Editorial número 4
En las últimas décadas, en América Latina hemos sido testigos de la acción, tanto de gobiernos calificados como progresistas o de gobiernos calificados de conservadores. En el caso de los primeros, una constante de su accionar es la búsqueda de soluciones para las necesidades de las mayorías. En la actualidad, se está regresando a gobiernos que sustentan ideas conservadoras, y con ellos, se está dando lugar al retroceso en materia de conquistas sociales de los sectores populares.
La salida de las dictaduras militares significó para muchos sectores de la población, un respiro, una vuelta a la esperanza de integrarnos como continente y de luchar por el bien común. El final del siglo XX significó para América Latina una nueva correlación de fuerzas en el contexto mundial. Y nos comenzamos a ver como países, como región y como continente. Así nacieron y se reforzaron proyectos latinoamericanos que se han ido enfrentando a las intervenciones, influencias y manipulaciones de los más fuertes de este planeta. En estos enfrentamientos, no siempre las mayorías populares han salido vencedoras.
Ejemplo de ello son las pensiones que día a día ven reducido su valor real empobreciendo a los adultos mayores. Los sindicatos han prácticamente desaparecido, pues en el pasado cercano se les estigmatizó negativamente, haciendo creer que sus luchas por mejores condiciones de vida ahuyentaban al capital inversor. En el presente, asistimos a una especie de inmovilidad ciudadana en la lucha por los derechos a la educación y la salud. Y aunque el costo de la vida sigue aumentando, la reacción de los ciudadanos demandando un salario justo es casi inexistente. Se ha naturalizado el tema de la violencia y de la inseguridad, a tal grado que la sociedad no piensa en soluciones integrales, sino en el cumplimiento de promesas rápidas, que son imposibles de realizar.
En este contexto, la derecha promete y promete, pero como lo demostraron en la discusión por el aumento al salario mínimo, no está dispuesta a hacer concesiones. No están dispuestos a compartir la riqueza que construimos entre todos. Es más, lo único que importa es el crecimiento del capital que poseen. La búsqueda del bien común, del respeto a los derechos humanos, a los derechos laborales, al derecho a una vida y al derecho a un trabajo digno no está en su horizonte.
Nada nos hace pensar a los salvadoreños que en el tema de los derechos y de una mejor calidad de vida, vayamos a progresar.
Nada nos hace pensar que estamos en camino de construir una sociedad más justa, mientras seguimos expulsando cientos de jóvenes cada mes, más allá de nuestras fronteras, para que busquen en el extranjero posibilidades de realización personal y familiar.
Las próximas elecciones constituyen un reto a la imaginación popular, porque “donde triunfa, la derecha recorta el bienestar.”1
1Álvaro García Linera. Vicepresidente de Bolivia. Recuperado en https://www.clacso.org.ar/prensa/detalle_noticias.php?id_clacso_medios=273&s=11&idioma=ing. Entrevista con Clacso TV realizada el 24 de agosto de 2016.