Vicente Méndez representa a uno de los diez salvadoreños capitalinos que han dejado de utilizar su automóvil por manejar la bicicleta. En San Salvador, este medio de transporte alternativo de movilidad urbana colisiona con un entorno automovilístico donde todavía no ha sido acogido.
Por Nathaly Bonilla
La humedad de la neblina que acompaña la madrugada todavía permanecía a las 7:15 a.m. Esa mañana lo importante era llevar mi casco, agua y mi bicicleta ya que me encontraría en la Colonia Metrópolis con Vicente Méndez. Lo acompañaría en el particular trayecto hacia su trabajo, como solo diez personas suelen hacerlo en San Salvador diariamente.
Hasta la fecha, el gobierno nunca han formulado una comisión nacional donde se tenga un conglomerado de cuántos ciclistas son en el país y las deficiencias que atraviesan. Sin embargo, Vicente Méndez, miembro activo del movimiento Bici Red explicó que a partir de reuniones que se realizan con los representantes de los demás grupos ciclistas se ha realizado un censo, el cual revela que de los nueve movimientos ciclistas del área metropolitana de San salvador son diez personas que todos día se introducen y movilizan con su bicicleta en medio del tráfico de la capital y han retomado un estilo de vida particular en una cultura poco inclusiva.
Vicente Méndez es un hombre enérgico y voz potente que anima a la acción. Desde hace tres años, la bicicleta lo acompaña todos los días a su trabajo. Tiene 48 años de edad, trabaja en el Centro de Gobierno donde realiza procesos territoriales en la unidad coordinadora de proyectos estratégicos.
“Lo que me motivó a usar la bicicleta, al inicio fue una cuestión de recreación durante los fines de semana” explicó Méndez. Luego él fue observando que movilizarse desde su trabajo en vehículo pasaba 45 minutos en un trayecto que solo es de cinco kilómetros, desde la Colonia Metrópoli hasta el Centro de Gobierno. Un recorrido en el que si no hubiera tráfico tardaría entre 15 o 20 minutos. Observó y evidenció que era muy estresante. Después, lo hacía en autobuses y se tardaba una hora, era mucho peor. Por último, comenzó a adquirir habilidad con el uso de su bicicleta. “Esto no es de la noche a la mañana. Llevo alrededor de tres años con este hábito”, dijo Méndez.
Al mismo tiempo, es el presidente del Movimiento Pedaleando de Bici Red, uno de los 30 movimientos ciclísticos existentes a nivel nacional y uno de los nueve del área metropolitana de San Salvador. Bici red tiene como objetivo exponer a los gobernantes del país que existen grupos que están pensando ya en otro tipo de movilidad en las zonas urbanas. A su vez, buscan personas entre los 9 a los 75 años de edad que quieran recrearse y hacer conciencia que existe otra alternativa de transporte que no es el vehículo.
Un día antes, vía Whatsapp.
-Buenas Tardes, Vicente. Soy Nathaly. Le escribo para saber si puedo acompañarlo el día de mañana a hacer el recorrido en bicicleta desde su casa al trabajo. Le comento que ahora me fui desde mi casa hasta la universidad para acostumbrarme un poco al tráfico y acompañarlo en su trayecto.
-Excelente. ¿Sentís seguridad en la vía?
-La verdad, sí. Me fui por toda la Carretera Panamericana, en medio del carril entre los carros y coasters. Sucede que unos metros delante de mí iba un ciclista y al verlo me transmitió valor y confianza. Me fui casi detrás de él. Pero, me cansé en la subida de Antiguo Cuscatlán.
-Bueno, tomo en cuenta tus comentarios para disfrutar la pedaleada de mañana. Solo un consejo: debes comer algo o tomar leche, yogurt o un par de guineos con miel de abeja. No vayas a venir en ayunas, es contraproducente.
-Está bien, nos vemos mañana.
Uno de los diez en la selva
“¡Vámonos!”, fue la señal de iniciación del itinerario de este nuevo estilo de vida, del que formé parte. Mi pie derecho ya está listo para impulsar el pedal y acata la voz de Méndez. La cadena sigue la orden del pedal y comienza a girar el piñón, que a su vez, hace girar la rueda trasera sobre el pavimento y comienza la historia. Méndez porta su casco, bajo el cual lleva un gorro grueso y acolchonado para mayor protección de su cabeza, un par de gafas de sol, de marco negro, cuadrado y el lente polarizado, con tonalidad entre verde y amarilla, una camiseta deportiva blanca, un jean y botines de trabajo. Emprende una vez más la travesía.
Resuena el cántico esparcido de un grupo de pájaros migrantes. Al mismo tiempo, se escucha un estruendo, es la potencia de los 150 caballos de fuerza de los motores de los autobuses. Comenzamos a subir una pequeña cuesta para tomar una ruta alterna que ayudará a evadir el tráfico. «Tomar rutas donde no transitan buses ni microbuses nos permite no compartir la vía con ese tipo de personas que no tienen el respeto de ver a un ciclista en la vía», asegura Méndez.
En efecto, Vicente Méndez es como un guía en un museo que él conoce desde hace tres años. “Nosotros, los ciclistas, en el tráfico tenemos que ubicarnos siempre para saber si nos conviene ir a la derecha o a la izquierda. En este caso, como es sentido único, vamos a irnos en la vía donde vamos a avanzar más rápido”, afirma. Ambos nos mantenemos a la izquierda mientras que todos los carros se abarrotan a la derecha.
“Mira los rostros de las personas”, señala Méndez. Hay una sensación de pena. Estos seres humanos son víctimas del congestionamiento vehicular, de los gases tóxicos que emiten las máquinas que conducen, del ruido y del estrés. Según estudios de la Organización Mundial para la Salud (OMS), San Salvador es la tercera capital que tiene el aire más contaminado de América Latina.
Mientras rodaban las llantas delgadas de la bicicleta se observaba que las carrocerías montadas sobre cuatro llantas, que son seis veces el tamaño de las de la bici, estaban paradas. A su vez, portaban personas con rostros angustiados, individuos distraídos hablando por teléfono y otros con su mano fuera de la ventana del auto fumando un cigarrillo, quienes contaminan el ambiente con el humo del cigarro y de su motor.
-Mirá unos van chateando- indica con una sonrisa en su rostro.
-¿Y usted cómo va en lo que llevamos de recorrido?- le pregunto.
–Yo tranquilo, tranquilo- contesta con profunda decisión y entusiasmo.
Convivencia en la vía pública: estrés, desamparo e irrespeto
–Aquí está lo bueno, vamos, vamos– exclama Méndez mientras nos acercamos a una intersección.
–Hola, buenos días, cree que nos permite incorporarnos– solicita Méndez con propiedad, un tono de voz elevado y amabilidad.
–Dale– responde el automovilista canoso con una voz grave y realizando un ademán con su mano.
–Gracias– responde Méndez.
–La bici te ayuda a cultivar valores. En la calle se debe practicar el valor tolerancia, ser tolerante con los improperios que algún automovilista te grite– recalca Méndez.
De repente, un hombre que se transportaba en un carro negro polarizado comienza a acelerar su motor. Méndez y yo nos movemos al carril derecho, a pesar que ya habíamos ganado el carril izquierdo por ser dos bicicletas. El hombre del carro negro mete a fondo el acelerador y pasa de largo.
“Has vivido la intolerancia e irrespeto en carne propia”, me dice Méndez. La vulnerabilidad, decepción y los tóxicos del motor del auto negro polarizado inundan el entorno. «Méndez explica que a veces lo insultan y luego se encuentra a la persona que le gritó en otro semáforo. Él los saluda educadamente y sigue avanzando. Mientras el conductor se queda estancado y estresado en el tráfico”.
Ahora es un pick-up el que irrumpe el paso de nuestras bicicletas. “Déjalo, déjalo. Me voy detrás tuyo porque la calle es bastante angosta”,dice Méndez. A la calle le sobraba solo un metro de ancho para poder pasar. En efecto, en El Salvador la vía pública, las calles y aceras, no están adaptadas para andar en bicicleta. Según informes del Ministerio de Obras Públicas, Transporte, Vivienda y Desarrollo Urbano hasta el momento se cuenta con 6.7 kilometros de ciclo rutas construidas por el MOP en puntos como: carril auxiliar Bulevar Monseñor Romero, Bulevar Merliot, del Bulevar Merliot hasta Carretera Panamericana, por Escuela Británica; y Redondel de Naciones Unidas hasta la Mascota.
Bajamos la cuesta mientras todos los carros se mantienen estáticos. Bajamos con impulso, comienzo a frenar y se evidencia la falta de mantenimiento de mi bicicleta. Un chillido parecido, pero en menor volumen, a la bocina de un bus sonaba a medida la bicicleta se acercaba a un auto que nos impide el paso.
-Un detalle muy importante que debes de tomar en cuenta: tu bicicleta tiene que estar en perfectas condiciones- me dice Méndez.
-A esta le falta aceite, ¿cierto?- pregunto.
-Lo que suena es el freno, es vital. No te puedes meter a un tráfico si la bicicleta te puede fallar. Las situaciones fatales ocurren en milésimas de segundos- afirma Méndez.
-Es que no la he llevado a mantenimiento- respondo.
-Un ciclista no puede dejar a la deriva su vida por falta de mantenimiento de su bicicleta- me regaña Méndez.
En algunos momentos es necesario mantenerse detrás de los vehículos. Por ejemplo, al incorporarnos esta vez, un carro se carga demasiado a la derecha por querer sobrepasar. Los pitos y motores viejos resuenan esta mañana. “Venite, venite, vamos a pedir nuevamente la vía”, Méndez hace una señal con su mano pero el carro sigue su camino. “¡Ahora no nos quieren dar la vía!”, Méndez exclama entre risas.
En el espacio que ocupa un carro caben seis bicicletas. Y en la mayoría de los vehículos solo va una persona. “Estamos conscientes que en toda ciudad en desarrollo es necesario construir vías rápidas, pero estas siempre serán insuficientes para la progresiva cantidad de vehículos que entran al país. Por ello, vale la pena impulsar una inversión alternativa, las ciclo rutas son mucho más baratas y desahogan el congestionamiento vehicular”, afirmó María Ester Gómez, arquitecta especializada en urbanismo y diseño de vivienda urbana del MOP.
Méndez y yo estamos bien incorporados en el carril. Nos asomamos a una intersección que lleva al Bulevar de Los Héroes. Ahí otros automóviles se quieren incorporar a nuestro carril. Frente a nosotros, un hombre conduce una camioneta gris. Méndez le pide permiso y anticipa a que nos deje pasar. El hombre, con su rostro nos indica que cede el paso, pero su pie indica lo contrario: acelera el carro y no frena. La punta de su camioneta nos saca del carril derecho y nos arrima a la fila de autos del lado izquierdo. El irrespeto para los ciclistas es constante, los conductores, como el de la camioneta gris, no se detienen. Esta es la convivencia de la bici todos los días en medio de los carros.
“Siempre el más débil es el que sale perdiendo, entonces hay que ir con mucha precaución nunca hay que confiarse, nunca pienses que te van a ver, nunca pienses que se van a frenar” explicó Pablo Claver, ciclista del movimiento Bici Red. Asimismo, Francisco Chávez, ciclista independiente, afirmó que el tamaño del medio de transporte en el que se moviliza influye en el enfrentamiento a casos de irrespeto vial y discriminación.
En efecto, las actuales leyes de tránsito no garantizan el derecho de circulación a los ciclistas. La Ley General de Transporte Terrestre, Tránsito y Seguridad Vial de El Salvador únicamente hace referencia a los ciclistas en dos artículos, el 129: “Los ciclistas deben proceder, en la vía pública, de la siguiente manera: circular por el lado derecho de la vía, y lo más cercano posible a la orilla de la calzada”, y el 86 donde se destaca el equipo que se debe usar para mayor seguridad.
Movilidad alternativa
En los últimos años el uso de la bicicleta ha tomado fuerza debido, en parte, a las discusiones sobre la problemática medioambiental. Asimismo, la bicicleta promueve un modelo de movilidad menos costoso, eficaz y más amigable. Así, emergen organizaciones e instituciones gubernamentales que intentan introducir una visión sustentable en los proyectos propuestos para generar conciencia social y disminuir los problemas ambientales.
Entre ellos se encuentra el programa de Ciudades Inclusivas del Ministerio de Obras Públicas (MOP) para el cual se destina el 0.01 % de US$175.2 millones, presupuesto asignado para la infraestructura del país al ramo de Obras Públicas, Transporte, Vivienda y Desarrollo Urbano. “Se pretende transformar las construcciones de entornos urbanísticos a través de un diseño adaptado y conveniente para hacerlos accesibles a todas las personas. Aquí entra la bicicleta. Hay que adecuar ciclo vías para que contribuyan a la descontaminación visual y del ambiente. Así, volver inclusiva una carretera que solo es para vehículos”, afirmó afirmó Mónica Monti, coordinadora de la unidad de infraestructura no motorizada en la obra pública del MOP.
“Es necesaria la realización de talleres que expongan la necesidad de transformar las calles que ya estaban o crear rutas que te permitieran movilizarte como ciclista. Pensar de qué otra forma se puede potenciar una vía de transporte. Cómo darle un sentido desde la arquitectura la posibilidad real de que alguien se desplace en la bicicleta”, explicó Carlos Grande, arquitecto especialista en área de Movilidad no Motorizada.
Grande explica que los proyectos arquitectónicos puedan revitalizar la ciudad en algunos lugares que lo necesitan. Una calle tradicional que ha sido utilizada para vehículos se trasforma cuando se amplía para un mayor número de personas, que también son usuarios. Asimismo, cuando con la infraestructura se proponen nuevas rutas para que la movilidad no motorizada optimice el tiempo para llegar a su destino. Aquí interviene el tema de una infraestructura vial inclusiva tanto para peatones como para personas con discapacidades y para los que buscan movilizarse de una forma alternativa al motor.
-¿Cómo te sentís?-, me pregunta Méndez.
-Un poco cansada, el humo y el tráfico me desgasta- le respondo.
-Te sentís cansada porque no estás familiarizada- asegura él.
-A ir en tráfico, no. Pero andar en montañas o vías ciclísticas como las del Parque Bicentenario, sí – interrumpo.
-Esa es otra historia. En el Bicentenario tú vas pendiente de las piedras, de los hoyos y de los túmulos. Aquí vas pendiente de que alguien no te vaya a golpear.- argumenta.
“Yo voy doblemente más alerta de la situación. Voy pendiente y concentrado de todo lo que está pasando. De los que van distraídos debo estar pendiente” expresó Chávez. En efecto, durante el trayecto el ciclista va viendo el asfalto, los hoyos, cloacas que las han robado, conductores distraídos, es una concentración indiscutible. “Si es un riesgo vivir en El Salvador, ir en bicicleta es un riesgo añadido. Pero vale la pena intentarlo porque la bicicleta te permite convivir más con el entorno que ir encerrado en todo un carro”, declaró Claver.
Contaminación
Nos acercamos a un semáforo en rojo. Para evitar absorber el humo de los vehículos nos ponemos al frente de la fila. Las bicicletas serán las primeras al salir una vez se ponga en verde. Se escucha el gruñido de los motores estacionados, en espera, y encendidos. Una mujer nos observa como si fuésemos la nueva especie que se expone en un museo. La luz cambia e indica avanzar. Los pitos de los autos, aglomerados detrás de las bicicletas, empiezan a sonar como orquesta desafinada y mal dirigida.
Con Méndez nos proyectamos en la próxima cuadra, se avecina una cuesta. Un camión de basura cabina blanca y contenedor oxidado color café interrumpe la mitad de la vía en la que vamos a pasar. Ese camión todos los días obstaculiza el paso de Méndez hacia su trabajo. Por lo tanto debemos pedalear el doble para que los carros no nos sobrepasen. Inhalando y exhalando constantemente por la cuesta, de repente se introduce un olor ácido, descompuesto y putrefacto en nuestras vías respiratorias. Es necesario dejar inhalar por un momento aunque descompense el ritmo que llevamos. A medida se avanza se esclarece el hedor, pero se detecta un olor a tostada quemada, se trata de las pastillas de freno de un microbús que va en dirección opuesta.
Estudios de Calidad del Aire realizados por el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN) advierten que en octubre 2016 la disposición del aire en el Centro de San Salvador alcanzó el nivel de dañina para la salud. Asimismo, revela que cada año hay más días con niveles de contaminación altos. Por ello, destaca la importancia que la población con enfermedades respiratorias tal como asma, evite el esfuerzo excesivo al aire libre y las demás personas, especialmente los mayores y los niños, deben limitar el esfuerzo prolongado al exterior.
Cultivo de Valores
La convivencia en la vía pública prácticamente depende primero de la seguridad del ciclista al manejar la bicicleta. Si no está seguro que tiene control de la bici, en la convivencia con otros vehículos en la carretera se vas a sentir vulnerable. Pero, si se adquiere esa seguridad, se va ganando un respeto, pero al mismo tiempo se debe ser respetuoso con el otro.
La convivencia en la vía pública no es fácil. No existen las condiciones para circular libremente con la bicicleta. De repente te cargas a la derecha, pero de la nada te sacan. El desarrollo urbano en El Salvador se inclina en motivar el uso del vehículo con la expansión de carreteras, pasos a desnivel y subterraneos. Para incrementar el uso de la bicicleta como medio de transporte alternativo se necesita una estructura mínima que proteja a los ciclistas del peligro que representan los vehículos. Pero al final de cuentas, Méndez afirma que en el tráfico el ciclista es el rey. Porque tú avanzas y los demás se quedan.
“Para empezar a trabajar el tema de bicicleta como alternativa de movilidad urbana, lo primero que tenemos que trabajar es la cultura. La cultura del respeto”, dice Méndez. Lo importante es trabajar el respeto hacia el ciclista. La práctica de valores es muy importante.
“Tú puedes ver tráfico que a veces está de 1 kilómetro y es porque un automovilista se ha quedado pero ningún otro conductor de automotor se baja de su vehículo a preguntarle ¿en qué te puedo ayudar? ¿Te empujo? Todos van pasando, incluso hasta gritando, pitando, pero nadie se acerca. Entonces, nosotros como ciclistas, la actitud es preguntar al automovilista por qué se ha quedado y le ayudamos. Cuando ya le hemos hecho un bien le recordamos que el respeto al ciclista es lo primero”.
-Hemos encontrado uno que nos da protección. Viene detrás de nosotros, tranquilo, no nos viene apresurando- indicó Méndez.
-¿Qué hacen cuando lo apresuran?- le pregunto.
-Comienzan acelerar- aclara él.
-¿En qué parte de la calle debería irme para no correr riesgo?-pregunto.
-Bueno, si te vas al centro eres más vulnerable. Aquí donde vamos, al lado derecho, puede haber un poco más de respeto- mencionó.
No inclusión y discriminación
Antes de llegar al lugar de trabajo de Méndez, pasamos por un banco de la zona para hacer una diligencia. De manera intencional intentamos ingresar por el portón de la entrada principal, donde es prohibido el paso para el ciclista porque es acceso exclusivo para carros. Por ello, usualmente Méndez ingresa por un portón ubicado en un costado derecho de la entidad bancaria, lo que implica un trayecto más largo para su recorrido. Sale el vigilante, su mirada oscila entre ambas bicicletas.
–¿Cómo estamos? Bien, bien- pregunta y, a la vez, responde Méndez de manera cortés y entusiasta al guardia de seguridad.
–¿Qué querían?– pregunta el vigilante mientras observa el marco de la bicicleta y luego el rostro sudado de Méndez.
–Hacer unos pagos venimos– afirma.
El vigilante abre el portón. Méndez sonríe y avanzamos para estacionar las bicicletas. “Viste, con el paso del tiempo me he ido ganando espacios y posicionando con mi bicicleta en este entorno poco inclusivo”, explica.
Mientras estábamos en la fila del banco, con un tono de voz bajo, Méndez narra una de sus vivencias en bicicleta. El MOP estaba firmando en Casa Presidencial de El Salvador un lanzamiento de fondos que iba a ser destinado para la ejecución de ciclo vías. Los ciclistas, entre ellos Méndez, llegaron hasta el lugar en bicicleta con el fin y entusiasmo de apoyar la causa, pero se les bloqueó el paso por portar este medio de transporte alternativo. A los carros sí los dejaban pasar. Esquivaron obstáculos y lograron ingresar, se querían tomar una fotografía al interior de la institución pública para evidenciar que habían llegado en bicicleta. No obstante, rápido, como el disparo del flash de la cámara, las autoridades los sacaron del lugar.
También, me comenta sobre la sociedad consumista en la que vivimos. Hace referencia a que la persona que maneja un carro obtiene un estatus económico y social, pero quien maneja una bicicleta es visto como un extraterrestre y es discriminado. Pero, poco a poco, con el tiempo, las personas van aceptando. Siempre critican por el sudor. Por eso, Méndez toma medidas como una camisa extra que se pone al finalizar el trayecto.
Otro inconveniente al que los ciclistas se enfrentan es a la falta de estacionamientos para bicicletas. De hecho, el banco en el que Méndez se encuentra y frecuenta constantemente no cuenta ellos. Por ello, enfatiza la necesidad que los arquitectos e ingenieros trabajen ideas alternativas con la finalidad de dar mayor seguridad vial a ciclistas y peatones.
Otra vez tomamos nuestras bicis y seguimos camino al trabajo de Méndez.
Beneficios: salud y moral
–¿Cómo ves la historia ahora que la has vivido?– pregunta Méndez.
–No me esperaba las reacciones de los ciclistas ante ello– respondo.
Continuamos unas cuadras más hasta llegar a su lugar de trabajo. Pedaleamos un par de veces y nos detenemos en un semáforo.
-Bárbaro, Vicente- exclama un automovilista mientras vuelve a ver las bicicletas.
-¡Hey, bárbaro! – responde Méndez.
Es uno de sus compañeros de trabajo a quién hemos encontrado. Nos cede el paso y entramos a la institución pública.
–¿A dónde deja su bici?– Pregunto.
–Aquí la dejo– afirma.
Frente al edificio de su oficina, a un lateral del estacionamiento de los carros Méndez coloca su bicicleta apoyándola en un muro forrado de piedra laja y deja su casco colgado en el manubrio de la misma. En efecto, su lugar de trabajo no cuenta con parqueos para bicicletas.
El reloj marca las 7:37 a.m. Un sol radiante ilumina su rostro sonriente esta mañana. Hemos llegado a la meta. Ingresamos al edificio, parece que Méndez es el ganador de la competencia, del trayecto. Todos le saludan, se acercan a él y le dicen “bárbaro”, estrechan manos, lo abrazaban pegando palmadas en su espalda.
–¿Cuánto tiempo hicimos?– Pregunta.
– Mi celular marca 22 minutos– respondo.
Mientras sus compañeros lo saludan y agasajan por llegar al trabajo en bicicleta, Méndez los incentiva a tomar este estilo de vida , dejar su carro por la bicicleta para mejorar su persona y su entorno. La mayor parte de ellos responde con risas y afirmaciones como: “a mí me gustaría, pero el país no está preparado para esto”.
Finalmente, Méndez llega a su oficina. Abre su bolsón y cierra el trayecto con potasio. Saca de una bolsa plástica transparente dos bananas y comparte una conmigo. Un estudio publicado en 2015 en Journal of the American College of Cardiology determinó que el potasio es indispensable para la recuperación después de realizar un deporte. Entre más se haga ejercicio y se sude mayor es su requerimiento para evitar calambres y fatiga. Asimismo, aumenta el rendimiento del deportista al brindar energía a sus músculos. La dieta balanceada ha permitido que Méndez llegue diariamente “Al trabajo en bici” como se titula el recorte de una nota pegada en su cubículo, un espacio particular que lo identifica. Coloca en su escritorio las gafas, el termo de agua y el gorro.
Sonia de Salazar, nutrióloga internista del Hospital Militar Central, afirma que muchas personas que sufren molestias típicas como el dolor de espalda, tienen sobrepeso o padecen enfermedades cardiovasculares, podrían obtener muchos beneficios al montar en bicicleta y contar con muchos años de buena salud si se decidieran a usarla más. De hecho, antes de que Vicente Méndez tomara este hábito, pesaba alrededor de 255 libras y ahora su peso actual es de 195 libras.
“Mi estilo de vida ha cambiado, uno analiza bien lo que consume. Más que todo por el tipo de ejercicio que hago como más verduras, fruta y fibra. Eso es lo que me permite tener la energía para conducir fácilmente mi bicicleta”, expresó Méndez.
De igual manera, De Salazar menciona que montar la bicicleta oxigena el cerebro y permite pensar con más facilidad. El ejercicio que se realiza aumenta los niveles de endorfinas, eso ayuda a bajar el estrés y a mantener un buen estado de ánimo. En efecto, Méndez mencionó que sus relaciones sociales, laborales mejoraron luego de empezar a andar en bicicleta. Está más motivado y alegre. La bici cambió su estilo de vida.
Transporte de oro
Hemos finalizado el trayecto, pero Méndez olvida un punto importante de su manual de ciclista, la regla de oro. “La regla de oro es que al levantarte hagas la oración universal, que es el Padre Nuestro. Y decirle a Dios que te cubra con el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Esta es la parte humana del ciclista. Esto permite que yo sienta una gran confianza en las calles”, manifiesta Méndez.
En el estacionamiento hay una fila de carros en espera y en búsqueda de un espacio para estacionarse.
–Lily, ¿no hayas parqueo? – exclama Méndez con una sonrisa en su rostro.
–Está lleno todo– responde Lily, mientras el sol se refleja directamente en su rostro y de su frente salen unas gotas de sudor.
–Te das cuenta, tenes que usar la bicicleta– asegura Méndez entre risas.
–Ahí anda dando vueltas y yo bien tranquilo allá– dice a sí mismo.
Dado a los riesgos que representa transportarse en bicicleta, en las ajetreadas calles de San Salvador, algunos ciudadanos prefieren endeudarse, obtener un carro y lidiar con el tráfico de la ciudad o pagar autobuses e ir apretados. Esto, a pesar de los beneficios que proporciona el uso de la misma para obtener una mejor calidad de vida.
Según un estudio realizado por Worldwatch Institute, 2013 de Washington, D.C. en el mundo se fabrican más de 100 millones de bicicletas anualmente, tres veces más que el número de automóviles. Y únicamente en los países desarrollados son tomadas en cuenta como medio de transporte, dándoles la misma prioridad, en la planeación y el desarrollo de la infraestructura vial, que a autobuses y automóviles.
La bicicleta, hasta la fecha no cuenta con lugares seguros para transitar en El Salvador. Su uso como medio de transporte alternativo aliviaría de gran manera el daño ambiental, volumen de tráfico, el estrés y el elevado costo de la infraestructura vial.
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