Revivir a un árbol muerto

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Son cinco años de mantenimiento los que necesita un árbol joven para ser autosostenible. Si no se cumple la reforestación será un intento fallido. Foto por: Edmeé Aguilar.

El impacto de las reforestaciones por parte del Gobierno y organizaciones sin fines de lucro se reduce debido al poco financiamiento y los niveles avanzados de deforestación en el país.

Por Edmée Aguilar y Daniella Castro

Los planes no siempre salen como uno lo espera, y menos cuando son para salvar los pocos bosques que aún le quedan a El Salvador, como la finca El Espino, la cordillera El Bálsamo, o el Cerro Verde. Quienes se dedican formalmente a este actividad, así como Amigos del Lago de Ilopango o Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales, empiezan con las mejores ideas y dedican horas a planear cómo rescatar el medio ambiente. Pero todo se detiene, o en el mejor de los casos avanza lento, cuando llega la hora asignar el presupuesto para la inversión.

Existe un largo trabajo antes que llegue el día en que se planta un pequeño árbol y éste pueda iniciar su proceso de adaptación. Los ingenieros ambientales que se encargan de planificar una reforestación necesitan conocer sus propias capacidades económicas para atreverse a ejecutarlo. Debido a que los gastos en este tipo de proyectos pueden variar dependiendo del tamaño de la zona y cuál sea su cuidado posterior a la siembra.

Las acciones de reforestación no tienen como fin la prevención del daño medioambiental.  Más bien son una forma de contrarrestar todo el abuso y tala que han sufrido las áreas  naturales del país. Según el quinto informe Estado de la región en desarrollo humano sostenible 2016 publicado por Programa Estado de la Nación (PEN), El Salvador es el país de la región con menos cobertura forestal. Solo ha quedado 278.200 hectáreas de bosque en todo el territorio salvadoreño.

Los esfuerzos por revertir esta problemática tratan de transformar las áreas naturales para que poco a poco vuelvan a vestir de verde a El Salvador. El Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Fundación Empresarial para la Acción Social (FUNDEMAS), Asociación amigos del Lago de Ilopango y la unidad ambiental de la Alcaldía de San Salvador son instituciones que han tomado la responsabilidad de lograr esta meta. 

Aunque cada una tenga las mismas intenciones, los resultados son diferentes gracias un punto en común: su presupuesto. De este aspecto depende que un proyecto florezca y tenga frutos.

Metas concluidas con árboles

Hace más de 16 años FUNDEMAS se ha comprometido a ayudar al ecosistema salvadoreño. Desde sus inicios ha trabajado en incluir tanto empresas, ongs e instituciones públicas para financiar y realizar con éxito cada uno de sus proyectos. Con el pasar del tiempo y la experiencia adquirida, sus raíces se han vuelto mucho más fuertes al punto de aventurarse a la consecución de proyectos con mayor impacto como lo ha sido la reforestación de la finca El Espino.

La vida de la mayoría de las zonas verdes tiene un único destino que es la tala. Organizaciones comprometidas tratan de revertir la situación. Foto por: Edmeé Aguilar.
La vida de la mayoría de las zonas verdes tiene un único destino que es la tala. Organizaciones comprometidas tratan de revertir la situación. Foto por: Edmeé Aguilar.

Para el 2011 decidieron expandir sus proyectos más allá de San Salvador y tomaron la iniciativa de ayudar a todo el país. De esta forma nació el programa “Limpiemos El Salvador”, con el principal objetivo de mejorar la situación ambiental que atraviesa el territorio salvadoreño. “Surgió el programa Limpiemos El Salvador con el fin de ser el brazo ambiental y ejecutor de todo el componente en materia del medio ambiente”, aseguró Moisés Escobar, coordinador de dicho proyecto.

Solo cinco años ha estado activo el programa y ya se cuenta un avance considerable en el número de reforestaciones. “Nuestra meta todos los años son tres o cuatro reforestaciones. Todos los años la hemos alcanzado. Esta vez, en agosto llegamos a las cuatro [reforestaciones] y esperamos hacer más”, resaltó Moisés Escobar. Llevan al menos 15 reforestaciones, lo cual convierte a FUNDEMAS en un agente clave en la tarea de recuperar la vida de los bosques salvadoreños.

Su constancia en el programa, según Moisés Escobar, es en gran parte por el apoyo que reciben de las diversas instituciones aliadas. En total, son 200 organizaciones (públicas, privadas y ongs) que aportan financiamiento y recurso de personal a cada actividad de Limpiemos El Salvador. “Muchas empresas vienen con nosotros por nuestra oferta de valor que es la responsabilidad social empresarial. Luego escogemos el proyecto y coordinamos con cada empresa”, dijo Escobar.

Una reforestación sin las personas correctas no está destinada a florecer. Por ello, FUNDEMAS concentra esfuerzos en educar a su propio personal y a voluntarios que ayudan con cada proyecto. “Estamos en constantes capacitaciones que van desde las empresas, nuestros trabajadores y hasta comunidades con el fin de que se conviertan en multiplicadores del mensaje”, aseguró Escobar. La organización apuesta por instructores externos que guíen el camino de su personal en las técnicas más actualizadas en materia medioambiental.

El mayor logro y a la vez reto en cualquier reforestación es su mantenimiento. Los primeros cinco años de vida de un árbol son los más críticos, basta con exceso o escasez de agua para dañarlo por completo. FUNDEMAS, según Moisés Escobar, no desiste en su alianza con municipalidades, empresas y más instituciones para tener el dinero y equipo necesario para darle seguimiento a las zonas reforestadas. Así, las futuras generaciones salvadoreñas aprovechan correctamente los frutos de estas acciones.

El presupuesto no lo es todo

En respuesta  a tanto daño al medio ambiente, Alemania en 2011 decidió establecer a partir de la iniciativa Bonn la meta de 150 millones de hectáreas reforestadas mundialmente para el 2020. Hasta ahora, son 36 gobiernos del mundo quienes han firmado este proyecto. El Salvador,en el mismo año, se propuso a tener un papel activo dentro de esta iniciativa por medio del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN). Se espera convertir al país en un territorio que tenga riqueza de bosques y una cultura por respetarlos  e, incluso, aumentar sus extensiones.

Los esfuerzos por llegar a esta meta se han reunido en el programa de restauración de ecosistemas y paisajes presentado en el 2012. Javier Magaña, gerente de áreas protegidas de MARN y uno de los coordinadores del proyecto. Explicó que en total son un millón de hectáreas que se deben reforestar para 2030.

Las áreas identificadas para regresar la vida forestal son Apaneca Ilamatepec (la cual es una zona conjunta), Bajo Lempa, Cerrón Grande, Cordillera del Bálsamo y Goascorán. “El 5 de mayo del año pasado comenzamos oficialmente con las reforestaciones. Para 2017 tienen que estar reforestadas, al menos, 60 mil hectáreas en total por las cinco zonas”, dijo Javier Magaña.

La meta que se ha propuesto el MARN es bastante ambiciosa teniendo en cuenta lo urbanizado que está El Salvador gracias a sus más de seis millones de habitantes. Sin embargo, su mano derecha para actuar son organizaciones internacionales que han donado la mayoría del presupuesto para el plan. “El dinero que usamos para los proyectos son de donaciones que hacen, por ejemplo, Fondo Internacional para las Américas (FIAES). El gobierno lo que nos da a nosotros de presupuesto es solamente para gastos administrativos”, afirmó Javier Magaña.

La cantidad disponible de dinero para llegar a la meta para el próximo año excede del millón de dólares. Según el informe “Hacia la restauración y reforestación de ecosistemas y paisajes 2016- 2017” publicado por MARN, solo el área de Apaneca Ilamatepec tiene asignado $1.5 millones para la reforestación de ecosistemas críticos. Las cuatro zonas restantes varía entre $75,000 mil a $600,000 mil dólares. 

Aunque tengan un presupuesto amplio, el ritmo para hacer las reforestaciones no ha sido el más rápido. En el año y medio que ha estado vigente el plan, la página web del MARN ha registrado solamente 30,598.04 hectáreas restauradas. Esto se debe, según Javier Magaña, al poco recurso humano que cuenta el ministerio para gestionar el programa a nivel nacional. Son entre 16 a 20 técnicos de la gerencia encargados de organizar y velar por el cumplimiento de cada actividad en las cinco zonas correspondientes.

La forma del MARN de cumplir el plan, teniendo en cuenta que es el principal gestor de estas actividades, ha sembrado duda dentro de la instancia que trabaja en conjunto con ellos. En el interior del edificio del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) ubicado en Soyapango, se encuentra Romeo Herrera administrador del subcomponente de reforestación de dicha organización. Romeo Herrera describe el programa de restauración de ecosistemas y paisajes como “un proyecto no factible”.

“Este proyecto propuesto por el gobierno no es sostenible porque no hay un seguimiento. Sí plantan pero no le dan la inversión para mantenerlo. A un árbol se le debe dar todo lo que necesita hasta que haya alcanzado, al menos, cinco metros de altura”, expresó Romeo Herrera. La necesidad de cuidar los árboles ya plantados es igual de grande que cualquier reforestación. Esta responsabilidad, según Romeo Herrera, no solo recae en las instituciones que se encargan de hacerlo, también la sociedad salvadoreña debe comprometerse a cuidar y fomentar el aumento de las preciadas zonas verdes del país.

La educación ambiental es indispensable para lograr un verdadero impacto de este programa. La posibilidad de tener un país que tenga la dicha de disfrutar de extensas zonas verdes depende de cada uno de sus habitantes. Para Romeo Herrera la clave está en que el gobierno se tome el tiempo de enseñarle a cada uno desde la escuela como respetar y ayudar al medio ambiente.

Dentro de las oficinas del MARN, Javier Magaña confía en poder lograr que El Salvador cuente con un millón de hectáreas únicamente de bosques. Asegura que, aunque avancen a pasos cortos, cada uno de ellos es sólido y va encaminado en convertir al país en una inmensa zona verde.

Pasión que se convirtió en una organización

Ernesto Freund y Constantino Novoa, en 1993, concretizaron el amor y aprecio que le tenían a uno de los lugares más representativos de El Salvador y crearon, en ese momento, la Fundación Amigos del Lago de Ilopango. Sus primeros proyectos se basaron en ayudar a las comunidades que ahí habitan después que pasaran desastres naturales. El gusto por salvar la zona se hizo más fuerte cuando se empezaron a tener socios, que en 1995 donaron dinero para iniciar con las actividades de reforestación. Esto dio paso a plantar una meta que es restaurar con árboles nativos 15 mil manzanas de tierra que se encuentran en el lado norte del lago.

La Asociación Amigos del Lago de Ilopango han beneficiado a la población con la protección de suelo y el desarrollo económico, gracias a la siembra de árboles frutales. Foto por: Edmeé Aguilar.
La Asociación Amigos del Lago de Ilopango han beneficiado a la población con la protección de suelo y el desarrollo económico, gracias a la siembra de árboles frutales. Foto por: Edmeé Aguilar.

A pesar que el Lago de Ilopango, con su imponente belleza, es la fuente de vida para 14 municipios que comparten sus alrededores, no es considerada por el gobierno una zona prioritaria para rescatar. Por ende, no recibe inversión para su restauración y cuidado. Esto lo asegura Nadia de Barata que es la coordinadora de gestión de proyectos para la ahora Asociación Amigos del Lago de Ilopango. Uno de los mayores problemas a los que se ha enfrentado la organización es encontrar quién les ayude a financiar los proyectos.

Pero no todo ha sido un día lluvioso para la organización en sus 23 años de existencia. Gracias a la colaboración del Fondo de la Iniciativa para las Américas (FIAES) se elaboró un estudio climatológico en el que guarda la flora y fauna de la zona, además de explicar el comportamiento del lago. A partir de esto, se dio la bandera de salida para que iniciara el proceso de restauración como todos los conocemos, el de  plantar vidas verdes que toman unos años para crecer.

CETRON El Salvador, Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), HSB y la Cooperación Irlandesa son los que han colaborado para que se ejecuten los planes. Sumando así , nada más, mil hectáreas reforestadas de las 15 mil que se han establecido como meta. 

Uno de los trabajos más grandes, debido a que no se tienen los recursos, es solicitar ayuda a las municipalidades para que puedan apoyarlos en la logística o en el tema de los presupuestos. Según Nadia de Barata es muy difícil lograr que las alcaldías trabajen en conjunto entre ellas para que un proyecto pueda tener estabilidad. Esta falta de compromiso de los gobiernos locales también afecta la manera en que ellos pueden lograr llamar a sus públicos meta.

A pesar que el dinero o el apoyo sea algo que retenga de manera lenta los procesos de reforestación, hay algo que destaca a los amigos del lago. Es la importancia que ellos le dan a realizar las capacitaciones,tanto para los técnicos que se encargaran  del proyecto, como para las comunidades que se beneficiarán de las acciones. “Hemos sustituido cultivos como el frijol y maíz por árboles frutales. Es menos dañino para el suelo y los agricultores pueden comercializar su cosecha”, afirmó Nadia de Barata. La asociación a la vez que actúa para el cuido del lago, también representa oportunidades de crecimiento económico para las comunidades que ahí habitan.

La pequeña gran fábrica de árboles

En una de las casas de la colonia Flor Blanca, a una cuadra del estadio, se encuentra la Casa de Valores de la Alcaldía de San Salvador. Ahí, en el segundo piso, en uno de los cuartos situado al lado izquierdo está ubicada la unidad ambiental de la alcaldía de San Salvador. Son solo tres personas que dedican toda su jornada a establecer planes para  que luego sean guardados en el gabetero por falta de presupuesto. Mientras tanto, solo otorgan permisos ambientales y evalúan los informes para luego las empresas, que talan, paguen la multa asignada.

Marco Antonio González, subjefe de la unidad, lleva trabajando desde su inicio en el 2003. “Aquí surgió en el 2003, pero nunca se hizo nada. Ya hasta en el 2006 fue que comenzaron las primeras ideas para ver qué hacíamos con el medio ambiente. Nos compraron computadoras de escritorio e impresoras. Ya no teníamos que caminar tanto para sacar  un papel”, comentó Marco González. Pero recalca que aún así, la unidad funcionaba solo de manera administrativa.

Comercio y vivienda comienzan a invadir el volcán de San Salvador debido a su atractivo, convirtiéndolo en un lugar escogido para la deforestación. Foto por: Daniella Castro.
Comercio y vivienda comienzan a invadir el volcán de San Salvador debido a su atractivo, convirtiéndolo en un lugar escogido para la deforestación. Foto por: Daniella Castro.

Fue hasta que un nuevo rostro llegó a ocupar la oficina más grande de la alcaldía en las elecciones del 2015, la unidad ambiental recibió el valor que merece. Gracias a la “nueva visión” de la administración , como le dicen en ese pequeño cuarto que tiene computadoras de los años 90, se empezaron a gestar planes para revertir el daño ambiental grave de la capital. Aquí mismo surgió, en el 2015, el proyecto de Un pulmón para Sivar, que busca recobrar las zonas verdes del municipio y que hasta ahorita no se ha podido ejecutar. Todo esto, gracias a que la alcaldía quiso sumarse a la Iniciativa Boom.

Sandra Escobar, la encargada de la unidad ambiental, explica que se requiere de personal que vaya a realizar las investigaciones e iniciativas. Ya que  la alcaldía solo cuenta de 16 a 20 gestores para todos los distritos. “El primer paso es construir un mapa de los bosques que aún quedan para saber el número de árboles y el tipo de especie. Pero esto solo se ha quedado en papel. Nos falta de mucho personal aun”, dijo Sandra.  También, existe una falta de coordinación entre las instituciones públicas para que exista apoyo una con otra y así trabajar para  emprender procesos de reforestación.

La Política Nacional de Medio Ambiente, actualizada en el 2012, otorga al Sistema Nacional de Gestión del Medio Ambiente (SINAMA) el deber de ayudar a desarrollar la protección ambiental a todas las unidades ambientales de las 262 alcaldías en el país. Todas lideradas por el MARN. El único juez de Medio Ambiente en El Salvador, Samuel Lizama, considera que hay capacidad para realizar este trabajo, solo es falta de voluntad.  “Pero lo mínimo existe. y es con lo mínimo con lo cual podría trabajarse . Lo que yo veo es que no hay, primero, una coordinación. Segundo, una falta de rectoría del SINAMA y eso es un decifit del MARN… y tercero, no veo las acciones de las instituciones de protección al medio ambiente”, agregó el juez.

 A pesar de tener esa desventaja administrativa, económica y de personal, la unidad sigue moviéndose por sí sola para que cuando en el 2017 reciba el presupuesto solicitado, no tenga ningún problema y pueda actuar con rapidez. Es por eso que en este momento se concentran en fortalecer las áreas dentro de la institución como el vivero municipal, que es el más grande de El Salvador, volviéndose así proveedores de árboles para el MARN y el MAG. Otro proyecto que no necesita de mucha inversión y personal es el de embellecer las zonas verdes de las escuelas. Así, también se les enseña a los niño a cuidar las plantas y conocer el valor de un árbol.

Aunque solo hay tres personas en la unidad, se sienten entusiasmados y tienen confianza plena que pronto llegará el día que hayan podido desarrollar el mapa arbóreo de la zona y no haya pretextos que no se puede hacer nada por salvar el medio ambiente.

El Salvador recibe cooperaciones internacionales para poder invertir en el rescate del medio ambiente. Pero ese dinero muchas veces se pierde debido a que las instituciones consideran otros temas como prioridad y que el cuidado y renovación de los bosques es algo del que no se iban a tener que preocupar pronto. Es por eso que muy difícilmente se contraten técnicos o especialistas que ayuden, primero, a verificar la masa arbórea restante en El Salvador, para así elegir qué medidas se pueden implementar. Luego, el de crear planes de continuidad útiles que beneficie a las comunidades y se comuniquen de una manera entendible.

Otro factor clave que juega en contra de todas estas organizaciones es lo avanzado que está el problema. Se trata de reforestar en zonas que ya han sido declaradas críticas y que necesitan de acciones urgentes para recuperarlas. Sin gran presupuesto, sin el suficiente personal y poca iniciativa son los aspectos principales que retrasan los proyectos de cualquiera de las cuatro instituciones. Solventar estos tres obstáculos es lo que permitirá que en El Salvador regrese la principal fuente de vida que son los árboles.

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