“Había un profesor que daba administración financiera, y sí, era bien guapo“

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Catalina Rivera, aseguró que amaba las materias de auditorías y aspecialmente, las clases de sociología que impartía el padre Segundo Montes.

María Catalina Rivera Méndez,  auditora Externa en el Centro de Cirugía Ambulatoria (CECIAM) , Graduada en Contaduría Pública, en en el año 1993.

Por Auora Cáceres

Primero  saqué la carrera de Técnico en Comercialización, que así se llamaba en esa época;  luego Técnico en Administración Financiera, y la última fue la mejor, me gradué de mamá.

Cuando salí de bachillerato, empezaba el conflicto armado en el país. Una ocasión visité la Universidad de El Salvador y francamente para mí fue un pánico pensar que podía estudiar ahí, por la situación en la que se encontraba.
La UES estaba militarizada. En todas partes se encontraban soldados. Para ese entonces, visitaba la biblioteca y salía asustada, por eso opté estudiar en la UCA. Gracias a Dios, mi mamá todavía podía solventar mis gastos.

Me hicieron el estudio socioeconómico y era aceptable la cuota. Apelamos y me quedó a 50.00 colones ($ 5.58). A medida pasó el tiempo fue aumentando. Cuando egresé, la cuota máxima para entrar al proceso de graduación era de 150 colones ($ 16.76). En esa época ya trabajaba en el área de contabilidad en la Superintendencia del Sistema Financiero.

Cuando estudié, vine a vivir a San Salvador, y durante toda mi carrera universitaria estuve en pupilajes. Cuando fui madre, alquilé una casa y me quedé viviendo con mi hija. No me casé, soy una feliz mamá soltera.

Francamente, fue una bonita época. Teníamos un grupo bien bonito. Trabajábamos, nos reuníamos en grupo y al mediodía del domingo, almorzábamos en algún lado. Teníamos  la costumbre que los viernes nos reuníamos para comer pizza o íbamos a una casa en Santa Anita a molestar.

Mis lugares favoritos para estar en la universidad, eran los jardines. Siempre había un jardín donde me ponía a estudiar y nos reuníamos con mis compañeros. También me gustaba estar en la biblioteca, en la segunda planta para estudiar.  Sin embargo, los jardines eran preciosos.

Por supuesto que así como hay anécdotas bonitas, también fue triste la época en la que murieron los padres jesuitas.. Ese ciclo se terminó de una manera abrupta. Ya no tuvimos clases normales. Mejor dejaron un trabajo en una materia para evitar la asistencia a clases. Fue bastante triste, a todos nos marcó. Cada quien siguió hasta que la administración de la universidad se logró estabilizar. Se terminó el ciclo como se pudo.

El mismo ambiente se puso pesado. A medida fue aumentando el  problema de la guerra ya empezaron a reducir los horarios y salíamos antes. Las horas clases se acortaron.

Dejando a un lado los malos ratos, la experiencia en Sociología con el padre Segundo Montes fue una época estupenda. Siempre supe que la UCA era el mejor lugar de educación. Con mis compañeros les decíamos a las nuevas universidades, “universidades de garajes”, porque aparecían casas pequeñas. El padre decía que no se había analizado suficiente  la calificación hacia esas universidades, consideraba que no salían profesionales calificados; razón por la cual muchas de ellas no perduraron y desaparecieron.

Había un profesor que daba Administración Financiera, y era bien guapo. Así como su clase era bien interesante, su presencia era  agradable. Hubo otro profesor que daba contabilidad agrícola, que solo llegaba a hablar de “pollos” y nos causaba gracia. Solo hablaba del costo del pollo y una compañera siempre le decía:  “¿Y no hay otro animal en contabilidad?”. También me dio clase el Padre Francisco Javier Ibisate. Él, era bien dulce.

En ese entonces, egresar de la universidad, era lo máximo y daba prestigio.

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