Detrás de las áreas de servicio del hospital existen cúmulos de chatarra que sirven de hogar para palomas de castilla. Los pacientes establecen un vínculo afectuoso con ellas, a pesar de las normas del Hospital Nacional Rosales y de los riesgos sanitarios.
Por Keren Najarro y Guillermo Valle
Un pequeño parque dentro del hospital es la sede de rostros abrumados por el dolor. Lejos de la sala de emergencia, internos acompañados de la soledad pasan sus días consolándose con lo que aparece frente a sus ojos: árboles, un monumento, un edificio a punto de colapsar y palomas de castilla. Estas últimas han quebrantado la barrera del contacto visual y han llegado a crear una dependencia recíproca.
Una de las pacientes es Tránsito López. Lleva más de una semana ingresada en el sector de oncología. Después del desayuno, sale de su cama al parque para arrojarles migajas de pan a las palomas. Con mucha satisfacción de compartir su comida con ellas, expresó: “los animales se ven bien bonitos y da gusto darles de comer. Me pondría triste si no estuvieran aquí”.
Alrededor de Tránsito se forma un círculo de palomas que arrebatan con violencia el pan. Es imposible contarlas, porque se amontonan.
Con pocas horas de diferencia, Armando Pérez y Sara Fuentes, una joven pareja, también alimentan a las palomas. Él acaba de ser internado por un problema en su pierna. Su esposa y las aves lo acompañan. Ante noble gesto, les es difícil no alimentarlas. Con unos tres panes les contribuyen a las palomas a saciar el constante apetito. Armando, al ver cómo estas disfrutan de su acción, dijo: “son adornos que la naturaleza ha dejado para nosotros, por eso les dimos de comer”. Sara, apoyando las palabras de su esposo, señaló: “estos animales son para divertirse, uno se distrae viendo a las palomas. Sería malo y feo que las desaparecieran”.
En los pasillos aledaños al parque y en las zonas más internas a los servicios médicos, las palomas pasean de un lado a otro, alegrando a pacientes y a trabajadores. Uno de ellos es Ricardo Hernández, costurero del área de lavandería. Mientras dos palomas estaban paradas en la torre de ropa sucia y observando el movimiento de otros trabajadores, Hernández expresó: las palomas vienen constantemente. Nos hacen compañía aquí en la lavandería. Si hablaran sería lo mejor. No creo que nos hagan daño, son inofensivas”.
El origen de las amigas
Las palomas están en el Rosales por dos razones, porque la gente las alimenta y por la acumulación de chatarra, la que se convierte en hogar. Esta está en casi cada esquina del lugar, detrás del almacén de medicamentos, en el parqueo, detrás de emergencia, en medio de los servicios de especialidades e incluso en el techo. Ahí las palomas se resguardan y hacen nido. Gerardo Sánchez, inspector técnico en saneamiento ambiental del hospital, asegura que eso también prolifera otras plagas: cucarachas, zancudos y ratones.
Todo lo que ya perdió su utilidad, como sillas, mesas, escritorios y camillas, no se puede desechar rápido, porque suele estar inventariado. Salvador Álvarez, supervisor de limpieza, explicó que para eso está la unidad de Activo Fijo, quienes se encargan de realizar el papeleo para informar sobre un mueble deteriorado a la administración del hospital, para luego dar conocimiento a la Corte de Cuentas. Mientras esta última entidad no da aprobación, los artefactos no pueden salir del lugar. A la espera de ese proceso pasan días que se transforman en años.
Los peligros de la relación
La gracia de las palomas se opaca cuando se asocian a la mala higiene del hospital. Dejan los pasillos sucios por excremento y plumas. Esos desechos quedan intactos durante ratos, porque no existe un reglamento que dicte cómo hacer limpieza en la zona. Ester Galdámez, ordenanza del lugar, asegura que no le corresponde limpiar lo que las palomas hacen: “no soy la encargada de limpiar la suciedad de las palomas, pero lo hago un día sí y uno no para que no se haga costra”, aclaró Ester.
El inspector señala que las palomas portan hongos que pueden provocar criptococosis: “ingresan al inhalar el polvo de las heces cuando se ha secado, lo que causa daño pulmonar. Si no se da tratamiento podría causar daños en otros órganos, como el hígado”, informó. Además, comenta que las heces corroen la infraestructura del lugar, porque contienen ácido.
Más problemas higiénicos
Al problema de las palomas se le suman otras dificultades de limpieza. Una de ellas es la que viven los agentes del Ministerio de Seguridad y Orden Pública en el Ex Resguardo, donde los presos llegan cuando tienen cita médica.
Ahí hay baños, que según el personal de seguridad, tienen alrededor de diez años sin servicio, camillas descartadas que muchas veces son utilizadas por empleados para descansar. Existe un cuarto donde los empleados conviven por noventa horas seguidas. Ellos aseguran que los trabajadores de limpieza nunca llegan a realizar su trabajo a ese lugar. “Acá hacemos aseo diario (el cuarto donde duermen), pero de la puerta para afuera no me consta que hagan. Solo cuando vienen a hacer eventos en una sala, hacen medio aseo. Ahí andan ratones y cucarachas, con bastante frecuencia”, lamentó Teodoro Palacios, quien se encontraba en su turno de guardia en el hospital.
En el comedor de los empleados del hospital hay polvo, botellas y bolsas tiradas, incluso mascarillas que son utilizadas por los doctores y enfermeras. Las palomas entran y salen de la habitación buscando alimentarse. “En esta área, la limpieza se hace una vez al día”, indicó Melvin Cubías, estudiante de servicio social de la Universidad de El Salvador (UES). También añadió que en los baños durante la noche se ven cucarachas caminando.
La poca limpieza no se debe a falta de trabajadores, porque según Claudia Larín, jefa de la unidad de relaciones públicas, el hospital cuenta con 130 trabajadores de limpieza que laboran en el hospital en turnos de ocho a doce horas, de los cuales 113 son asignados en la limpieza de los pasillos del hospital y los restantes al área de oficinas. No obstante, al día solo frecuentan entre uno o dos trabajadores en los pasillos, porque, de acuerdo al supervisor de limpieza, ahí se trapea dos veces al día para evitar que la humedad provoque la caída de personas.
Medidas para frenar la relación
El neurocirujano del Hospital Rosales, Alexander Rodríguez, afirmó que la mayoría de pacientes adquiere un estado de soledad cuando son internadas. Por ello, a veces se vuelve difícil pedirle a la gente que dejen de alimentar las palomas. Por consiguiente, si la gente no deja de darles comida, ellas nunca se irán.
El Hospital Nacional Rosales aún no presenta pacientes que hayan sufrido de alguna enfermedad por las palomas. Sin embargo, las autoridades siguen buscando una medida que logre contrarrestarlas antes que una crisis los afecte. Galileo Romero, asistente de relaciones públicas, explicó que la administración del hospital ha pensado comprar un aparato que emite ondas sonoras percibidas solo por las aves, pero como solo se puede adquirir en el extranjero, es complicado gestionarlo.
Así mismo, Gerardo Sánchez también dijo que se han reunido para planear una posible compra de búhos y halcones, porque son enemigos biológicos de las palomas. A su vez, se ha diseñado una campaña de carteles y vallas para concientizar a los pacientes, para que dejen de alimentar a las palomas.
Sin embargo, esta no es la primera vez que tratan de crear soportes informativos para llegar a la gente. Las veces que se han hecho han fracasado, por problemas “culturales”, como denomina el hospital. Esto último se refiere a que las personas, a pesar que estén los carteles, no siguen las indicaciones y las palomas siguen llegando por la comida que los pacientes les dan.
No se ha considerado darles veneno a las palomas, porque son especie protegida por el Ministerio de Medioambiente y Recursos Naturales (MARN). No obstante, al consultarle al MARN, este negó que la paloma de castilla esté protegida y no quiso dar más declaraciones sobre el tema.
En el caso de roedores, ratas y ratones, no cuesta acabarlos, porque, según el supervisor de limpieza, la gente no los defiende. El departamento de limpieza trabaja junto a Epidemiología (área del hospital que estudia epidemias) en la limpieza de cloacas y tuberías, con el fin de eliminarlos. Salvador Álvarez aseguró que: “en invierno se colocan trampas, por lo que todos los días se atrapan entre tres a cuatro ratones”. Y aunque el veneno fuese más efectivo, está prohibido utilizarlo para no afectar a los pacientes. Además, de acuerdo al inspector Sánchez, el hospital contrata una compañía diferente cada año para que cada mes fumiguen contra insectos.
El panorama de las queridas amigas de los pacientes resulta desconocido. Por lo tanto, la carencia de campañas que concienticen tanto a pacientes como trabajadores sobre los efectos negativos de la convivencia con las palomas influirá en la persistencia del problema.
A pesar que existen intentos de control para roedores e insectos, la relación entre palomas y pacientes se fortalece. Esto es debido a la carencia de campañas que concienticen a las personas sobre los efectos negativos de la convivencia con las palomas.