En nuestro país el deporte es el segundo fenómeno con mayor audiencia. Muchos salvadoreños sienten tanto entusiasmo por el fútbol que se incorporan a grupos cuyo común denominador entre sus miembros es la afición a un equipo determinado. Sin embargo, a veces estos grupos también promueven un fanatismo violento.

Por Gabriel Martínez y Ariel López

En El Salvador, el fútbol es tan pasional que induce a los fanáticos a atentar contra la integridad física de los demás. Por ejemplo, en el fútbol nacional las barras bravas de Club Deportivo Águila y Alianza Fútbol Club tuvieron un altercado en un choque disputado en febrero del 2017. A través de redes sociales fueron difundidas las secuelas de ese disturbio, tales como autobuses destrozados, personas heridas, instalaciones dañadas, entre otras.

Estos hechos tienen sus orígenes en nuestra cultura. Son consecuencia de un término llamado transculturación, que la Real Academia Española (RAE), define como: “Recepción por un pueblo o grupo social de formas de cultura procedentes de otro, que sustituyen de un modo más o menos completo a las propias”. Esto aplica para todo producto cultural que tenga su identidad ya marcada, en este caso el fútbol.

Esto se puede dar incluso dentro de los mismos periodistas, según lo explica el presentador de deportes Guillermo Rivera de Canal 12: “Es totalmente inevitable que un periodista aficione o incluso fanatice por algún equipo. El problema será si su trabajo refleja lo anterior. La idea es informar y buscar la imparcialidad”. Esto significa que nadie está exento de la influencia mediática. 

El Filósofo Gabriel Hernández explica que con el paso del tiempo empezaron a aparecer canales de televisión especializados en deportes (especialmente fútbol). “A medida que el fútbol en Europa se fue convirtiendo cada vez más en el negocio que es ahora, eso tenía que repercutir en la difusión que le daban”, mencionó Hernández.

Foto por Gabriel Martínez. Los aficionados expresan su apoyo a un equipo particular usando la camiseta de su equipo favorito en tiempos de partido, formando parte de un grupo que apoya al mismo equipo.

Además, Hernández afirma que es frecuente que los salvadoreños, cuando se presentan, pregunten a qué equipo son aficionados. ”Cuando se saludan, preguntan: ¿qué sos? Soy Barça, soy Madrid”, ejemplifica. Para él, la población ha perdido el interés en la liga local y no es más que una minoría quien le da importancia, debido a que la calidad del juego nacional no aumenta y a la excesiva cobertura dada por los medios de comunicación a los equipos europeos, resulta mucho más atractivo el espectáculo que ofrecen los extranjeros.

Este fenómeno mencionado por Hernández responde a un término llamado “alienación”, el cual está definido como: “Limitación o condicionamiento de la personalidad, impuesto al individuo o a la colectividad por factores externos sociales, económicos o culturales”. 

“Todos los días nos están bombardeando de fútbol. Ese es el trabajo de los publicistas y los comunicadores que se han metido en el ámbito del deporte y se encargan de proliferar la información y la propaganda de los torneos y los eventos futbolísticos importantes”, manifiesta Hernández. Gracias a las condiciones económicas actuales, el balompié ha logrado posicionarse como un negocio redondo o, en palabras suyas, “un enorme y rico mercado que comercializa día y noche con gente futbolista”.

En El Salvador, el deporte es el segundo objeto de consumo mediático con un 17 % de audiencia, según la revista Pangea. La propaganda siempre impacta con tendencia a lo extranjero, provocando que su público se sienta parte de un fenómeno común, por ejemplo: la Copa del Mundo, la Copa América, la Eurocopa, los Juegos Olímpicos, la Copa Confederaciones, etcétera. Es decir, el salvadoreño siempre buscará lo de afuera cuando lo nacional no figure a gran escala.

De acuerdo al portal web Gamba, “cuando los medios de comunicación son usados por sectores poderosos, en especial la televisión, se constituyen en fuentes que inducen a imitación, juegos, deseos, situaciones de violencia, discriminación y estilos de vida. A esto lo denominó Herbert Blumer, en 1933, interaccionismo simbólico”.

El ser humano, como un ser sociable, siempre buscará formar parte de un colectivo, pero, al tener uso de razón, es necesario tener conciencia de las cosas trascendentales. Hay que entender que el deporte es un ocio, no una ideología. Por eso es necesario saber discernir y establecer las prioridades. El deporte es una actividad esencial para el esparcimiento, pero hay que limitarse a disfrutarlo sanamente.

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