesario monitorearlas, pues el volcán puede ir variando”, dice.

Si Ilopango volviera a hacer una erupción como la registrada en el 535, “destruiría todo El Salvador y parte de Centroamérica y cambiaría el clima del planeta”, especifica Escobar. Sánchez concuerda con Escobar e indica que una erupción de este tipo “sería el fin de El Salvador”. Además, la explosión podría representar también una amenaza para México, por lo que especialistas de la Universidad Autónoma de México (UNAM) vinieron a El Salvador en marzo de 2015 a realizar investigaciones relacionadas al lago de Ilopango. Este estudio fue financiado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) de México y desde el inicio se planeó que su duración fuera de tres años.

Por estas razones, el vulcanólogo y profesor asistente de Ciencias de la Tierra en la Universidad de Denison en Ohio, Erik Klemetti, ha ubicado al volcán de Ilopango entre los diez volcanes más peligrosos del mundo. Ilopango ocupa el cuarto puesto en esta lista. Lo preceden la caldera Aira de Japón (3er puesto), el campo volcánico Michoacán-Guanajuato en México (2o. puesto) y el Campi Flegrei, una caldera en Italia (1er puesto).

No obstante, Demetrio Escobar manifiesta que, además de que el monitoreo volcánico es bastante caro, –sin especificar el presupuesto con el que cuentan– las limitantes que se tienen son de personal y de recursos: “es difícil decir que no amerita pues deberíamos hacerlo, pero por el nivel que está de actividad, hay otros que son más importantes, y la verdad somos solo tres los vulcanólogos, no hay condiciones para estar monitoreando todos los volcanes con todas las técnicas, estamos enfocados en los volcanes con mayores niveles de actividad”.

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En septiembre de 2005, una fuerte tormenta causó que la vía que lleva a Apulo colapsara. Con una sola calle, la cual funciona como entrada y salida, los habitantes del cantón quedaron incomunicados. Ahora, Mincho piensa en que esa misma calle pudiera colapsar de nuevo, pero esta vez ante una emergencia producto de la actividad del lago de Ilopango. “Algo pasa en ese calle y Apulo muere porque no tenemos otra ruta, no hay más calles donde podamos salir”, dice, pero no pierde la calma.

Al preguntarle a Mincho sobre medidas de prevención y protocolos de emergencia en caso de una erupción, él afirma que nunca nadie ha tocado ese tema. “Todos sabemos que vivimos a las orillas del volcán y que si hace erupción nos vamos a morir, pero medidas de precaución ante una erupción, aunque sea pequeña, no hay nada. Ninguna comunidad cercana al lago estaría preparada”, expresa.

Por otro lado, Enrique Ernesto, otro habitante de Apulo, menciona que si ocurriera algo, lo primero que él haría sería evacuar a las personas que viven en los alrededores del lago. Enrique tiene 32 años y siempre ha vivido en Apulo. Vende minutas en lancha y da paseos turísticos hacia la Isla del Amor, la Isla Los Patos y el cantón Joya Grande, todos ubicados en el lago de Ilopango.

Pero además de esto, tiene 18 años de estar en la Cruz Roja, es guardavidas, da primeros auxilios y conoce lo básico de salvamento, pero no sabe de socorrismo. Expresa que en caso de erupción, “por el sistema del lago, puede calentar mucho, o se pueden abrir grietas en la tierra, puede haber deslaves. La mejor opción sería evacuar a la gente de la zona”.

Aunque responde con calma y muestra valentía cuando se le plantea el escenario de una posible erupción, opina que lo mejor sería que las autoridades les informaran qué hacer en caso de emergencia. “Fuera bueno que vinieran personas que de veras supieran cómo actuar en esa forma y que nos puedan enseñar y nosotros poner de nuestra parte para aprender a rescatar a alguien en una emergencia de esa magnitud”.

Mientras se transita en la única calle de Apulo, en algunas esquinas pueden verse unos letreros verdes en los que se lee “Ruta de evacuación”. Sin embargo, Maribel afirma que estos han sido colocados para indicar a los turistas cuál es la entrada y la salida de Apulo, sobre todo para evitar el tráfico. “No tiene nada que ver con algo de seguridad, no hay rutas de evacuación, en eso sí estamos perdidos”, manifiesta.

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El 19 de abril de este año, Jorge Meléndez, secretario para Asuntos de Vulnerabilidad y director general de Protección Civil, se reunió con jefaturas de la Dirección General de Protección Civil con el fin de trabajar en la elaboración de un Plan Nacional de Contingencia ante Erupciones Volcánicas, de acuerdo a un tuit publicado ese mismo día en la cuenta oficial de Twitter de dicha institución.

Previo a esto, los manuales y documentos disponibles en el portal web de Protección Civil no muestran planes enfocados específicamente en erupciones volcánicas. La edición publicada en línea más reciente del Plan Nacional de Protección Civil (2016), por ejemplo, trata en un apartado el tema de los daños que las erupciones volcánicas pueden provocar: daños físicos, a la salud, al agua potable, energía, telecomunicaciones, al transporte y a sectores como el agropecuario, industrial, turístico entre otros. Sin embargo, esto se aborda de manera general, es decir, sin especificar nombres de volcanes o el tipo de erupciones.

El pasado 2 de mayo, la Dirección General de Protección Civil presentó el Plan Nacional de Contingencia ante Erupciones volcánicas ante la Comisión Nacional de Protección Civil. Este plan contempla protocolos de seguridad ante emergencias de ese tipo. De ser aprobado por dicha Comisión, se convertiría en el primer plan especializado en erupciones volcánicas en la historia de El Salvador.

De acuerdo a Mauricio Guevara, jefe de la Unidad de Planificación y subdirector de Protección Civil, dicho plan contempla los riesgos definidos para cada uno de los nueve volcanes que se consideran una amenaza actualmente. Para esto, se toma en cuenta el tipo de volcán, pues de ello dependerá cómo puede ser su actividad en caso de erupción. Por esto, Guevara concluye que era necesario contar con un plan especializado para este tipo de riesgo, ante la red de volcanes activos que hay en los tan solo 21 mil km2 que El Salvador tiene como superficie.

Se hace una hipótesis de riesgo y después se definen acciones operativas para el plan y protocolos”, afirmó Guevara, quien a su vez explicó, que el avance del plan es tal que ya tienen contempladas las instituciones que actuarán al momento de que cualquier volcán de inicio a una erupción.

En el caso de San Miguel tenemos definido ya rutas de evacuación, logística, dotación de mascarillas y tenemos definido un rango de 4 kilómetros para proteger a las personas”, afirma, debido a que este volcán es actualmente el mayor actividad presenta.

Sin embargo, pese a que el Plan contempla el riesgo de todos los volcanes activos, incluyendo a la caldera de Ilopango, Guevara declara que “a partir de los datos que se tienen del registro de Ilopango, nadie va a poder contar esa historia. Las consecuencias serían catastróficas. Ante una explosión como esa de nada serviría tener planes porque no va haber nadie que los pueda ejecutar”.

A su vez, el vulcanólogo Demetrio Escobar menciona que en el MARN existe un programa de observadores locales, esto es, la observación de la actividad del volcán por parte de los habitantes de los alrededores de un volcán. Este programa se ha puesto en práctica, por ejemplo, ante la actividad del volcán de San Miguel. En el caso de Ilopango, todavía no se ha echado a andar esta oportunidad en la cual la comunidad podría aportar al monitoreo. Escobar espera que pueda ponerse en marcha el próximo año.

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Maribel piensa hacia dónde se movilizaría si el volcán hiciera erupción. Mientras habla de las posibilidades para su plan de escape, afirma con tranquilidad: “aunque para Dios, donde quiere que estemos, si él quiere, pues nos quita”.

Mincho, al contrario, prefiere no preocuparse por riesgos y amenazas. Con la calma y el buen ánimo que lo caracterizan, comenta, con una nota llena de orgullo en su voz: “ahí nací, ahí crecí, ahí vivo y ahí voy a morir. No pienso irme para ningún lado”.

Se estima que más de seis millones y medio de personas viven en un diámetro de 100 kilómetros alrededor del volcán de Ilopango, un volcán cuyo potencial explosivo es tal que, al inicio de una erupción, puede producir columnas y cenizas de más de 25 kilómetros de altura. Pese a esto, ningún especialista podría predecir con exactitud el número total de personas afectadas ante una nueva erupción, pero concuerdan en que la caldera de Ilopango podría implicar un riesgo similar al de su mayor erupción hasta ahora, la cual, de acuerdo a Robert Dull, es la responsable del más grande cambio climático de los últimos 2000 años.

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