Masferrer expone que los ricos, quienes son minoría, deben tener un límite, en el que pueden adquirir bienes y recursos siempre y cuando sea con su esfuerzo, dedicación y no aprovechándose de las mayorías, lanzando a los necesitados a la miseria, al hambre, a la insalubridad, o sacrificando por intereses propios la sangre de sus hermanos.
Por Mario Rogel
El Mínimum Vital es un ensayo de crítica social realizado entre los años 1928 y 1929 por el pensador y escritor Alberto Masferrer. En este texto, el autor sintetiza la que para él representa la única opción de salvación de la sociedad salvadoreña.
Sin embargo, advierte que no se trata de la mejor forma de obtener un orden social, sino de la única viable para solucionar los problemas de desigualdad, pobreza e injusticia social de su época, mismos que se mantienen en la actualidad.
A lo largo de los años, los líderes de los distintos pueblos han intentado buscar una salida a los diferentes problemas sociales. Unos se han perdido en el poder y la avaricia, mientras que otros no han podido alcanzar sus propósitos debido a la imposición del sistema político, social y económico.
En los países de América Latina, desde la época de la conquista, la sumisión de los pueblos ha sido representada por la opresión y la represión de la libertad de expresión, llevando a la estratificación social, seguida por el odio de clases que se ha ido profundizando con el tiempo.
La imposición cultural y social que sufrieron los indígenas marcó una importante etapa en la historia de nuestra región, caracterizando a las personas por ser pasivas, indiferentes y con cierto temor por alguna revolución o simplemente por pensar diferente a la autoridad.
Esta construcción de la sociedad fue heredada al tiempo de la colonia, lo cual generó una nueva cultura y una nueva forma de vida, deformando la identidad de cada pueblo. Esto permaneció así incluso a principios del siglo pasado, cuando fue escrito el texto de Masferrer, mientras en el país se realizaba la expropiación de tierras, los levantamientos indígenas y las reformas legales que favorecían a la minoría opresora.
Fue entonces cuando el Mínimum Vital apareció. El ensayo parte de la premisa de que el Estado tiene que garantizar lo primordial a las personas trabajadoras: educación, vivienda, salud, alimento, justicia, entre otras cosas.
Esta tesis se sostiene en el argumento de que las personas, al trabajar, entregan su vida para hacer realidad el bien común, en el que de alguna manera todos salimos favorecidos, y que, por retribución, el Estado tiene que entregar aunque sea lo mínimo para que cada persona pueda desarrollarse con esfuerzo y dedicación.
Hay que recordar que en los tiempos en que se escribió el texto, el país se veía azotado por una ola de opresión y por los intentos de liberación por parte de campesinos e indígenas, impulsados por algunos activistas internacionales. A su vez, esa realidad también se enmarcaba en la crisis económica que sufría Estados Unidos y que de alguna manera nos afectaba.
En El Salvador, el pueblo peleaba por mejores salarios y menos horas de trabajo, y contra la expropiación de tierras y la desigualdad social y económica.
La gente se manifestaba contra estos problemas, que en su mayoría eran responsabilidad del Estado. Sin embargo, se mantenía el mismo patrón de represión de la historia indígena, generando así, años más tarde, genocidios y masacres.
En la actualidad, esa realidad no ha cambiado tanto: se mantienen las mismas formas de gobierno, solo que están disfrazadas de democracia, y aunque se han logrado algunos avances en materia social, las personas viven sumisas, no solo hacia el Estado sino hacia los grupos de poder económico, político y hasta criminales.
El concepto del Mínimum Vital no fue y no ha sido tomado en cuenta por las entidades gubernamentales. Según datos del Ministerio de Economía, el porcentaje de los hogares en situación de pobreza en El Salvador es del 35%, teniendo un aproximado de 2.7 millones de salvadoreños que no tienen un hogar para vivir, salud asegurada, educación de calidad, trabajo digno, comida y, peor aun, justicia para los delitos que se cometen a diario. En resumidas cuentas, no tienen el derecho del Mínimum Vital.
La segunda premisa que el autor expone es que los ricos, quienes son minoría, deben tener un límite, en el que pueden adquirir bienes y recursos siempre y cuando sea con su esfuerzo, dedicación y no aprovechándose de las mayorías, lanzando a los necesitados a la miseria, al hambre, a la insalubridad, o sacrificando por intereses propios la sangre de sus hermanos.
En esos tiempos, los ricos eran los dueños de grandes propiedades y manipulaban al Gobierno a su favor para la tenencia y cultivo de los terrenos, con el propósito de engrandecer su poder. Los campesinos e indígenas sufrían la miseria y el hambre, pues los oligarcas anteponían su bienestar al de las mayorías.
En la actualidad, la realidad de la concentración de recursos se mantiene igual, los ricos siguen manipulando al Gobierno a favor de sus intereses, la clase baja sufre las consecuencias y, además, la corrupción es notable en los cargos públicos que ocupan hoy quienes alguna vez lucharon por detener estos males sociales.
Para que sea efectivo el Mínimum Vital, también se requiere de ciertos “deberes imprescriptibles”, los cuales no se cumplen en su totalidad, por la misma cultura en la que vivimos.
A los gobiernos no les conviene que las personas se eduquen. Prefieren que vivan en ignorancia para seguir adueñándose de los recursos y del capital, dejando de lado completamente el bienestar de cada individuo de la sociedad, sin siquiera otorgarle el derecho de los mínimos recursos.
El Mínimum Vital es entonces una alternativa viable, una obligación del Estado hacia sus ciudadanos, pero que no es posible si la gente no lo exige. Esto se debe en parte a que los ricos, por la misma sumisión de los pobres, están acostumbrados, cultural e históricamente, a oprimir y tener más a costa de los necesitados.
Las propuestas del Mínimum Vital son una salida imperfecta pero sencilla y urgente a las necesidades de los países que viven desde ya hace muchos años en la desigualdad e injusticia, dándole una vida miserable a buena parte de su población.
En un país como el nuestro, la propuesta de Masferrer tiene sus pros y sus contras, ya que no implica la extinción de clases sociales ni asegura la igualdad, pues da espacio a que se siga practicando la corrupción y la evasión fiscal, dando lugar a que los pobres paguen impuestos y los ricos no.
Sin embargo, los pros se pueden ver reflejados en que el 35% de la población que se encuentra en situación de pobreza, sería por fin acreedor del derecho a tener aunque sea lo básico que los lleve a un pequeño paso del desarrollo humano.
Para que todo esto se cumpla, es necesario no obviar diferentes aspectos de la realidad que influyen directamente en el proceso, empezando por la disponibilidad del Estado para implementar el derecho, abarcando también la presión social de la exigencia del derecho público, los problemas de seguridad que influyen en las comunidades a las que se aplicaría el derecho, entre otros.
Se tendría que reformar todo el sistema de educación, vivienda, salud, seguridad, justicia, gobierno en general, para poder implementar las distintas formas de ayuda mínima a la población.
A la vez, todo esto no será posible sin una buena participación ciudadana, que ayude a reformar valores y tradiciones culturales de respeto, ética y moral que nos lleven a un mejor estado, como nunca se ha dado en la historia de El Salvador, que ha vivido un proceso, más que progresivo, regresivo en los últimos años.