Acostumbrarse a la felicidad desde una maquila

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En El Salvador se contabilizan 81 mil personas laborando dentro de maquilas. Son 17 zonas francas ubicadas en seis de los 14 departamentos del país. Estas zonas albergan más de 200 empresas dedicadas a diferentes rubros, entre ellos el textil, la confección, electrónica y otras. Foto por: Andrea Orellana.

De lo que sabemos, el trabajo en una maquila puede ser una idea espeluznante, indignante y una experiencia horrorosa. Para muchos salvadoreños es una pesadilla diaria que soportan por necesidad. Pero hay una excepción: por más disparatado que parezca, existe una maquila que, además de los textiles, fabrica los sueños de sus empleados y se los da para hacerlos felices.

I

La hora de entrada en la maquila League es a las siete de la mañana. Llego a las seis y media, y desde afuera observo que ya hay empleados trabajando. Me acerco a un hombre que cuida la entrada y le digo que tengo una entrevista con el gerente general, Rodrigo Bolaños. Me dice que él aún no llega, que a las siete y media podrá atenderme, después de la oración con todos los empleados y dar el balance general de la empresa. No entiendo a qué se refiere con eso, pero le digo que gracias y que lo esperaré. Me siento afuera, junto a otros empleados que se aglomeran en la entrada: platican entre ellos, bromean, algunos comen y otros hablan por teléfono.

League se encuentra ubicado en el complejo de American Park, en Ciudad Arce. Como las otras maquilas, la hora de entrada es a las siete de la mañana, pero League “se retrasa” media hora en sus labores para orar y hacer un balance general antes de la jornada. / Foto de Andrea Orellana.
League se encuentra ubicado en el complejo de American Park, en Ciudad Arce. Como las otras maquilas, la hora de entrada es a las siete de la mañana, pero League “se retrasa” media hora en sus labores para orar y hacer un balance general antes de la jornada. Foto por: Andrea Orellana.

De repente, veo cómo unos hombres sacan una bocina y un micrófono en la entrada. Un muchacho con una guitarra se acerca al micrófono y comienza a cantar alabanzas. Es extraño. Cada vez se acercan más empleados. A eso de las siete, veo llegar al gerente Bolaños en un pick up Mazda doble cabina, último modelo. Un carrazo que parece indestructible. Se baja y saluda a todos, parece una celebridad: alto, blanco, de buen parecer, algo agringado. Se acerca al micrófono, frente a más de 150 empleados. Enseguida pasa un joven de no más de 30 años al frente. El joven hace una oración: pide dar gracias por la bendición de este día y por la jornada, pide entregarle todo lo que hagan el día de hoy a Dios y pide la bendición para todos, para sus familias y para la empresa. Todos asienten con la cabeza baja y dicen “amén y amén”.

Luego de la breve oración, Bolaños se acerca al micrófono y dice que ahora pasarán a repasar el balance general de ayer, las cifras con que cerraron y las expectativas para hoy. Antes da un aviso importante:

―¡Recuerden que el 28 de noviembre tenemos la excursión al coloso de Izalco! Me informan que hemos comprado camillas, así que quien no pueda subir…cobraremos $4.50 por persona.

(Risas de los empleados)

―¡Piénsenlo, sería un buen negocio!

Posterior al importante aviso, los empleados encargados de diversas plantas dan un reporte de cifras por la producción de cada zona. Se escuchan “Dense un aplauso, este es su trabajo”, “Ayer rompimos récord en producción” y me sorprende el comentario de un chico que da un último balance:

―Pedimos sus oraciones para que venga más trabajo.

No me lo creo. No creo posible que los empleados de una maquila pidan más trabajo. Sin embargo, los empleados de League sí lo hacen, y lo más extraño es que parecen felices.

II

Las maquilas son una de las principales fuentes de empleo en El Salvador. Según datos de la Cámara de la Industria Textil y Confección (CAMTEX) del año 2011 (el único documento que detalla en cifras hasta el momento), estas generan alrededor de 240,000 empleos, 80,000 directos y alrededor de 160,000 indirectos. A la fecha, existen 17 zonas francas ubicadas en seis departamentos del país dedicadas a la producción textil.

Las zonas francas albergan a más de 200 empresas de diversos rubros: textil, confección, centros de distribución, centros de contacto, agroindustria, agropecuario, electrónica y metalmecánica. De acuerdo a investigaciones y estudios realizados por la Concertación por un Empelo Digno para las Mujeres (CEDM), señalan que las maquilas en El Salvador son predominante en el rubro de confección de ropa e indumentaria.

Las maquilas localizadas en zonas francas, así como League, generalmente son de capital extranjero y las de capital salvadoreño se ubican en algo llamado “Depósitos de Perfeccionamiento Activo (DPA)”.

Hablando en términos monetarios y del beneficio económico nacional, el estudio más reciente del 2015 de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) posiciona a nuestro país a la cabeza de las exportaciones regionales, ya que creció 5.1% el primer semestre.

De acuerdo a un informe del Banco Central de Reserva (BCR), hasta agosto de este año las exportaciones en El Salvador crecieron 5.4 %, en comparación con el mismo periodo de 2014; esto representa un ingreso adicional de $195,4 millones de dólares. En cuanto a las exportaciones tradicionales, el BCR, indica que sumaron $307.8 millones; las no tradicionales $2,722,8 millones y la maquila $752,9 millones.

Según el Consejo Nacional de Salarios Mínimos (CNSM), una persona que labora en una maquila recibe mensualmente $210.90 dólares de salario. Además según el código de trabajo, la persona debe hacer valer sus derechos laborales y no permitir ningún tipo de agresión en su lugar de trabajo. Sin embargo, el panorama en las maquilas de El Salvador es muy distinto, puesto que es un lugar donde muy frecuentemente se cometen abusos en contra de los empleados, comenzando porque no se les paga lo que les corresponde como mínimo. Además, la iniquidad entre empleados y jefes es latente y como consecuencia a veces las rotaciones dentro de las maquilas se realizan injustificadamente, ya que los jefes solo argumentan que los niveles de producción son bajos para realizar cualquier despido.

III

Hablar con Bolaños me recuerda el relato de mi abuela sobre el jefe de la maquila donde ella trabajó por 18 años. Ella asegura que siempre trató muy bien a sus empleados y que no sentía el tiempo pasar ahí. Bolaños, atentamente, salió a recibirme, me condujo a su oficina y me ofreció una taza de café. Me dijo que preguntara lo que quisiera y que teníamos tiempo, lo cual agradezco enormemente. A él le gusta hablar de su trabajo, deduzco. Bolaños es un hombre que ha hecho de la empresa a su cargo una inversión social.

League, una maquila originaria de Pensilvania, hace prendas de vestir para más tres mil universidades de Estados Unidos y Canadá. La maquila llegó al país en 2008 y se instaló en la zona franca American Park, en Ciudad Arce. En estos siete años lo que ha hecho es trabajar por el desarrollo de las comunidades de la mano de las iglesias. Los 620 empleados de la maquila son habitantes de los alrededores, discapacitados, indigentes (que el mismo gerente general se ha encargado de ir a buscar) y ex pandilleros que rebuscan la reinserción social.

La maquila fabrica ropa para más de tres mil universidades de Norteamérica. Por ende, todo el producto se exporta y está prohibida su venta en el país. Cuenta con 620 empleados que se dividen en unidades de producción. / Foto de Andrea Orellana
La maquila fabrica ropa para más de tres mil universidades de Norteamérica. Por ende, todo el producto se exporta y está prohibida su venta en el país. Cuenta con 620 empleados que se dividen en unidades de producción. Foto por: Andrea Orellana.

En los siete años de estar en el país, ha implementado 18 programas que buscan ser auto sostenibles: el Centro de Desarrollo Infantil, donde se cuidan a los hijos de los empleados; la cooperativa de ahorro y préstamos; el programa de desarrollo energético; el programa de reinserción social para ex pandilleros; “Villa League”, una residencia adecuada para sus empleados discapacitados; las clases de inglés y computación que reciben todos sus empleados, una hora diaria; la cafetería que vende sus platos a $1.05 dólares; el grupo de alcohólicos, por mencionar algunos.

Mientras lo entrevisto en su oficina, un muchacho llega junto a una empleada y le dice a Bolaños que necesita trabajo.

―Yo he estado en bodegas ―le dice.

―Pues está bien, vaya con ella (la asistente). Mire, el muchacho se ve que tiene músculo y hoy que viene cargamento necesitamos ayuda en bodega. Llévelo a que llene los papeles.

El muchacho le agradece y estrechan manos. Salen de la oficina.

―¿Cuál es el perfil de una persona apta para trabajar en League? ―le pregunto.

―Que tenga ganas de trabajar.

―Con este trato a sus empleados, ¿cuál es el resultado en la producción?

―Pues en la rotación no tenemos bajas. Las personas se quedan en la empresa, porque League es su casa. Nuestra casa. Son personas activas que cada día trabajan duro y están concentrados. Como sus problemas los van resolviendo, no dejan su frustración en las prendas.

―Mire, y ¿los demás empresarios de las maquilas que conocen sus proyectos le han imitado? ¿Le copian?

―No. Ninguno.

IV

Voy en busca de los empleados ahora. Quiero que me cuenten sobre su vida y si es cierto que son muy felices trabajando en League. La primera entrevistada se llama Marlén Quijada, una madre soltera de 35 años, tez blanca y rellenita. Entra feliz y me dice que mucho gusto, que encantada de platicar conmigo.

Marlén es operaria del piso de producción. Nació en el 80, en plena guerra civil, y su familia huyó de Chalatenango hacia Santa Ana. Nació de “imprevisto” en una casa sin muebles, el puro cajón. Su padre murió cuando tenía 14 años y desde ahí sus aspiraciones para estudiar quedaron estancadas. Cuando cumplió 18 años empezó a trabajar en la maquila Fruit Of The Loom. Trabajó ahí por 14 años y en ese transcurso tuvo a su hijo.

Los empleados de League reciben, diariamente y de manera obligatoria, clases de inglés con una maestra y a través de las prácticas del programa “Duolingo”. League ya firmó un convenio con un call center que se construirá a un lado de la maquila, para, de esta manera, generar más ingresos a sus empleados. / Foto de Andrea Orellana.
Los empleados de League reciben, diariamente y de manera obligatoria, clases de inglés con una maestra y a través de las prácticas del programa “Duolingo”. League ya firmó un convenio con un call center que se construirá a un lado de la maquila, para, de esta manera, generar más ingresos a sus empleados. Foto por: Andrea Orellana.

―A los ocho meses me lo traje para la guardería (Centro de Desarrollo Infantil), porque League con Fruit tenían una amistad. La esposa del ingeniero (Bolaños) nos daba charlas de padres y así fue como lo conocí. En una plática le dije que me quería pasar para su empresa.

―¿Por qué quiso pasarse para acá?

―Porque desde que yo escuchaba los proyectos de la empresa, yo me enamoré de acá. Y me até más con el cuido del niño. Creció saludable y ahora veo los frutos en el colegio. Es muy inteligente. League es más humano, está más de cerca a las necesidades. No me arrepiento, fue de las mejores decisiones que tomé.- me dice orgullosa.

―¿De qué proyectos es beneficiaria usted?

―Aparte de la guardería, pues yo al entrar aquí retomé el estudio. Yo solo llegué hasta noveno. Ya hice el bachillerato, hace poco hice la PAES. Estudio inglés, ya voy en el nivel nueve ―A Marlén se le ponen los ojos llorosos.

―¡Ya va muy avanzada!- le digo apremiándola.

Le pregunto qué piensa su familia de su trabajo y la respuesta que me da me sorprende. Luego lo asimilo, porque yo en algún momento también pensé lo mismo.

―Para serle bien sincera, ellos no creen en los proyectos. Yo les digo “Voy a ir a la universidad el otro año”, y solo se ponen a reír. Yo les digo “Mirá, yo no sé qué carrera voy a tomar, ya voy a entrar a la universidad pero no sé cuál elegir” y se burlan de mí. Cuando les dije que el ingeniero nos daría casas de la residencial que va a construir en Ciudad Obrera, me dijeron “¿seguís con tus locuras?”. El único que me cree es mi hijo de seis años.

V

Mi siguiente entrevistada irradia alegría por doquier. Se llama Leticia Espinoza y es una persona con discapacidad. Está notablemente maquillada, sonríe de mejilla a mejilla y usa un collar plateado del que cuelga una letra L, como oda a su majestuoso nombre. Es empleada de League en el área de educación en inglés.

Leticia se enfermó de Poliomielitis cuando tenía año y medio, junto a sus otros seis hermanos, pero fue la única que quedó con secuelas de por vida porque la vacuna que le inyectaron para curarla estaba vencida. Su secuela recae en poca fuerza en ambas piernas, por lo que se moviliza en una silla de ruedas. A pesar de las adversidades, su familia siempre la apoyó y gracias a ello terminó sus estudios universitarios. Sin embargo, su frustración por las escasas oportunidades de empleo le fueron consumiendo día con día: se sentía inútil, una carga para su familia, para todos.

Llegó a League por una feria de empleo que la empresa organizó para contratar personas con discapacidad y ella confiesa que sus expectativas eran nada más de ir a pasear al lugar junto a sus compañeros, porque tenía experiencias de ferias anteriores que solo eran fachadas de las empresas y nunca contrataban a nadie.

―La sociedad salvadoreña discrimina por todo, por discapacidad, por ser de recursos económicos bajos, por ser de un grupo delincuencial…somos personas bien discriminadas. Aquí en cambio, a todos nos tratan bien y nos involucran en todo lo que la empresa hace.

Leticia se encuentra feliz ahora: tiene un trabajo estable, un sueldo remunerado justamente; vive en Villa League, la casa adecuada para su discapacidad; el transporte la lleva a su trabajo y luego a casa. Aferrada a la fe y al milagro de una nueva oportunidad de vida, me dice:

―Dios pesa los corazones y vio que el corazón del ingeniero era valioso para todos nosotros. Por eso él lo bendice y así nos bendice a nosotros.

Leticia dice esta frase segura y con una sonrisa más luminosa, y yo le creo. Es difícil que yo crea en las bendiciones, pero es más difícil no creer que estás frente a una.

VI

Nada me habría preparado para mi próxima entrevista. Hay personas que parecen sacadas de otra realidad y que instantáneamente se convierten en personajes que podrían ser “best sellers” por todas sus vivencias, si estas se escribieran. Pues precisamente, eso sentí con mi siguiente ¿invitado? Se llama Mariela del Carmen Pineda y ha vivido 39 años difíciles. Al principio no supe distinguir si era un él o una ella. Vestía una camisa de vestir celeste y holgada, probablemente un par de tallas más de su medida, y un jeans. Camina “gabán”, pero a lo macho. Usa el pelo corto.

A esta máquina los empleados la llaman “el pulpo”. La función de esta máquina es imprimir con tinta especial en los textiles los logos y los eslóganes de las universidades correspondientes. Posterior a la impresión, la ropa pasa a un horno para que la tinta se seque. / Foto de Andrea Orellana.
A esta máquina los empleados la llaman “el pulpo”. La función de esta máquina es imprimir con tinta especial en los textiles los logos y los eslóganes de las universidades correspondientes. Posterior a la impresión, la ropa pasa a un horno para que la tinta se seque. Foto por: Andrea Orellana.

―Muchas gracias por aceptar la entrevista ―le digo, y consiguiente elegí una palabra imparcial del género―. Hábleme de usted.

―Bueno, me llamo Mariela del Carmen Pineda, pero me gusta que me digan Mario. Trabajo en empaque. Y pues de mí…yo vivía debajo de un puente, de ahí me fueron a sacar. Yo tenía muchos vicios de tomar y de drogas.

―¿Y cómo ganaba dinero para los vicios?

―Trabajaba empacando cosas con un señor de ahí, pero me pagaba $1 dólar nada más de mi trabajo de seis de la mañana hasta las ocho de la noche. De ahí yo me rebuscaba en “otras cosas”. Eso ni para comida me alcanzaba, pero uno en vicios no se acuerda si come o no come. Solo con el vicio se siente bien.

―Ja, ja, ja. Ya quedaba satisfecha.

―Yo pensé que en el vicio me iba a morir. De aquí dos veces me he escapado, pero gracias a Dios me han ido a buscar. Ya la segunda vez porque el mismo vicio me había vencido, me fui donde mis compañeros y me pegaron y yo les pegué porque ellos no querían que dejara la pandilla. Me han mandado a decir que si llego allá a San Salvador me van a pegar…a tres de mis amigos los mataron los de la otra pandilla.

―Pero ahora está aquí. ¿Y cómo ha visto el cambio en usted a como estaba antes y a como está hoy?

―Mirá, me siento bien. No te voy a decir que de la noche a la mañana me he quitado el vicio, porque tomo bajo de aguas, va, pero ya no es como antes, va.

―Bueno, pero cada vez lo va disminuyendo…

―Sí, es que aquí voy a un grupo de alcohólicos. Además, para las vacaciones yo agarré una casa para hacer mi vida y ver que tengo un compromiso ―titubea un poco, pero seriamente me dice― y me vas a disculpar lo que te voy a decir, pero a mí me gustan las mujeres. Yo tengo mi pareja y ella me ha aguantado mucho…pero la valoro ahora, ella tiene 18 años de estar conmigo.

―Es bastante tiempo.

―Sí, yo le quité mucho la vida, le pegaba. Una vez me encontré con ella que estaba llorando porque yo no cambiaba. Yo le decía que si no le gustaba se fuera. Uno de mis amigos del puente me dijo un día “mirá Mario, cuidá a tu mujer. Valorala”, y yo le dije que me daba la mismo.

―Ya…

―Ahora todo ha cambiado. Yo agarré la casa y pago $45 dólares mensuales. Ella tiene un niño de 12 años y ahí está el niño. Ahora ella me dice “Has cambiado”. Que ahora me visto más decente que antes. Los primeros días que venía bien tocada y venía con miedo porque aquí es de los contrarios.

―¿Cómo fue que la contrataron en League?

―Yo no estaba cuando eso pasó, pero un amigo me dijo “Mario mirá, yo te apunté en una cosa de casas, de trabajo, ¡echale ganas, vos sos de arranque!”, y yo le dije que vaya, que a ver qué salía. Ya cuando vinimos acá nos dieron ropa, zapatos, comida, veá. Una vez me vio bien el ingeniero y me dijo “vos no sos de aquí ¿veá?”.

―¿Y eso?

―Yo le dije que era de Nicaragua y que me habían traído los vicios. Mi mamá era de allá y mi papá es de acá, entonces yo me vine con él a Cojutepeque. Pero como él nunca me veía en algo de trabajo por el vicio me dijo un día que me fuera de la casa, que no me aguantaba, que estaba perdido. “Vaya, está bueno, pues”.

―Bueno, pero ahora también esa oportunidad de cambio ha mejorado todo, porque ¿cuándo una empresa va a andar buscando gente de la calle para contratar?

―Yo he notado el cambio en todo de mí, mi forma de hablar, de vestir, de comportarme. Mis compañeros me dicen “¿Va que estás feliz?”, pues ahora tengo mi casita, mi familia y sí, vivo feliz. Todo es bonito y uno se acostumbra a la felicidad.

VII

Mi último entrevistado es un ex pandillero. A primera vista y a todas las que sean te puede asustar. Es alto, fornido y tiene tatuajes en casi todo su cuerpo, menos en la cara. Tiene un semblante serio, parece que nada en la vida lo podría hacer reír y tendría sus motivos. Enseguida quito los prejuicios de temor en mi mente y empezamos la conversación. Me siento indefensa, pero la verdad, no hay nada que temer. Se llama Juan Antonio Flores y tiene 29 años. Le pregunto que si no hay problema de poner su nombre exacto y me dice que no. Trabaja de operario en League.

Después de imprimir y armar las prendas, estas pasan al lavado. Este procedimiento también sirve para evaluar la calidad de la prenda: si destiñe, si se borra la impresión o si el material se rompe, estira o encoge. Luego de pasar la prueba del lavado, la prenda se plancha y se empaqueta, quedando lista para su exportación/ Foto de Andrea Orellana.
Después de imprimir y armar las prendas, estas pasan al lavado. Este procedimiento también sirve para evaluar la calidad de la prenda: si destiñe, si se borra la impresión o si el material se rompe, estira o encoge. Luego de pasar la prueba del lavado, la prenda se plancha y se empaqueta, quedando lista para su exportación. Foto por: Andrea Orellana.

―Cuénteme de su vida― le pido.

―Este es el primer trabajo que tengo. Entré por un programa de la iglesia. Yo a los 13 años me metí de lleno al mundo de las pandillas. Llegué ahí hasta los 27 años.

―¿Qué motivos tuvo para meterse a las pandillas?

―Pues vamos a hablar la realidad: yo me sentía bien. Me sentía bien en el sentido de la economía y de otras cosas. Los cipotes siempre me ayudaban, a mí no me faltaba nada. Me daban $200 dólares a la semana y aparte tenía una venta de drogas que me generaba ingresos.
Mientras Juan me platica de estos temas, me parece un poco irónico que la entrevista sea en un pequeño salón de lectura para niños, con muchos libros fantasiosos alrededor.

―También en venta y compra de armas ganaba otro poquito.

―Ahí dejó por completo la escuela.

―Sí, yo dejé todo. Yo tuve oportunidades de todo, iba al Indes a practicar boxeo, pero me gustó más la calle. Todavía ahora sufro las consecuencias de todo y me cuesta la reinserción a la sociedad. Por ejemplo la policía o los juzgados, ellos no creen en un cambio que la persona pueda dar.

―Eso inherentemente le prohíbe muchas oportunidades…

―Sí. En el 2009 salí del penal de Quezaltepeque. Los cipotes me dijeron que en la sociedad no teníamos cabida, que nuestra realidad era la calle. Yo me ponía a pensar en la cárcel de cómo sería tener una vida diferente, pero lo miraba como un sueño.

―Tenía toda una vida prohibida…

―Sí. Ahora veo a mis dos hijos y mi esposa…y aunque a veces las cuentas me hacen pensar que ganaba más dinero en una semana con lo de la pandilla, reflexiono que ahora tengo un futuro mejor para mí y mi familia.

VIII

Tengo una última conversación con Rodrigo Bolaños, quien me cuenta en esencia lo que está haciendo con su empresa. Me dice que League es una empresa que cree en el desarrollo humano y que al potenciar líderes la empresa se beneficia. Que cree que lo grande de esta empresa son sus empleados, y que entonces se meten a trabajarlos para que sean personas que sirvan a la sociedad, y que por supuesto le dan las herramientas necesarias.

A continuación me dice algo que, si en este caso se piensa la maquila como una esclavitud, esto es un indicio de la libertad en tiempos modernos:

―Siendo honesto, nuestra meta es que ellos se vayan de aquí a mejores empleos. No se deben quedar en la maquila para siempre.
Estas palabras me hacen pensar mucho sobre el sentido humano de las personas y querer cambiar el mundo con ello. Se me ocurre que hay un cambio posible en esta sociedad y las cosas se pueden arreglar, porque hay gente comprometida con hacer lo justo.

Me retiro de League, pero mientas camino por los pasillos hacia la salida y veo a la gente trabajar sin parar, no siento un ambiente tenso ni opresor. Además, después de las pláticas ―eran más pláticas emocionales que entrevistas― con los empleados de League, me siento con una energía renovada y una esperanza contagiosa de que en el mundo hay gente buena.

Pienso en mi abuela. ¿Habría sido su vida igual, si hubiera tenido las oportunidades que tienen estos empleados? Por supuesto que no. ¿Qué habría hecho si hubiera pasado del tercer grado y terminado la escuela? No me imagino a mi abuela yendo a la universidad…estudiando una carrera…graduándose de ingeniera o de doctora.

Admiro a Bolaños y su liderazgo, su compasión y su compromiso. Admiro a los empleados de League que día a día luchan por tener un futuro bueno para ellos y sus familias, a pesar de los prejuicios y las carencias de una sociedad que para cambiar, al igual que ellos, merece recibir cosas buenas.

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