Las mujeres que barren el peligro

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Leticia Rosales junto con los instrumentos que utilizan para barrer se encuentra empezando su jornada en la Calle Delgado. Foto por: Kattia Perdomo.

Las mujeres que barren en el centro son más propensas a contraer enfermedades que van desde una gripe hasta cáncer de piel. También corren el riesgo de ser golpeadas o atropelladas cuando hacen su trabajo por casi 300 dólares al mes.

Por Kattia Perdomo

Las 60 personas que se encargan de barrer el centro de San Salvador se exponen constantemente al peligro y a las enfermedades. Se ejemplifica sobre todo en las 12 mujeres que repartidas en tres turnos se encargan de mantener limpio el centro. Esto se debe a que, como aclara la doctora Verónica Iraheta, las mujeres son más susceptibles a las infecciones, los virus y las bacterias que están presentes en los desechos que recogen.

La columna

Es una calurosa tarde de octubre, el sol pega con fuerza. Son casi las dos de la tarde. Me encuentro con Maira Elizabeth Morales, más conocida como: niña Maira, sobre la 2° Avenida entre el Dollarcity y el KFC  para seguir hablando acerca de su trabajo: barrer en el centro de San Salvador o como ella dice: en el distrito D.C.H que significa Distrito del Centro Histórico. Su piel, curtida por el sol, se perla de sudor por el esfuerzo que hace ya que aunque parece una mujer fuerte a simple vista sus 50 años y su estatura de 1.52 centímetros delata que tiene que hacer un gran esfuerzo. Aún le faltan 6 cuadras de las 11 que le fueron asignadas esa quincena ya que cada 15 días las van rotando de calles pero a las que tienen plaza fija, como Maira, no las cambian de distrito.

Acerca de los distritos el inspector Francisco Ovidio Flores quién ha trabajado en la oficina de desechos por 47 años explica de manera más detallada que existen siete distritos en el departamento de San Salvador. En el que se encuentra Maira es el séptimo: el distrito D.C.H, es decir el distrito Centro Histórico. Está ubicado justo al centro de los demás distritos “como formando una estrella” comenta el inspector.

Maira va empujando la carreta que es como se le dicen a la armazón de hierro que consiste en una plataforma de hierro en donde los barrenderos transportan un gran barril de plástico con bolsas negras para basura, tiene tres ruedas negras y gastadas, una al frente en el medio y dos atrás. Por encima del barril blanco que debido a la suciedad y el uso se ve casi negro destacan cuatro palos de madera que pertenecen a escobas y una pala, que es lo que ocupan para recoger la basura. Además entre el barril y la agarradera para empujarlo hay un saco grande de color rojo hecho de plástico en donde Maira va metiendo las latas que recoge de entre la basura y luego las vende para obtener un dinero extra.

Cada 10 metros detiene la carreta justo en la orilla de la calle, ya que no puede subirse a las aceras por todos los puestos de ventas que hay allí. Se adelanta al carretón y se acerca de nuevo barriendo y llevando la basura a un pequeño montículo que forma para luego recogerla y ponerla en el barril. Se voltea constantemente: los carros pasan tan cerca que en un pequeño descuido puede terminar en la sala de emergencia de un hospital, como muchas otras veces le ha pasado por accidentes leves y graves en los 19 años que lleva trabajando de esto.

Maira Morales se cuida de los carros pasan. Un pequeño descuido puede terminar en la sala de emergencia. Foto por: Kattia Perdomo.
Maira Morales se cuida de los carros pasan. Un pequeño descuido puede terminar en la sala de emergencia. Foto por: Kattia Perdomo.

Sigue caminando, barriendo, empujando, hablando y sudando por el esfuerzo. El uniforme que usa es de lino y de manga larga para evitar que se expongan mucho a los rayos del sol y además sirve para hacerla destacar para que, en teoría, un carro pueda verla a la distancia y que evite golpearla.

Cruza en la 11 Avenida Sur. Maira ve constantemente la hora impaciente porque llegue su descanso de 20 minutos que empieza hasta las 3:30p.m. Cuando llega la hora se sienta en la esquina que está justo entre la 11° Avenida Sur y la calle Arce. Estamos sentadas en la acera con el barril enfrente, los carros pasando a menos de un metro de donde Maira se encuentra y a nuestras espaldas los puestos de comida trabajan sin parar. Comenta que su espalda le duele a causa del último accidente que tuvo y empieza a contarme acerca de lo que le pasó.

 Se encontraba por el cementerio de Comalapa, tenía el turno de noche que es desde las 8 p.m. hasta las 2 a.m. eran las 10 y las calles estaban solas excepto por unas pocas personas que pasaban por ahí. Maira estaba barriendo la canaleta parada en la acera, miro para ambos lados antes de bajarse a recoger la basura pero cuando estaba inclinada un carro con exceso de velocidad dobló la esquina, no pudo detenerse a tiempo para no golpearla. Maira no pudo apartarse o hacer cualquier otro movimiento, solo pudo girar la cabeza hacia las luces que se dirigían directas hacia ella y luego lo único que sintió fue un dolor intenso antes de quedar inconsciente.

Lo siguiente que recuerda es que estaba tirada en el piso boca abajo, la gente estaba rodeándola y murmurando cosas como: “Pobrecita, desde allá la aventó hasta esta esquina”. Lo siguiente que supo es que se encontraba en la sala de un hospital siendo atendida por los doctores. Más tarde se enteró que el inspector Francisco Ovidio es quién la llevo al hospital en un carro de la alcaldía. Maira estuvo una semana en el hospital y pasó tres semanas más en la cama de su casa con incapacidad sin poder casi moverse debido a que el golpe le había lesionado la espalda, aunque en ese momento no los doctores no se dieron cuenta de la gravedad de la laceración.

Después de todo ese tiempo volvió al trabajo ahora con más miedo y con más cuidado que antes pero siempre con el dolor agudo que le provocó el accidente. Siguió yendo a consultar por el dolor y malestares que sentía y fue cuando le informaron, meses después del accidente, que tenía tres discos de la columna, ubicados en la espalda baja, dañados casi destruidos y que necesitaba una cirugía. Pero ella no quiso someterse ya que le daba miedo no poder caminar luego de la operación además también temía que debido a la gravedad del procedimiento le dieran una incapacidad mucho más larga y que la despidieran ya que ella es  madre soltera y de cuatro hijos. La menor aún sigue estudiando.

Su descanso termina junto con su relato pero ella sigue sentada contando partes de su vida, aun no se ha sometido a la cirugía que necesita para su columna pero sigue trabajando a pesar de todo. “Me gusta este trabajo aunque sea peligroso” dice mientras se levanta, se sacude el pantalón del uniforme celeste y con una pequeña mueca de dolor comienza a empujar la carreta de nuevo.

En un escenario que no puede ser más distinto la doctora Lizzie Verónica Iraheta habla acerca de las consecuencias que puede tener Maira Elizabeth en su salud. El consultorio totalmente blanco y con el aire acondicionado bastante alto es donde la doctora comenta que el dolor que está padeciendo Maira es grave, que los medicamentos pueden ayudarla a calmarlos pero que es progresivo y su situación se agrava con cada día que ella sigue lesionándose la columna debido al gran esfuerzo que tiene que hacer para cumplir con ese trabajo en donde necesita agacharse, hacer fuerza, mantenerse de pie durante las 6 horas que dura su turno, etc.

Afirma también de que debido a la gravedad de la operación la incapacidad sería bastante larga pero que es preferible a que ella sola se siga lastimando y después ya no pueda trabajar debido a que si sigue con la lesión puede llegar a quedar en silla de ruedas o ya no pueda mover más los brazos o bien que quede paralizada del cuello para abajo.

Pero, aclara, que nadie pude obligarla a realizarse la cirugía y que está en todo su derecho de negarse ya que es un operación mayor con varios riesgos como parálisis, perdida de movilidad, etc. Pero que sin duda y desde la perspectiva de la doctora es más importante recuperar la salud que mantener un trabajo que poco a poco la va deteriorando más.

Maira sigue trabajando a pesar del dolor que tiene y aun así se muestra siempre con una sonrisa en los labios y una actitud positiva ante la vida y su trabajo. Piensa en someterse a la operación dentro de dos años cuando su hija menor termine el bachillerato. Pero no le importa esperar tanto tiempo y seguirse lesionando pues como ella dice: “Me gusta este trabajo porque vemos mucha gente, andamos en la calle y nos divertimos”.

Las manos

Al igual que Maira, María Santos Ramos es una mujer que trabaja barriendo en el centro y disfruta, en cierta medida, su trabajo. Tiene 56 años, es de baja estatura con 1.48 centímetros, piel morena, es muy enérgica y alegre. Está en su día libre por lo que se ve más relajada y disfrutando del viento del octubre en la banca de un parque.

Para evitar enfermedades infecciosas se recomienda el uso de guantes y mascarilla. Foto por: Kattia Perdomo.
Para evitar enfermedades infecciosas se recomienda el uso de guantes y mascarilla. Foto por: Kattia Perdomo.

Ella opina que las mujeres son más propensas a enfermarse ya que son, en sus palabras, más débiles. Cree esto debido a la experiencia que tuvo al poco tiempo de comenzar a trabajar hace tres años.   
Era un viernes y se encontraba en el trabajo en el turno de la mañana de 6 a.m. a 12 m. cuando comenzó a sentirse mal: tenía dolor en el abdomen y nauseas, la llevaron a la clínica ubicada en las oficinas de desechos sólidos, que está ubicada cerca de la Fuerza Naval de El Salvador, le dieron unas pastillas y la llevaron hasta su casa. El sábado a pesar de que se estaba tomando las pastillas seguía sintiéndose mal, ahora las náuseas se habían convertido en un vómito constante pero aun así se presentó a trabajar pensando en que en cualquier momento empezarían a hacer efecto las pastillas. Pasó su turno y pudo volver a casa sintiéndose peor que nunca y notando un adormecimiento en los brazos.

El domingo decidió a trabajar aunque apenas podía mantenerse en pie y a pesar de que noto que no podía mover muy bien las manos y que estaban rígidas. A mitad de la mañana no aguantó más: sus manos ahora parecían, en sus palabras, garras por lo rígido y torcidos que tenía los dedos, ya no podía agarrar la escoba o sostenerse en pie por lo que se desplomo sobre una acera sin llegar a quedar inconsciente. Por suerte el inspector Francisco, quién trabaja en la oficina de desechos sólidos desde hace 47 años, se encontraba cerca y la llevó de inmediato a un hospital en donde le dijeron que tenía un virus adquirido por el contacto directo con la basura.

Le dieron tres días de incapacidad, mucho suero y antibióticos para poder recuperarse. Sus manos poco a poco empezaron a curarse y a tener movilidad. Sin embargo no fue hasta unas semanas después que volvieron a su estado normal.

Acerca de esto la doctora Ingrid Lisseth de 36 años que trabaja en la clínica comunal de Nuevo Cuscatlán menciona que lo que pudo provocar todos sus síntomas puede ser un virus o una infección por parásitos que muy probablemente adquirió mientras trabajaba. Por eso recomienda el uso de los guantes y la mascarilla ya que estos pueden reducir el riego de adquirir una enfermedad infecciosa como la de María Santos. Además aclara que antes de hacer cualquier cosa en su casa sería bueno que todas las mujeres, y hombres, que trabajan de barrenderos o recolectores de basura se lavaran o, mejor aún, se dieran una ducha al terminar su turno para eliminar las bacterias, virus y hongos a los que se pudieron ver expuestos.

La rodilla derecha

Leticia Nohemí Rosales es mucho más joven que Maira pero eso no evita que sean comadres, en palabras de Leticia. Tiene 39 años y lleva ya 11 años barriendo, siempre en el centro y por puro azar del destino siempre en el mismo turno en donde se encuentra Maira ya sea de día o de noche.

Leticia al igual que Maira es madre soltera aunque en este caso es de tres niñas que aún son menores de edad. Antes trabajaba en el mercado pero cuando vio que las ventas bajaban decidió solicitar el puesto de barrendera y le fue concedido. Ella cuenta que fue en el 2011 cuando tuvo el accidente más severo de los tres que ha sufrido.

“Ese día andaba cubriendo en el camión porque un muchacho de esos no vino” aclara para comenzar a contar que hace cuatro años mientras corría detrás del camión de la basura, que siempre hace un recorrido por el distrito del centro, cuando iban entre la 11° Avenida y la 3° Calle después de recoger y tirar la basura dentro del camión ella se intentó agarrar de uno de los tubos para sostenerse y subir aun con el carro en movimiento. Pero no se había afianzado bien del tubo cuando el camión paso por un bache y salto haciendo que Leticia no pudiera sostenerse bien y callera arrodillada en el asfalto de la calle.

“Me fui en blanco y caí hincada y ahí me fracture la rodilla”, expresa. Sus mismos compañeros la subieron al camión y se la llevaron al seguro social para que la atendieran. Del golpe que se había dado y debido a la fractura se cortó la piel de la misma rodilla y le tuvieron que dar cinco puntadas. Leticia menciona que no recuerda que le lavaran y desinfectaran la herida y tenía razón ya que 8 días después se le infecto la herida. Al respecto menciona: “Claro andábamos trabajando y estábamos sucios entonces ahí fue donde se me infesto”

Por eso mismo fue que tuvo que estar más tiempo incapacitada cuenta Leticia mientras se pasa la mano por su rodilla lastimada, que le duele mientras está sentada en el momento de su descanso bebiendo una cocola para tomarse su pastilla contra el dolor y seguir contando parte su experiencia.

Después del mes y medio de estar incapacitada regresó al trabajo con la pierna rígida y mucho dolor por lo que la doctora Ingrid llama una mala consolidación. Esto consiste en que los huesos fracturados no se soldaron bien por la falta de un tratamiento adecuado o por la gravedad de la fractura. La pierna de Leticia se le inflama en los días fríos y necesita ser inyectada ya que en los días de lluvia las pastillas no son suficientes para combatir el dolor.

La doctora cree que sería necesario que se le hiciera un implante de rotula a para que el dolor disminuya y Leticia pueda barrer con calma las 11 cuadras que le son asignadas para barrer.

Las vías urinarias

A diferencia de Maira y de las demás mujeres mencionadas anteriormente María Magdalena Ramos de 50 años de edad es la única eventual en el turno de la tarde en el centro. Lleva solo 9 meses trabajando para la oficina de desechos sólidos pero eso no evita que haya sufrido ya de cuatro accidentes por trabajo. Mide 1.62 metros y al ser la única que usa maquillaje de todas las mujeres que trabajan barriendo en el centro destaca a la vista.

  “La carreta”. Equipo utilizado para trasportar la basura y los elementos para barrer y recoger. Foto por Kattia Perdomo.

“La carreta”. Equipo utilizado para trasportar la basura y los elementos para barrer y recoger. Foto por Kattia Perdomo.

El inspector Francisco Ovidio opina acerca de este caso y de muchos otros y los desaprueba ya que para él “este trabajo es de hombres, no de mujeres”. Cuenta  acerca de que la mayoría de incapacidades y de personas que se reportan enfermas son de mujeres por lo que él cree que “las mujeres pueden hacer de todo pero como barrenderas no les da”

Es por eso que Magdalena a pesar de que ha sido golpeada tres veces por diferentes tipos de vehículos cuenta que no ha ido a pasar consulta “yo trato la manera de no tener incapacidad pues como soy eventual tengo miedo de poner en riesgo mi trabajo” aclara con un poco de tristeza mientras descansa sentada en una de las bancas de la plaza Morazán durante su descanso. Ella es la única que provee dinero para la casa ya que es madre soltera y también le ayuda a su mamá a mantener y cuidar a su hermana con síndrome de Down.

Cuenta de que los golpes casi no han sido graves y que si le duelen solo se los venda o se los soba pero no le han impedido ir a trabajar. Sin embargo dice que cuando se enfermó de las vías urinarias y los riñones no soporto tanto. Narra que en el trabajo las regañan si están yendo muchas veces al baño así que ella dejaba de tomar agua durante todo su turno para poder evitar al máximo las idas al baño y no arriesgarse a perder su única fuente de ingresos.

Por esas razones un día de Julio ella se presentó a trabajar con calentura, dolor de cabeza y nauseas. Los síntomas empezaron por la mañana y se agravaban conforme pasaba el día, no se imaginó que la deshidratación y la exposición prolongada al sol la estaban afectando. Horas más tarde ya no podía más con el dolor en sus vías urinarias y en los riñones por lo que quedo inconsciente y tirada en la calle mientras intentaba realizar su trabajo.

Cuenta que cuando se despertó se encontraba ya en la clínica del ISSS que tienen en la oficina de los desechos sólidos. Tenía un suero inyectado en su brazo y unas pastillas a la par suya. Los doctores le dijeron que no tenía que dejar de tomar agua y le diagnosticaron infección en las vías urinarias.  A partir de entonces no evita tomar agua, es más bebe toda el agua que su cuerpo le permite ya que así evita enfermarse de nuevo de las vías urinarias y puede seguir llevando el sustento a su casa.

La piel

El caso de Maira Morales es sin duda impactante pero el caso de Roxana Magdalena Abrego es uno de los más difíciles. Tiene 39 años y mide, no más, de 1.51 metros. Su piel es morena y tiene una complexión bastante robusta. Tiene 10 años de trabajar como barrendera. Mientras se encuentra parada refugiándose del sol en la sombra de un edifico ubicado frente a la plaza Libertad dice “Nos exponemos mucho tiempo a andar bajo el sol (…) por eso me diagnosticaron cáncer en la piel”.

A diferencia de Maira y de las otras mujeres ella vive con su esposo quien también trabaja como barrendero pero en el turno de la mañana.

Ella narra que se dieron cuenta que tiene cáncer en la piel cuando fue a pasar consulta un día debido a una pelota que se le había formado en el cuello. Al principio no le presto mucha atención pero luego cuando empezó a crecer y ponerse morada decidió que no podía seguir ignorando el dolor y lo que le pasaba.

En el seguro le hicieron unos exámenes y le dijeron que tenía cáncer ya avanzado y que necesitaban operarla. Cuenta que del salario les descuentan para que tengan acceso al ISSS así que se sometió a la operación debido al bajo costo que tenía y lograron extraer el tumor con éxito. Un mes después se incorporó de nuevo al trabajo.

Desde entonces las  pelotas le han vuelto a aparecer en diferentes partes del cuerpo ya que el cáncer se ha expandido. Dice que cada dos o tres meses le vuelven a aparecer. Cuenta que todas las semanas va una vez a quimio terapia para poder reponerse y todos los días se toma unas pastillas para el dolor pero que aun así siente que ya no puede seguir trabajando y no da para más.

Roxana explica que su última operación fue el quince de Agosto y en estos últimos meses una pelota le ha crecido en un nervio de la columna por lo que su capacidad motora se está reduciendo y necesita, de nuevo, ser operada con urgencia.

Los doctores le dicen que es mejor que deje de trabajar para que pueda recuperarse por completo ya que el sol es el peor factor en su caso. Además al someterse a quimioterapias es más propensa a enfermarse debido a los desechos.

“Paso más tiempo incapacitada que en el trabajo” declara Roxana. Pero cuenta que no pude dejar de trabajar ya que aunque tiene esposo necesitan el salario de los dos para poder mantener sus cinco hijos. Aunque comenta entre miradas nerviosas que le han reducido el salario debido a la gran cantidad de incapacidades que necesita.

Las mujeres que barren en el centro de San Salvador son personas que a pesar de sentirse menos capacitadas para este trabajo que los hombres y sin importar las dificultades que enfrentan en su trabajo se siguen esforzando por brindar un buen servicio para toda la gente que por distintos motivos visita el centro de la capital de El Salvador.
Cumplen con su trabajo sin importar las condiciones climáticas, las situaciones que pasa el país e incluso sin importarles su salud porque como opina Maira Morales “Es algo duro andar exponiendo la vida, pero aunque pudiera irme me quedaría en este trabajo”.

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